Primero, una afección pulmonar provocó que Ainhoa Icígar Salvador tuviera que permanecer en su residencia universitaria durante dos meses, sin salir a la calle, desde principios de enero a inicios de marzo. Después, ya curada y en mejores condiciones para salir a pasear, tan solo permaneció en libertad siete días, porque al mismo tiempo que se decretó el confinamiento en España, esta estudiante canaria en Glasgow decidió que sería buen momento para autoconfinarse y protegerse del coronavirus. Y más dado el desinterés que por entonces el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, tenía para combatir el Covid-19. La joven lleva ya 120 días en su habitación. "Me hace gracia cuando la gente en España me dice que ya no puede más tras casi dos meses de cuarentena", relata con una mezcla de coraje y humor.

Natural de Siete Palmas, en Las Palmas de Gran Canaria, esta joven de 19 años partió hacia Glasgow en septiembre de 2018 para cumplir dos sueños: vivir en Escocia y estudiar literatura inglesa y cine. Aunque su rutina ha cambiado tras decretarse la cancelación de las clases.

Ainhoa no pensó que su estancia en Glasgow se viese empañada por una situación que no sabe cuándo acabará. "Después de que Boris Johnson pretendiera que todo el mundo se contagiara para crear inmunidad y luego acabase contagiándose él mismo, parece que en Glasgow la gente no tiene demasiada confianza en él", explica la estudiante grancanaria, "y ahora hay dos corrientes: los políticos de Escocia dicen que la próxima semana se podrá suavizar la cuarentena, pero el primer ministro de todo Reino Unido asegura que ni de broma, así que no sabemos qué pasará".

Formación 'online'

A pesar de que en Escocia "hay más muertes pero menos contagios, lo que indica que la cuarentena está funcionando bien dado que no se infecta tanta cantidad de gente como antes, estamos mejor que el resto de Reino Unido", relata Ainhoa, "aquí tenemos la sensación de que la emergencia no es tal". Aunque el confinamiento en Reino Unido es obligatorio, lo cierto es que los ciudadanos pueden salir a hacer deporte. "Aquí se puede salir a practicar ejercicio; el aislamiento es obligatorio, pero yo no he visto a la Policía en las calles, no parece una amenaza real", asevera la joven.

Las calles están concurridas, aunque no con la misma cantidad de personas que antes. "Yo solo salgo para ir al supermercado a comprar, y veo gente haciendo deporte y hasta amigos en grupos, parece que no se hubiera decretado el confinamiento". No obstante, la gente que se encuentra en el camino sí va protegida con mascarillas y guantes, una situación que Ainhoa no entiende porque ella no consigue este tipo de elementos dada su escasez.

En la residencia donde descansa esta joven está prácticamente sola, ya que muchos estudiantes se marcharon a sus casas. "Hace varias noches escuché llegar a alguien, pero no lo he visto; tengo poco contacto con los compañeros y nos han pedido que no usemos las zonas comunes para evitar contagios", dice.

Durante sus meses de enfermedad apenas tenía ganas de hacer nada, pero este segundo período de confinamiento obligatorio le está dando a Ainhoa para mucho: se ha dedicado a la cocina y a realizar distintos cursos gratuitos por internet de disciplinas cuanto menos dispares: budismo y psicología, filosofía y el antiguo Egipto. "Por una vez en la vida no tenía que ir a clase y estoy forzándome a tenerlas sola; los cursos me permiten tener una estructura a lo largo de la jornada, ya que le dedico tres horas todos los días", afirma.

También está dedicando el tiempo a traducir textos del inglés al castellano. "Siempre he querido ser traductora, y así también me ayuda a practicar el español, ya que aquí no lo hablo con nadie y cuando estoy haciendo la traducción hasta he llegado a confundir una g con una j, imagínate, me asusté", relata con humor.

Durante esta etapa sí se le ha pasado por la cabeza volver a España, pero esa idea se ha disipado rápidamente. "Me preocupa que si me voy y los asuntos relativos a la inmigración y el brexit se complican, temo que no pueda volver a Escocia, y siempre he soñado con vivir aquí",

Ainhoa confiesa que ha llegado a tener algo de miedo al estar completamente sola. "He tenido una afección pulmonar y ahora tengo los órganos débiles, si me contagiase por coronavirus ¿quién me va a hacer la comida y dejármela en la puerta?", se pregunta. Su confinamiento está siendo duro. "Al principio me lo tomé bien, porque tenía algo que hacer cada hora, sobre todo cultivarme intelectualmente para luego tener temas de conversación con todo el mundo, pero ya me he cansado, no ver a nadie me está empezando a molestar", señala "el móvil no sustituye el contacto humano". No obstante, en su retiro Ainhoa se siente "muy tranquila y muy segura".

Y tanto tiempo sola ya le empieza a pasar factura. "A veces escucho ruidos, algún portazo, al estar la residencia tan vacía se escucha todo, y no sé si es dentro o fuera. ¿Me estaré volviendo loca?", se pregunta con humor. Y puede ser, pero loca de ganas de volver a abrazar a los suyos. "Siempre hemos sido una familia muy cercana", concluye.