"Los países que salieron antes de la crisis fueron aquellos que invirtieron en ciencia, pero temo que se vuelva a repetir lo que ocurrió en 2008". Es el sentir de la investigadora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) Elena Carretón. Pero también el de otros tantos científicos que hoy pasan la cuarentena tratando de sacar adelante el trabajo aún sin poder coger muestras, tomar datos, fabricar nuevos productos o, simplemente, experimentar.

Porque, a pesar de que se le esté dando una relevancia especial a la ciencia con motivo de la crisis del Covid-19, las investigaciones que no giran en torno a la pandemia temen ser relegadas aún más a un segundo plano cuando todo acabe. No es la única situación que levanta recelos entre los investigadores canarios, también lo es la duración del confinamiento. Si se posterga demasiado el estado de alarma, muchas series temporales para las que es necesario tomar datos periódicamente quedarán incompletas, las muestras de otras investigaciones podrían caducar y los investigadores más jóvenes asumen ya que perderán sus contratos.

De momento, la mayoría de investigadores -excepto los del Covid-19- se han quedado en casa buscando la manera de no perder este valioso tiempo. "Estamos haciendo lo que en el día a día nos es imposible hacer", explica el sismólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN) Ithaiza Domínguez, que, como sus compañeros estos días, se dedica especialmente a redactar artículos científicos, contestar correos, tutorizar tesis doctorales y debatir online con sus colegas de profesión.

1. Javier González (físico).

El cristalógrafo Javier Rodríguez ha pasado de medir cuánto y cómo cambian los átomos en un material cuando se le presiona a suspender toda su actividad experimental para poder cumplir el confinamiento. Ahora aprovecha este tiempo para ordenar el conjunto de datos que había tomado hasta el momento. "Aburrido no estoy", admite el investigador de la Universidad de La Laguna (ULL), que, no obstante, admite que ha tenido que olvidar muchos proyectos que había organizado a corto plazo. Y es que el estado de alarma le ha impedido viajar hasta Francia, donde iba a realizar una estancia para poder recabar más datos y así completar su proyecto. Eso sí, la distancia no le ha impedido verse con sus compañeros de forma virtual, con los que incluso ha organizado un congreso online. Sin embargo, González ve con preocupación la salida de la burbuja epidémica. "La experiencia nos dice que siempre somos los mismos los perjudicados", lamenta el físico, que espera "sin un fisquito de duda" un próximo recorte, de nuevo, en la ciencia.

2. Elena Carretón (veterinaria).

Su trabajo no ha cambiado demasiado. Como afirma, suele pasar gran parte de su jornada laboral "delante de un ordenador". Pero Elena Carretón, afiliada a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), sabe que esta situación de aislamiento no puede convertirse en habitual porque la ciencia empezará a tener problemas. La veterinaria se dedicada a estudiar cómo se transmite la filaria entre gatos y perros. Su trabajo además está orientado a conocer cómo ese parásito que tanto daño provoca al corazón de las mascotas puede estar influyendo en la población canaria. Para Carretón la peor parte del confinamiento la están sufriendo los investigadores predoctorales. "Su trabajo es de recogida de datos y experimentación, y junto a la limitación de sus contratos, se encuentran en un limbo", explica Carretón. También ella, que vivió la crisis de 2008, se muestra escéptica ante el entusiasmo que los dirigentes están mostrando hacia la ciencia y considera que esta vez "volverá a ser la gran perjudicada".

3. Anthea Santos (neurocientífica predoctoral).

Como doctoranda, para Anthea Santos el no poder acceder a su puesto de trabajo lo está notando directamente en la continuación de la planificación que seguía el Instituto Universitario de Neurociencias de la ULL y, concretamente, a la realización de tesis doctorales. "Se nos han quedado experimentos en marcha que no hemos podido continuar y que suponen un gran atraso en la obtención de resultados y muchos de nosotros nos encontramos en la fase final del doctorado", explica la investigadora, que añade que el colectivo de afectados, los científicos más jóvenes se están poniendo en contacto con los sindicatos para "que se tomen medidas al respecto" y con el objetivo de que se prorroguen todos los contratos predoctorales el tiempo que dure el estado de alarma, ya que la paralización de la tesis durante tantos meses supone no solo no poder presentarla en el tiempo estipulado, "sino quedarnos fuera de convocatorias postdoctorales a nivel internacional".

4. Ithaiza Domínguez (sismólogo).

Las campañas que el Instituto Geográfico Nacional (IGN) iba a llevar a cabo los próximos meses están totalmente suspendidas. En estos meses no se va a poder investigar la geología ni la geoquímica de nuestras islas, tampoco determinar finalmente qué tamaño tiene el Teide en realidad. Como sismólogo, Ithaiza Domínguez no es de los más perjudicados de su instituto, pues ahora dedica sus días a recabar los datos que las estaciones sismológicas siguen recibiendo de forma automática y a escribir esos artículos científicos que se habían ido quedando en el tintero. Concretamente, como explica, va a escribir un artículo sobre la sismicidad de Tenerife durante los últimos 20 años y otro sobre los movimientos sismológicos "peculiares" del último lustro, como los enjambres que han ocurrido cerca del Teide. "Si este parón es de unos pocos meses no pasará nada, el problema ocurrirá si se demora demasiado porque no se podría hacer ciencia", sentencia Domínguez.

5. Dolores Pérez (oceanógrafa).

Quizás la investigación del océano de Canarias sea una de las más perjudicadas por el parón del Covid-19. Ya a principios de año los oceanógrafos tuvieron que enfrentarse al retraso de su campaña de febrero -solo pueden hacer dos al año- como consecuencia de un fallo burocrático a nivel nacional que afectaba a la salida de los buques. Se había arreglado, tenían una nueva fecha en el calendario: Semana Santa. Sin embargo, la crisis del Covid-19 ha sido suficiente para eliminar toda esperanza de recabar datos y hacer muestreo del mar canario este primer semestre del año. Dolores Pérez, oceanógrafa de la ULPGC, estudia las corrientes marinas a través de imágenes de satélite, midiendo su temperatura y salinidad. Durante estos días solo puede dedicarse a escribir artículos científicos, impartir docencia y revisar el nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Su trabajo de campo está totalmente paralizado y aún muestra dudas respecto a las posibilidades de embarcar en octubre cuando está prevista la próxima campaña. Sin embargo, su mayor preocupación sigue la estela de sus compañeros de profesión: "la ciencia siempre se para cuando hay crisis".