Los residentes de Wuhan vuelven a las calles y la ciudad, a los atascos, pero la prevención sigue siendo máxima: la nueva normalidad conlleva el uso obligatorio de mascarillas, códigos sanitarios en los móviles y guardar la distancia de seguridad con otras personas. Cada vez son más quienes se animan a pasear, hacer recados y consumir en las calles de esta urbe de 11 millones de habitantes que anteayer recuperó su libertad tras más de dos meses completamente sellada.

En la calle Lihuangpi, que forma parte de la antigua concesión colonial de Hankou, un empleado acaba de subir la persiana de la cafetería en la que trabaja. Adornada con motivos modernistas europeos, este café solía dar cobijo a miles de personas que lo abarrotaban hasta bien entrado el día. Aunque el establecimiento no está oficialmente abierto, ya es posible entrar y tomarse algo dentro. "Cuando todo vuelva a la normalidad, la gente volverá a consumir como de costumbre. Creo que la gente joven no tendrá traumas ni nada por el estilo, pero para la gente más mayor va a ser diferente", comenta el empleado. Uno de sus clientes ayer es Joshua, un británico que se quedó encerrado en la ciudad durante los meses de confinamiento. Ahora su comunidad de vecinos le permite salir dos horas cada día, que aprovecha para montar en bicicleta, airearse y tomarse un café. Cuenta que ha sido muy duro estar aislado, que le llevó a la desesperación varias veces, en parte por ser el único extranjero en su edificio. Antes de que la ciudad cerrase, él y su amiga china salían con el coche para tratar de comprender la situación y pasaban cerca de los hospitales.