Las mentiras, las medias verdades, la desinformación, los bulos y las trampas de los cibercriminales se han instalado en las vidas de muchos de los que están pendientes de recibir noticias en una situación crítica como la que nos toca vivir. Y eso sin contar el ruido generado por miles de perfiles falsos en Facebook capaces de magnificar o hundir un mensaje o al mensajero. La tecnología también sirve a quienes sofistican sus procedimientos para engañar. Pero en toda emergencia, elegir el canal adecuado para obtener datos de lo que pasa resulta fundamental y ayuda a salvar vidas. Es un fenómeno vinculado a las redes sociales, pero que también incide en los medios de comunicación, que deben extremar sus filtros para desmarcarse de estos fenómenos.

Deepak "Dipu" Daswani, experto en ciberseguridad, reconoce que se ha generado una gran polémica por los miles de perfiles falsos detectados al interactuar con contenido publicado por el Ministerio de Sanidad en Facebook. "Desde esta red social se ha investigado el incidente y se ha confirmado que, efectivamente, se trataba de cuentas falsas", señala. "Esto es algo que lleva existiendo durante un tiempo", apunta, a la vez que aclara: "es posible crear cuentas falsas para incrementar los likes (me gusta) de una publicación y conseguir que llegue a más gente con el objetivo de hacerla viral y generar una corriente de opinión positiva o negativa".

Interacciones automatizadas

En este proceso, también es factible utilizar los llamados "bots", que Daswani define como "programas cuyo objetivo es realizar publicaciones e interacciones en redes sociales de manera inteligente y automatizada". "Los perfiles falsos de Facebook no tienen por qué pertenecer a bots, aunque también pueden trabajar de la misma manera", según este especialista. Para Daswani, "el caso es que resulta posible comprar seguidores y likes en redes sociales desde hace muchísimo tiempo; lo que no está claro es quién está detrás de esta acción".

Refiere que "alguien podría especular con que está el Gobierno detrás para fidelizar a los ciudadanos; pero también podría ser alguien de otro bando para que, cuando se descubra que las autoridades tienen seguidores falsos promocionando sus cuentas pueda con esto generar una opinión negativa". El Gobierno del Estado denunció la existencia de esa actividad fraudulenta ante Facebook y así lo planteó de forma pública para desvincularse de esa acción. Además, Sergio Díaz, del Observatorio de Delitos Informáticos de Canarias (ODIC), apuntó la hipótesis de que, tras analizar miles de esos perfiles, muchos de ellos incluyen un enlace que conduce hasta una plataforma y una página de internet engañosa y maliciosa, en la que se pide al usuario que llegue hasta ella datos de su tarjeta bancaria. Es decir, un ciberdelito conocido como "phishing" (estafa de dinero con la captura de información bancaria). En opinión de Daswani, resulta relativamente fácil saber si un perfil es falso: ya que suele tener pocas fotos; si se efectúa una búsqueda inversa a las imágenes, se detecta que pertenecen a otras personas; si el usuario con ese nombre y apellidos no existe; si no tiene interacción con otros usuarios, si cuenta con poca actividad o se creó de forma reciente.

Sin control

Samuel Toledano es profesor de las asignaturas de Opinión Pública y Periodismo de Investigación en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Laguna (ULL). Comenta que, a la hora de que los ciudadanos accedan a información, los medios de comunicación tradicionales han dejado de tener el "monopolio" o la exclusividad del proceso. En opinión de Toledano, "la comunidad política ha visto cómo hay un escenario parar llegar a grandes audiencias y así jugar a plantear diferentes estrategias con técnicas o recursos para defender o cuestionar una determinada propuesta". Para este docente, se ha generado un espacio "de batalla sin control, que se ampara en un supuesto derecho a la libertad de opinión o información". Y, si todos los usuarios respetaran unas reglas éticas básicas, "podría llegar a ser un magnífico proceso de debate", pero a día de hoy no funciona así, puesto que el "filtro deontológico" es inexistente. En un debate en las redes, con una libre participación, no se puede exigir criterio o rigor, por lo que la interacción resulta más caótica.

Con los perfiles falsos destructivos se generan, a veces, mensajes de odio, no solo a raíz de la actual pandemia, sino también en asuntos como la inmigración, Cataluña, la diversidad sexual o los impuestos, aclara. En la utilización de las redes sociales como espacio de intereses no se tiene en cuenta el valor cualitativo de las opiniones, sino el cuantitativo, es decir, el número de "me gusta" o de críticas exageradas se registran. Y, así, junto al planteamiento válido y con criterio de un científico, puede haber la opinión de una persona sin criterio para valorar un tema concreto.

En ese ámbito, a juicio de Samuel Toledano, "el filtro lo tiene que hacer el ciudadano, pero este, muchas veces, solo busca el planteamiento que refuerza su punto de vista de la realidad. Y un problema muy grave, según dicho profesor de la ULL, es que muchos usuarios de las redes sociales no tienen la preparación necesaria para diferenciar la información estricta, de la opinión, la propaganda o la publicidad. "No ha habido educación para entender la información que nos llega" y los emisores solo buscan alcanzar el "trendind topic" o gran repercusión de un asunto, advierte.

Alternativas

¿Existen soluciones? Para Toleano, sí las hay. Ante este panorama, defiende que el periodismo tiene que recuperar su credibilidad. Matiza que, más allá de los intereses empresariales o de la línea editorial de los medios, la información debe estar desprovista de cargas que la aparten de la búsqueda de la verdad. Existe un derecho fundamental a la información, pero a la veraz, rigurosa y objetiva. Es decir, en su opinión, recuperar la esencia y no dejarse llevar por la propaganda (difusión de contenidos con una clara intencionalidad de apoyo a un partido político o autoridad). En segundo lugar, la ciudadanía debería tener una educación para afrontar los actuales procesos comunicativos. "El problema es que buena parte de la población se ha acostumbrado a que todo sea gratis y quiere que la informen, en vez de adoptar la acción crítica de informarse y contrastar", matiza. Para Toledano, esa formación debe comenzar en Educación Primaria y continuar en otros niveles de la enseñanza. También defiende la importancia que la administración pública tiene en la materia, es decir, en desarrollar el artículo 20 de la Constitución, para que los controles funcionen antes de que una noticia tóxica llegue a los ciudadanos, en la misma medida que en la industria alimentaria hay que pasar numerosos "filtros" desde la producción hasta que llega al consumidor. Y, como ejemplo, pone los discursos de odio que se pueden lanzar desde algunos medios de comunicación. "Nos hemos acostumbrado a que, si un medio te ataca o te intoxica, acudas a los juzgados", dice Toledano, que apuesta por evitar que exista un ataque sin fundamento o una intoxicación. Afirma que los periodistas tienen que hacer mucha crítica sobre su labor. Es consciente de que en estos momentos no se da el escenario propicio para un trabajo más profundo y contrastar, pero resulta necesario.