Delfines jugando divertidos en el puerto de Santa Cruz, tiburones nadando en la tranquilidad del mar en calma del Porís de Abona, ballenas que se aventuran a saludar a los palmeros, una rara flor tropical naciendo en condiciones artificiales y unos floridos tajinastes blancos nos muestran que la naturaleza continúa su curso, a pesar de que la sociedad se haya parado. Todas son imágenes que igual hubieran pasado desapercibidas con el continuo traqueteo de la sociedad moderna, pero cuando el mundo se encuentra totalmente detenido, cualquier movimiento natural sorprende, entusiasma y emociona.

Una situación que, a su vez, ha llevado al equívoco de pensar que tiene alguna relación clara con nuestra nueva e impuesta forma de vida. Es cierto que los contaminantes locales se han reducido considerablemente, especialmente aquellos que emanan del rugir del motor de los coches o del vaivén de aviones en el espacio aéreo, pero la disminución de la contaminación local no está teniendo -ni parece que lo vaya a tener en un tiempo tan reducido- un impacto directo en la contaminación global. Los datos recabados en los últimos días demuestran que la cantidad de dióxido de carbono acumulado en la atmósfera no se ha reducido ni un ápice en estos días. Por lo tanto, el calentamiento global sigue su curso sin descanso y con él, el cambio climático.

No, la cuarentena no ha provocado que la naturaleza "recobre su espacio". Y, aunque algunos animales han aprovechado que los humanos han dejado de rondar ciertos espacios para aventurarse a jugar o comer más a las urbes, la realidad es que con el confinamiento ahora tenemos más tiempo para recrearnos en estos fenómenos. Algo que finalmente repercute en que seamos más conscientes de la vida que existe a nuestro alrededor. Aunque siempre haya estado ahí.

Una flor nace en la adversidad

Uno de los casos más curiosos que ha ocurrido esta semana es el de la floración de la primera orquídea de Darwin en Canarias. Se trata de un experimento personal de los botánicos Wolfredo Wildpret y Victoria Eugenia Martín. Ambos llegaron hasta el jardín sostenible ubicado en las Pirámides de Güímar. Concretamente lo hicieron en un jardín especial donde querían plantar flores tropicales, que requeriría establecer unas condiciones artificiales similares a la de estos lugares.

"Hace unas dos semanas empezó a dar señales de que iba a florecer", explica Wildpret, que señala que desde entonces no se ha podido controlar exhaustivamente más por el confinamiento que emana del estado de alarma. Pero hace unos días tanto él como Martín se llevaron una sorpresa al ver que efectivamente el espécimen había florecido. "Dentro de las desgracias hemos tenido esta suerte", remarca el investigador. El jardín ahora mismo está cerrado al público, pero Wildpret espera que "con suerte" la orquídea pueda aguantar hasta junio para que el público pueda contemplar este hito botánico.