El 26 de abril de 1920, en el museo Smithsonian de Historia Natural de Washington, los astrónomos Harlow Shapley y Heber Curtis se reunieron públicamente para discutir sobre una de las preguntas más intrigantes que el ser humano se puede hacer: ¿cuál es el tamaño del Universo?

En particular, la cuestión era discutir sobre la naturaleza de una serie de nebulosidades extrañas, desconocidas en aquella época, que se empezaban a ver en las imágenes astronómicas. Esto dio pie a dos hipótesis sobre su naturaleza. O formaban parte de la Vía Láctea (recordemos, todo el Universo conocido en aquella época) como defendía Harlow Shapley, o estaban fuera de ella como defendía Heber Curtis.

El formato del Gran Debate entre Shapley y Curtis consistió en una primera defensa pública de cada astrónomo sobre su teoría de la escala del Universo, seguida de una discusión entre ambos al final del día. Shapley defendía que estas nebulosidades se encontraban dentro de la Vía Láctea pues, si no, su tamaño y distancia implicarían que el Universo tenía un tamaño inconcebible para la época. Mientras Curtis justificaba que sí, que se encontraban separadas y que efectivamente esas eran las distancias en el Universo: cada una de esas nebulosas era un "universo-isla".

Las implicaciones de una u otra teoría eran enormes. Hoy sabemos que la interpretación correcta es la segunda: estas nebulosidades espirales que se empezaban a ver no son otras sino las galaxias, "islas de estrellas", que se encuentran a distancias enormes, separadas de nuestra Galaxia por un vasto vacío. Así, hoy sabemos, sin lugar a dudas, que el tamaño del Universo es de una escala inimaginable para el ser humano.

Lo curioso es que en las semanas posteriores al evento, y al más estilo pugilístico, se decía que Shapley había ganado el debate. Sin embargo, tiempo después se confirmó que una de las evidencias científicas que usó para defender su modelo estaba equivocada. Por tanto, el tiempo acabó dando la razón a Curtis.

Hoy en día, después de cien años desde el Gran Debate, hemos alcanzado un nivel de conocimiento en cosmología impresionante. Sabemos que existen, como poco, miles de millones de galaxias, contenidas en un Universo que tiene un diámetro de al menos 93 000 millones de años-luz (donde un año-luz corresponde a 9,46 billones de kilómetros) según las distancias a las galaxias más lejanas que conocemos, aunque, y esto todavía es una incógnita, podría ser infinito en su extensión. Además sabemos que el Universo se expande: la distancia entre todas las galaxias es cada vez mayor y, por tanto, si hacemos un ejercicio mental hacia el pasado, en un momento de su historia toda la energía y materia del Universo estuvieron confinadas en un volumen muy pequeño, lo que comúnmente se llama el Big Bang. En tan solo cien años nuestro entendimiento del Universo pasó de un modelo en el que había una única galaxia, con un tamaño limitado, a otro modelo donde no existen, que se sepan, límites conocidos a su extensión.

Para terminar, una nota en defensa de Harlow Shapley. En ciencia no todo es negro y blanco. hay que decir que Shapley era un gran astrónomo y que proponer hipótesis y defenderlas, aunque luego resulten equivocadas, es parte natural del proceso científico. Realmente, en aquella época, no había evidencias fuertes para pensar que las galaxias estuvieran fuera de la Vía Láctea. Además, aunque Shapley considerase que el tamaño del Universo era mucho más reducido, situaba al Sol en uno de los extremos de la Vía Láctea, mientras que en el modelo de Curtis el Sol estaba en el centro. Hoy sabemos que la teoría correcta en este sentido era la de Shapley. Así que ni la teoría de Curtis era 100% correcta, ni Shapley estaba 100% equivocado. Cualquier modelo teórico, especulativo, por muy equivocado que esté en sus hipótesis, si es una teoría bien fundamentada y ajustada a las observaciones, es un ejercicio creativo del que podemos igualmente aprender muchas cosas.

* Aurelio Carnero Rosell nació en Santa Cruz de Tenerife. Su formación académica incluye la Licenciatura en Física por la Universidad de la Laguna y el Doctorado en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid. Tras seis años en el Observatorio Nacional de Río de Janeiro (Brasil), actualmente trabaja como investigador postdoctoral en el Centro de Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) en Madrid dentro de la colaboración internacional del Dark Energy Survey, un cartografiado de galaxias diseñado para estudiar la energía oscura, el misterioso efecto que está acelerando la expansión del Universo.

Sección coordinada por Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez