No se conocen y son compañeros de promoción. Forman la generación Covid-19. , la mayoría afectada por Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), se pelean en internet para darles de alta en el registro o la Seguridad Social, daños colaterales del confinamiento.

Hugo Hernández Hernández (20 marzo). Seis días después de que se decretara el estado de alarma nació Hugo, el primogénito de Jéssica Hernández y Óscar Hernández, pareja que reside en el Puertito de Güímar. La víspera del alumbramiento, Jéssica fue a su control y en el Hospital Universitario de La Candelaria le informaron que su parto era cuestión de horas, por lo que la invitaron a esperar el feliz momento en el centro sanitario. El inconveniente, que tendría que esperar sola en la habitación, por lo que decidió regresar a casa, con su pareja.

Ya por la noche se presentaron las contracciones y regresaron a Urgencias de La Candelaria, donde quedó ingresada hasta que a las tres de la mañana la pasaron a paritorio para dar a luz, momento en el que entró Óscar para acompañarla. Recuerda Jéssica que incluso cuando la mandaron a caminar no recuerda ver al personal sanitario ni con guantes ni mascarillas, tal vez porque entonces estaba llegando la información, o no se facilitaba a todos por igual.

Ya con el alta 24 horas después, tras un parto sin complicaciones, se fueron a casa con Hugo, nombre que eligieron porque no tiene diminutivo, no es raro, sino sencillo. Hasta ahora, Jéssica y Óscar lo han presentado en sociedad a través de videollamadas. "Necesito ya salir a la calle", comenta con jovialidad esta mamá, que durante cuatro años ha participado en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife con Marchilongas; de hecho, hasta cuando la murga decana solo salió con Bambones (2019) allí estuvo ella y el pasado febrero subió a cantar con SuperHugo en la barriga. Jéssica mira ahora con preocupación el devenir de los días, con alguna reticencia sobre la apertura del confinamiento, pues prefiere ser cauta y con la vista puesta en el futuro: su esposo tiene el taxis parado porque en este tiempo de cuarentena hacía una recaudación de 50 euros cada tres días y ella está ahora de baja por maternidad en su puesto de trabajo de productos cárnicos.

Izan Casañas Moreno (23 marzo). Esperanza Moreno es una sevillana de 33 años que llegó a Tenerife en 1998 cuando sus padres decidieron dejar la capital hispalense en busca de un futuro próspero. Su madre, que era costurera, cambió las telas por los pasteles en Tenerife. Esta camarera del Aeropuerto Tenerife Sur-Reina Sofía conoció a Héctor Casañas, de 26 años, natural de Tamaimo y Guía de Isora. El 23 de marzo nació el pequeño Izan y seis días antes pasaba al ERTE el padre, que trabaja en Repuestos Uruguay. La cesárea programada que le practicaron a Esperanza en el Hospital de La Candelaria, dado que el bebé era prematuro y precisaba de cuidados intermedios, le obligó a recibir el alta 48 horas después del feliz acontecimiento. Recuerda sorprendida que ellos se trasladaron con mascarilla desde casa y al llegar a centro sanitario vieron total normalidad en la planta de Maternidad. Ya de regreso a su domicilio, en Adeje, realizaron el control con el pediatra, que prefiere que esperen en el coche y luego los avisan para que entren directos a la consulta, claro que a la ginecóloga solo la ha visto desde la puerta de la consulta, comenta la mamá, haciendo gala a su nombre y a pesar de que el acento sevillano pasa inadvertido; "depende de con quién haya hablado antes", advierte entre risas.

Pablo (23 de marzo). Apenas diez días después de que se decretara la alarma y por tanto el confinamiento para evitar el contagio por Covid-19 nació Pablo, el segundo hijo de Roberto y Elisabeth Hernández, dos docentes que tienen su domicilio familiar en Güímar. Elisabeth no oculta su satisfacción porque fue previsora y, cuando faltaban dos meses para el nacimiento de Pablo compró la canastilla para el pequeño; de hecho, dos semanas antes consiguió los peleles y la ropa para el recién nacido que, de no haberlo hecho con antelación y haber esperado a la última semana, le hubiera supuesto un contratiempo.

