Al igual que le ocurrió al Gobierno de España con el anuncio de la salida de los niños a la calle al Ejecutivo de Canarias le ha pasado lo mismo con el plan de desconfinamiento para las Islas. En principio, una buena noticia, al final un fiasco por la confusión, malinterpretación y lío montados. Un error, con consecuencias en la convivencia interna en el ya de por sí difícil equilibrio de un Gobierno de Canarias con cuatro partidos, cada uno con sus propias arritmias y pulsaciones, en ocasiones asimétricas, y con la obediencia debida al mando único en Madrid, que hay quien asume con más que una evidente incomodidad. Entre quienes se sientan en el consejo del Ejecutivo de Torres y, también, entre quienes están en el comité de emergencia contra el Covid-19.

A Canarias no le faltan motivos para presumir de unos datos optimistas en la lucha contra el Covid-19: menos de cien casos y 15 días con solo 12 positivos por cada 100.000 habitantes, 23 días consecutivos con un índice de contagio por debajo del uno por ciento, con un pico registrado entre el 25 y 27 de marzo, hace casi un mes, y con unos ingresos hospitalarios, UCIs y camas disponibles, muy por encima, de las exigencias marcadas por el Ministerio de Sanidad. Números y porcentajes suficientes como para empezar a levantar, aunque no toda, al menos un poco más que en el resto del territorio español la barrera del confinamiento.

Factores territoriales propios y singulares -fragmentación, insularidad, aislamiento, lejanía- de buena gestión al inicio -el éxito en el tratamiento del primer caso en La Gomera o el aislamiento del hotel en Adeje- y sanitarios - la favorable evolución de la pandemia en Canarias- combinan mal si al optimismo embriagador de estos elementos se agrega una dosis explosiva de singularidad política nacionalista cuando de lo que se trata es de mantener el sosiego y la templanza, de evitar transmitir a la población un relajamiento mal entendido o mal interpretado de las medidas de confinamiento.

A la opinión pública a lo largo de esta semana se le fue preparando para recibir una feliz noticia después de 40 días de reclusión: Canarias estaba en condiciones de empezar a ser el primer territorio de España es suavizar el estricto confinamiento como consecuencia de la pandemia. Una ventana de aire fresco en el enclaustrado y asfixiante ambiente del gabinete de gestión de esta crisis.

El presidente del comité de expertos en Canarias, el catedrático Lluís Serra Majem, pisaba ya el terreno para una salida anticipada. "Plan canario de desconfinamiento: salidas por horas y colectivos a partir del 27 de abril y primeras reaperturas turísticas en mayo". Lo escribió en Twitter el miércoles. Un resumen de sus declaraciones ese mismo día a Canarias Radio en las que defendía el inicio de la desescalada a partir de mañana. Mientras, también el miércoles, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, sacaba con sufrimiento en el Congreso de los Diputados la extensión del estado de alerta. En frente, los nacionalistas vascos y, sobre todo, los catalanes presionando para no esperar hasta el 9 de mayo y empezar ya a suavizar el confinamiento. Canarias, País Vasco y Cataluña, alineados.

El Gobierno de Canarias empezaba a trasladar también su propósito de que a partir del lunes en las Islas se aplicara un régimen más laxo en las salidas. Había un plan. Un plan detallado, argumentado, razonado, basado en criterios científicos, escalonado, sobre las actividades, negocios autorizados y exenciones. Se estaba disponiendo a la población para que asumiera que Canarias era una excepción. Un territorio diferente. No dejaba de ser una línea argumental ya marcada por el propio presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, el domingo anterior cuando dijo: "si nos quedamos en casa, será el hambre el que acabe con nosotros". El plan acabó antes de tiempo en los medios de comunicación. La presentación estaba prevista para el viernes, pero en las ediciones digitales ya se informaba el jueves de lo que se esperaba para Canarias a partir del lunes: hoy Torres informaría al Ejecutivo de Pedro Sánchez, en su cita semanal por videoconferencia con los presidentes autonómicos, de que a partir del 27 de abril se iniciaba la desescalada parcial del confinamiento en el Archipiélago. Un proyecto propio para las Islas. ¿Por qué no? En La Graciosa, ningún caso. Y otras, como El Hierro y La Gomera, se consideran en la práctica ajenas a nuevos contagios.

