Según testimonio recogido de un compañero, maestro majorero de familia afincada en Vallebrón (La Oliva), cuando de niño cuidaba de las cabras con su familia, para entretener el tiempo dibujaban un tablero en el suelo de arena o sobre una laja, con una piedra caliza, para jugar al "Abanico". Utilizaban como fichas pequeñas piedras redondeadas o incluso chuchangas, muy frecuentes en el jable. Este solitario debe su nombre a que se juega sobre un tablero que recuerda a un abanico, con dieciséis intersecciones donde se colocan las fichas. Para comenzar se colocan piezas en todas las posiciones menos en una cualquiera de ellas, y mediante movimientos consecutivos de saltar y comer, a lo largo de las líneas, se deben eliminar todas las fichas excepto la última, de manera similar al Solitario Inglés. Aunque algunos autores utilizan el término de "juego canario", a nuestro juicio esa terminología no es correcta. En el archipiélago encontramos principalmente variantes de juegos ya conocidos, que llegaron a través de viajeros que por estas tierras recalaron. En las exposiciones que residen en la Casa Museo de la Matemática Educativa, en La Laguna, pueden ver dos ejemplares de este solitario, y en la revista NÚMEROS nº 68 encontrarán referencias a juegos similares.