La llegada al hospital y la situación con la que se encontró fue "rara", porque "estás sensible y has pasado unos días previos de angustia porque tienes que ir al centro sanitario a dar a a luz". Cuando llegó, su pareja permaneció fuera esperando a que Elisabeth se pusiera de parto, aunque en la zona no había nadie. Justo cuando ya venía Pablo pasó su padre al parto que pudo vivir ese momento único y luego, después de las 24 horas, la familia regresó a su casa tras un feliz desenlace, sin complicaciones. De resto, acudió a la cita con la pediatra, sin que tuviera que hacer colas, si bien no la ha visto la matrona, que atiende solo por teléfono para evitar "visitas innecesarias", ajustadas a las normas y protocolos activados en esta época.

En este mes del nacimiento de Pablo al pequeño solo lo conoce su abuela paterna porque se trasladó al domicilio para ayudar a la familia, en especial cuando se fueron al parto, pues ella se quedó acompañando a su nieto, Víctor, de 7 años. Desde entonces, Roberto combina su dedicación como padre, ahora de dos niños, con su condición de docente en un etapa que obliga a los profesores a reciclarse y preparar nuevos contenidos y adaptarse a esta etapa de docencia telemática. Elisabeth lanza un mensaje de ánimo desde la experiencia. "Quienes estén pasando por esto no tengan miedo y confíen en las medidas de seguridad en este momento único: la llegada de una nueva vida al hogar".

Paula Sanabria Pérez (1 abril). Sara Pérez, de 35 años, se toma este tiempo con humor: "vivo una doble cuarentena". Según la previsión de su médico se cumplía el 20 de marzo, pero se retrasó a la semana 41 y cinco días, cuando decidieron inducirle el parto el día que fue a hacerse el que fue su último un registro y la decidieron ingresar. Tras la epidural, la pequeña Paula nació a la una de la tarde del miércoles 1 de abril, apenas seis horas después de que la llevaran a paritorio.

A Sara no le extrañó el día de nacimiento de su segundo hija, pues en su familia ellas son las reinas del 1: "Mi madre nació el 1 de julio; yo el 1 de agosto, mi hija Lucía el 1 de septiembre (cumple 20 meses ahora el día 1 de mayo) y Paula, la pequeña, nació este 1 de abril ".

La mamá por segunda vez es natural de Taco y las vueltas de la vida hicieron que en agosto de 2016 fuera a la Fiesta de la Rama, en Gran Canaria, al día siguiente visitara el Sur de la Isla y conoció a su pareja, Rubén Sanabria, de 34 años, que hasta antes de confirmarse el embarazo trabajaba en una empresa de productos lácteos. Tras el parto, ella cogió la baja en la empresa donde está contratada, Petrogas, de Disa, que se dedica al transporte marítimo de productos derivados del petróleo. Aunque acudía a la oficina, ya estaba acostumbrada al teletrabajo que se ha implantado por el confinamiento, pues estaba pendiente del móvil las 24 horas ante cualquier incidencia que se registrara.

Sara no oculta su desconsuelo porque la familia conoce al recién nacido solo a través de videollamadas, y también porque se están perdiendo este tiempo en el que su hija Lucía está jugando y empezando a hablar. "Es una alegría de niña", destaca, para precisar que eligieron llamarla Lucía porque es un nombre corto y que no se repite mucho en la familia. "Además, cuando nació tenía los ojos tan abiertos... lo que me confirmó que se tenía que llamar así".

Este tiempo de cuarentena es lo que más cuesta arriba se le hace porque la familia de Sara y Rubén es grande, y ponen de ejemplo que solo en el bautizo de Lucía se reunieron sesenta personas entre los abuelos, los tíos y sus parejas, así como los primos. Una gran familia. Sara recuerda que su pareja esperó por fuera de paritorio a que ella dilatara y, cuando fue a dar a luz, lo le pusieron la epidural y lo dejaron entrar. "Y menos mal, porque si me llega a ver antes se va", comenta con humor. Bastaron 24 horas para que le diera el alta precoz y se trasladara a su domicilio, cerca del Mercado Nuestra Señora de África, en Santa Cruz.

