Italia acaba de permitir, con el rechazo de algunas regiones, que los niños salgan a la calle, cerca de sus casas, para dar un paseo corto acompañados de un progenitor. Hace unos días, el presidente de Aragón, Javier Lambán, pidió una medida similar a Pedro Sánchez. No tuvo éxito. Muchas voces autorizadas -como las autoras Silvia Nanclares y Esther Vivas o el profesor universitario César Rendueles- están haciendo hincapié en el adultocentrismo que rige al Gobierno, incapaz de nombrar una sola vez a los millones de niños y niñas que siguen encerrados en sus casas. Preguntado por la posibilidad de que los padres -al igual que los propietarios de las mascotas- puedan dar un corto paseo con sus hijos mientras dure el confinamiento por el coronavirus, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, dijo la semana pasada que no. Aunque usó otras palabras: "Es importante cumplir con las medidas. Sabemos que es un esfuerzo y que alteran la cotidianidad, pero si no supiéramos que son necesarias no lo haríamos".

El mensaje político está claro. Con la excepción de los que tienen "alteraciones conductuales o diagnóstico de espectro autista", los niños españoles seguirán en casa las 24 horas del día. ¿Nos estamos jugando su salud física y mental? No, según la medicina y la psicología. Hablamos, que conste, de niños sanos. Niños sin carencias económicas ni afectivas. Niños de clase media, que viven en casas con ventanas por las que tomar el sol directo o, simplemente, la luz. Niños que reciben tiempo, atención y cariño por parte de sus progenitores. Si los adultos gestionan bien esta crisis sanitaria sin precedentes y no convierten su casa en una trinchera infinita de ansiedad y estrés, los menores saldrán de esta hazaña con pocos rasguños. O ninguno.

"Si hay un órgano que sirve para adaptarnos es el cerebro. Y si un cerebro sirve para adaptarse es el de un niño sano", afirma la médico, pediatra y neuropediatra María José Mas, toda una autoridad del neurodesarrollo y autora de 'La aventura de tu cerebro'. "A nivel físico no les va a pasar nada. No se van a atrofiar ni nada parecido. El único problema físico que pueden tener es el insomnio, provocado por la ansiedad o las pesadillas. Por eso hay que reducir la tensión en el hogar. Sin mentirles, por supuesto. Los niños son listos, se adaptan y entienden las circunstancias. Ahora mismo, lo normal es estar preocupado. Lo natural es que todo esto que estamos viviendo nos repercuta en la salud emocional. Pero si nosotros, los adultos, ahora lo gestionamos bien después nos irá mejor. Repercusiones habrá, pero serán más leves si procuramos llevar bien el confinamiento. Si los padres lo gestionan con relativa calma, los niños también".

Quedarse en casa

Quedarse en casaNo poder salir de casa es muy duro. Pero la doctora Mas recuerda que los niños son el principal vector portador, la mayoría son asintomáticos y es muy fácil que contagien por accidente. "Hay mucho que criticar respecto a la gestión de esta crisis por parte de las autoridades políticas. Pero, aunque tarde, las decisiones que se han tomado son las correctas. Una epidemia solo termina cuando el virus no tiene nadie más a quien contagiar. Y para eso hay tres opciones: tener una vacuna o que toda la población esté contagiada o separar a los infectados de los que no lo están. Teniendo esto claro, te quedas en casa. Los niños, también. ¿No añadiría estrés a las familias sacar a los peques diez minutos a la calle sin soltarles la mano, sin dejarles tocar nada, sin que corran y con un agobio máximo diciéndoles muchas veces el cuidado que deben tener?", se pregunta la especialista, responsable del área de Neuropediatría de la Xarxa Sanitaria i Social de Santa Tecla.

"No subestimemos la capacidad de adaptación del ser humano", añade la psicóloga de familia Agnès Brossa (autora de 'Em dic Joan i crec que sóc dolent', Eumo Editorial), que, sin embargo, sí que destaca el agravio comparativo que supone el hecho de que los propietarios de perros puedan sacar a sus mascotas a la calle. "Sí veo positivo ese minipaseo, una especie de 'break' del confinamiento. Dicho lo cual, hay que recordar a los padres que si ellos tratan de llevar bien el encierro no habrá consecuencias en la salud psicológica de sus hijos. Hagamos actividades sencillas con ellos, ordenemos armarios, montemos puzzles o juguemos al parchís. Y dejemos también que se aburran. No pasa nada porque se pasen un rato tumbados en la alfombra mirándose un pie".

El neuropsicólogo y divulgador Álvaro Bilbao, que también es padre y autor de 'El cerebro del niño explicado a los padres' (Plataforma Actual), está convencido de que, a largo plazo, el encierro no tendrá secuelas psicológicas significativas en los menores. Pero añade: "Lo que va definir su bienestar psicológico va a ser la actitud de los padres". En tiempos de coronavirus, la máxima autoridad no debería ser la política ni la educativa sino la sanitaria, resalta. "El otro día escuché a una viróloga decir que sería un riesgo muy grande dejar que los niños salgan a la calle. Me lo creo a pies juntillas", explica el experto, que sí aplaude la posibilidad legal de que los menores con Trastorno del Espectro Autista (TEA) puedan salir a pasear.

Otra preocupación de los padres es la falta de sol en los pequeños. Los médicos dejan claro que no hace falta suplementos de vitamina D. Bastan unos minutos al sol directo (cuidado si pega fuerte) -o la luz de la ventana- y dieta adecuada.