"Allá arriba están los hombres de los trajes blancos", precisa un vecino de La Matanza de Acentejo al que pregunto si ha visto a los componentes de la Unidad Militar de Emergencias que ayer estaban actuando en una residencia de mayores. "¡Parecen astronautas con esas mascarillas y los aparatos que llevan en la espalda!", incide antes de reanudar la marcha por una empinada cuesta que conduce a la calle Real.

Dos autobombas y un vehículo ligero marcan el punto exacto en el trabaja la UME. El brigada Turrumblut Cardona supervisa la parte final de un operativo que lidera el sargento primero Serantes Álvarez, responsable de este servicio. Desde la acera se distingue la presencia de unos ancianos a los que han trasladado hasta una zona segura y, sobre todo, alejada del área que se está desinfectando.

"Este es un servicio algo más delicado porque, además de ser un espacio cerrado, está ocupado y tenemos que tomar una serie de medidas antes de empezar esparcir el producto", cuenta sobre el material que se va a usar en el edificio. "Unos llevan unas aspersores más potentes que utilizamos en los pasillos y zonas externas y otros unos difuminadores con los que actuamos en baños, cocina, despachos, habitaciones... De lo que se trata es de aplicar la disolución de hipoclorito de sodio en aquellas superficies que están en contacto con las personas que residen y trabajan en el inmueble, es decir, barandillas de escaleras y balcones, interruptores, mesas y sillas, pomos de puertas y ventanas. Todo lo que pueda resultar sospechoso a primera vista".

El suboficial José Enrique Serantes Álvarez resume los pasos a seguir en cuanto el personal sociosanitario ratifica que todas las personas están confinadas en un lugar fuera de peligro.

Equipos de diez personas

"El trabajo en este tipo de centros (residencias de mayores) es más exigente y lento", explica el responsable de una tarea que está movilizando a una decena de hombres por cada servicio. "Hay que ir paso a paso, aplicar el producto con cuidado y echarlo de manera selectiva para que no caiga en la ropa o colchones". Una vez ha concluido la operación se abre una espera de 20 minutos antes de avisar al personal de limpieza que ya puede actuar sobre las zonas en las que se ha arrojado el líquido. En cuanto se verifica que no hay gotas sospechosas que puedan quedar al alcance de los inquilinos se autoriza el acceso a las instalaciones.

Los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias con base en el cuartel de Los Rodeos han tenido que modificar su programación semanal para poder atender esta crisis en plenas condiciones -hacen turnos de cuatro jornadas semanales y estamos operativos, salvo una causa mayor, entre las ocho de la mañana y las ocho de la tarde- y en la totalidad del Archipiélago. Sin esconde la dureza de unas jornadas que están siendo interminables, el sargento primero Serantes Álvarez confirma que el ánimo de los hombres sigue intacto. "Estamos obligados a aguantar hasta el último día; no queda otra", comenta antes de dirigirse a uno de los camiones en el que ya esperan sus compañeros.