Al día siguiente acudió con Paula al centro de salud y sigue "fresca como una lechuga, como las Muñecas de Famosas", añade con optimismo y agradecida porque "tanto mis embarazos como mis partos son buenos".

Yarey Sevensuy Carballo Herrera (9 de abril). El jueves 9 de abril venía al mundo Yarey Sevensuy. Así, tal como y como está escrito. Yarey, es Yeray -el nombre del hermano de la mamá-, al revés. Y Sevensuy es el segundo nombre del papá.

En el seguimiento del embarazo, el médico calculó que Yadi Herrera se cumplía el 11 de abril, aunque finalmente se puso de parto dos días antes. Como residen en San Miguel de Abona, preveían que el alumbramiento se hiciera en Hospiten Sur, aunque cuando le dijeron que el bebé era pequeño y tal vez podría precisar de incubadora se plantearon acudir al Hospital Universitario de Nuestra Señora de La Candelaria. Finalmente, Yarey Sevensuy nació en Hospiten, donde Yadi llegó a las diez de la mañana con diez centímetros de dilatación; ya a las tres de la tarde tenía seis y... a las 18:55 horas se escuchó el llanto de Yarey Sevensuy en el paritorio del centro sanitario del Sur. Durante la dilatación le advirtieron a papá, Iván Sevensuy, que tendría que esperar fuera, hasta que llegó el parto y ahí estuvo el también para ayudar a su pareja, siendo testigo de excepción de este acontecimiento familiar en un momento histórico.

Yadi, la mamá -que el próximo mes de julio cumple 30 años- es la mediana de tres hermanos: el primogénito tiene 34 y el más pequeño, 19. Su pequeño es el primer sobrino y nieto para su familia, y sin embargo el tiempo de confinamiento les ha obligado a conocerlo a través de las videollamadas y fotos que les remite por móvil. Coincide que la pareja se trasladó hace unos dos meses a San Miguel por cuestiones laborales: el padre, Iván Sevensuy, trabaja en la construcción y, además, desde hace años, en el espectáculo que cada noche que ofrecía en el Castillo de San Miguel, donde destacaba por su habilidad con el volteo del caballo, se apresura a apuntar Yadi con voz de enamorada. Esta segunda actividad ha quedado suspendida de momento has’ta que se levante la cuarentena y regrese el turismo. La mamá, Yadi, que era vecina de la zona del Muñeco de Nieves, en la capital tinerfeña, trabajaba de camarera en el sector de la hostelería. Además de cuidar al pequeño Yarey Sevensuy, aprovecharán para planificar en este confinamiento un bautizo-boda. De momento, hay que esperar.

Enzo y Leia Rodríguez Gómez (16 de abril). Carolina Gómez reconoce que los primeros días de la maternidad fue una experiencia agobiante, dada la situación de primeriza y madre de mellizos, no por tradición familiar sino gracias a la reproducción asistida, por lo que todo se preparó como un parto normal. El domingo antes del jueves del alumbramiento acudió al Hospital Universitario de La Candelaria con tensión alta, por lo que se decidió ingresarla y durante los días sucesivos se intentó provocar el parto, hasta que finalmente el día 16 se le practicó una cesárea. Las primeras 24 horas con los bebés contó con la compañía y la ayuda de su pareja, María Isabel Rodríguez, si bien luego el personal sanitario le comentó que se tenía que apañar ella sola con Enzo y Leia hasta que recibió el alta al día siguiente. Ya en casa no le falta ayuda, pues junto a María Isabel también cuenta con los tres hijos de su pareja que colaboraran en el cuidado de los pequeños.

La mamá se felicita por haber realizado los preparativos con antelación. La semana antes de decretarse el confinamiento fue a un establecimiento de La Orotava a recoger el carrito, la cuna y las sillitas que había reservado.

Ahora, de baja por maternidad en su empresa de empaquetado de alimentación se pelea con la informática para dar de alta a los pequeños en el Registro Civil -trámite culminado- y la Seguridad Social, que aún se le resiste con las claves y firmas digitales que se requieren mientras quedan menos días para que la familia ya puedan visitar a los niños que hasta ahora solo han visto por videollamada.

Son la alegría de la vida.