Demasiado tarde ya para frenar el entusiasmo. Se dio por hecho que el plan se aprobaría. Que se había tratado con Madrid. Que el Ministerio de Sanidad había dado el visto bueno. Que solo era un trámite. Si no ¿para que se anunciaba el inicio del mismo para mañana lunes, 27 de abril? "No tiene sentido esperar por otras comunidades que están peor que nosotros", palabras del presidente del Gobierno de Canarias el mismo viernes en una comparecencia pública extraordinaria junto a Lluís Serra Majem para presentar el proyecto especial para el Archipiélago.

Es cierto que, aunque Canarias clamaba por salir ya a la calle por sus peculiaridades condiciones en la contención de la pandemia y el bajo ritmo de contagios, tampoco se ocultó de que quedaba solo un último paso: el permiso del ahora todopoderoso ministro de Sanidad, Salvador Illa. Torres lo sabía. Olfateaba que no estaba todo hecho. Ni cerrado. Y sin que pareciera una desautorización a su presidente del comité de expertos, Lluís Serra Majem, en su comparecencia del viernes dijo: "Esto no comenzará el 27 de abril, frente a lo que algunos han podido leer o recibir". El responsable de transmitir esa fecha, el 27 de abril, fue Serra Majem dos días antes, pero Torres se cuidó de amonestarlo en público. Lo tenía al lado. A dos metros.

Esto pasó más o menos desapercibido, como también lo que dijo el propio Torres sobre el plan: no era definitivo, detallaba fases y no semanas en el calendario, y el Gobierno de España podía cambiarlo o modificarlo. La rueda de prensa de Torres y Serra Majem se programó para que llegara, a las 14.30, al informativo de la Televisión de Canarias. Máxima audiencia.

No hace falta ser un especialista en comunicación política para, con un mínimo de sentido común, entender el riesgo de anunciar un plan cuyo recorrido no controlas porque no depende de Canarias, sino de Madrid. Y porque, y es lo más importante, el Ministerio de Sanidad no tenía ningún propósito de tratar al territorio canario como algo singular en el estado de alerta decretado hasta el 9 de mayo.

El viernes por la tarde, horas después de la extensa comparecencia de Torres y Majem, en la que se informó con amplitud, en detalle, de manera pormenorizada, del plan especial para Canarias el ministro de Sanidad se reunía con los consejeros autonómicos por videoconferencia. No había luz verde al proyecto del Gobierno de Canarias. Un jarro de agua fría. Madrid dirigirá el proceso de desescalada y por el momento no había fecha precisa para que las Islas empiecen por cuenta ajena su desconfinamiento.

Canarias se ilusionó unos días con salir, pero la puerta se cerró de golpe. Se planifica un plan, se expone en público y se le da una amplia difusión. Si el proyecto tenía tantas dependencias externas, si estaba tan condicionado a lo que dijera Madrid, entonces ¿para qué se expuso y arriesgó tanto Torres con un proyecto del que no tenía todas las garantías del Gobierno de España de que saliera adelante? ¿para qué se crearon falsas expectativas e ilusiones?

Hay que seguir la pista a Nueva Canarias. El vicepresidente del Gobierno, Román Rodríguez, ha escrito las primeras líneas con las que seguir la trama: "estoy convencido de tenemos argumentos de sobra para defender el resultado de un trabajo científico y riguroso por el bienestar de nuestra gente con garantías sanitarias". Es lo que escribió el viernes antes de conocer el "no" como respuesta oficial del Ministerio de Sanidad.

El portavoz de NC en el Congreso de los Diputados, Pedro Quevedo, siguió ayer con el relato, con más detalles, con más argumentos: "Esta pandemia no pude ser una excusa para el ordeno y mando de Madrid. No aceptaremos imposiciones sobre el plan canario de desconfinamiento. Tenemos datos y argumentos serios para un plan que palíe el daño de esta crisis a nuestra gente. No aceptamos que los errores de Madrid se impongan en Canarias".

La pandemia vuelve a enredar al Gobierno de Canarias. No solo por NC. También entre cargos socialistas se entiende mal lo ocurrido: no se obtiene ningún rédito sobre un esperanzador plan, muerto antes de nacer, que confunde a la población, con un riesgo de desafección alto ante Madrid. Si se vendieron los parabienes del proyecto ¿cómo se entiende entonces que el Ministerio no autorice a Canarias a implantarlo? Y sobre todo, ¿quién saca rédito político de esta nueva escalada de tensión con Madrid?

El plan de desescalada de Canarias queda así enclaustrado. No sus consecuencias.