El SARS-CoV-2 muta a una velocidad de vértigo. En tan solo cinco meses, los investigadores de todo el mundo han constatado la existencia de más de 300 cepas distintas y más de 3.000 genomas identificados. Y resulta que la que está afectando a los europeos es de las cepas con mayor carga viral y, por ende, más patógena.

Así queda reflejado en un artículo que aún se encuentra en fase de revisión -paso previo a su publicación en una revista de impacto- donde sus autores alertan de que "la verdadera diversidad de las cepas virales está aún enormemente despreciada". Según este estudio, realizado por investigadores chinos del Centro Nacional de Investigaciones en Enfermedades Infecciosas, la cepa que discurre por Europa parece tener más capacidad de replicación y en ella se ha detectado 16 veces más carga viral en el tracto superior que en el virus que en estos momentos circula en Estados Unidos. "Esto podría explicar el índice de mortalidad tan alto que hay en Europa, al que también se une una población más envejecida", como explica Julia Alcoba, jefa de laboratorio de biología molecular del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria.

En España, actualmente, el índice de letalidad del virus -muertos por número de infectados- alcanza el 11,2%, en Italia el 13,5% y en Francia el 18,3%. Mientras, en Estados Unidos este indicador se sitúa en el 5,6% y en China en el 5,5%. En Canarias, este mismo indicador, así como el de mortalidad, se sitúa en el 6%. No obstante, hay que tener en cuenta que en muchos países existe un infradiagnóstico de casos. De conocerse la totalidad de infectados, podría disminuir la tasa de letalidad.

Las mutaciones en virus de ARN como el SARS-CoV-2 forman parte de su evolución natural. Como afirma Alcoba, "los virus mutan para adaptarse y conseguir invadir más células, porque sin ellas no viven". Este es el funcionamiento, por ejemplo, del virus de la gripe, que muta tantas veces que en ocasiones las vacunas anuales se quedan obsoletas antes de la llegada de la ola epidémica. No obstante, de estas mutaciones, no todas tienen por qué hacer al virus más agresivo. "Generalmente habrá mutaciones que no confieran nada", señala Alcoba, que, en todo caso, remarca que "no hay razón lógica en epidemiología para pensar que pueda mutar en un ser menos virulento".

Realizar un seguimiento de la estructura genética del virus puede resolver misterios como si las personas curadas que vuelven a dar positivo siguen siendo contagiosas y será fundamental a la hora de crear una vacuna efectiva. Porque, como advierte Alcoba, "si la vacuna se hace en función a las cepas que circulan en Estados Unidos y China y son ellos quienes la crean, es probable que nos quedemos al margen".

En este sentido también se manifiesta Agustín Valenzuela, virólogo de la Universidad de La Laguna (ULL) que considera que esta información es necesaria para "saber si hay que hacer variantes y cuántas habría que hacer" de una vacuna. O, en el caso de querer fabricar una vacuna universal, se tendrá que tener en cuenta que la secuencia genómica del ARN del virus debe generar "respuesta inmune de memoria celular que genere anticuerpos neutralizantes de amplio espectro". En otras palabras, la vacuna tendría la laboriosa tarea de generar en toda la población una respuesta inmune de memoria capaz de hacer frente a cualquier cepa del virus circundante en el planeta.

Sin embargo, el seguimiento genómico del virus también puede tener un papel relevante a la hora de determinar "si hay que variar las vacunas desarrolladas con éxito", incide Valenzuela. El investigador, en este sentido, recalca que "nos puede ayudar a predecir el fracaso de las vacunas en un momento dado, y nos da pistas para saber cuándo actuar y preparar nuevas vacunas y cómo y contra qué cepa y en qué regiones aplicarla". De hecho, como resalta Julia Alcoba, "esta vacuna va a ser como la de la gripe; cada año será distinta".

La tremenda especificidad territorial que ha adquirido el virus en su viaje por el mundo hace que cada región se arriesgue a padecer una cepa distinta. De ahí la necesidad de conocer qué miembro de la extensa familia del SARS-CoV-2 ha estado afectando a Canarias, que, además, conforma un área de paso entre tres continentes: África, Europa y América. Justamente esta es una de las líneas de investigación en la que quiere empezar a trabajar el Servicio de Microbiología del Hospital de La Candelaria. "Hemos solicitado un proyecto de investigación orientado a la vigilancia de la Covid-19, explica Alcoba, que remarca que, junto al ITER, están buscando fondos para crear una técnica de secuenciación genética que permita obtener resultados en tiempo real.

Pero la secuenciación genética no solo sería relevante a la hora de conocer al virus que está afectando a las Islas, también podría ser una pieza clave para entender el comportamiento real del virus entre curados. Y es que se estima que entre un 10 y un 15% de las personas a las que se ha dado de alta por la Covid-19 -por haberse recuperado, no padecer sintomatología y tener una doble PCR negativa en un día- vuelven a ser diagnosticados como positivos en las pruebas de PCR que le hacen entre 2 y 13 días más tarde. Pero, ¿siguen siendo contagiosos?

Aún se desconoce por qué el virus continúa activo tras la recuperación del paciente, pero podría tratarse de una especie de "zombie viral". Así lo constata otro estudio -también en fase de revisión- que asegura que el genoma del SARS-CoV-2 de estos pacientes "no curados", que vuelven a dar positivo en PCR, puede estar relacionado con la detección de los restos de virus tras la batalla inmune. Tras secuenciar genéticamente estas muestras, estos investigadores descubrieron que solo había fragmentos pequeños del virus en el organismo. En este caso, el virus ya no tendría la capacidad de contagiar, porque ya no se encontraría intacto.

"Si el paciente recuperado da positivo en PCR tras el alta, con la búsqueda de la secuencia completa del virus podríamos saber si está infectado aún y transmite virus; o si se encuentra en la fase final de su respuesta inmune (está eliminando el virus) porque sólo veríamos restos genómicos del virus", señala Valenzuela. Por tanto, la secuenciación genética y las PCR deben ir de la mano procurando información sobre el estado de contagiosidad de una persona, de un colectivo o de la sociedad en general.