Ni forma parte de un experimento del Gobierno estadounidense ni es un arma biológica manipulada genéticamente en un laboratorio para acabar con la humanidad. El Sars-Cov2, el virus que provoca el Covid-19, lo creó la naturaleza. Así lo ha ratificado una investigación publicada el pasado martes en la revista Nature que trata de evaluar el posible origen de este virus, cuyas características solo puede explicar la selección natural.

Este estudio liderado por el Departamento de Inmunología y Microbiología del Scripps Research Institute, ubicado en Estados Unidos, plantea dos posibles orígenes del virus pandémico que explican su alta tasa de infectividad y propagación y desestiman totalmente su posible origen como arma biológica. "Es improbable que el Sars-Cov2 haya emergido de un laboratorio manipulando un coronavirus del tipo Sars", explican los firmantes del estudio, que señalan que este ha logrado "optimizar su respuesta para unirse a la proteína humana ACE2" (la que se encuentra en las células de los pulmones) de una forma mucho más eficiente que la que se podría haber predicho con los modelos anteriores.

De ahí que los investigadores propongan dos posibles orígenes de la mutación: por un lado, que haya mutado para adquirir estas características justo antes de la zoonosis, esto es, justo antes de pasar del huésped puente a los humanos, o, por otro, que lo haya hecho durante las primeras infecciones silenciosas entre humanos.

El virus ha logrado, por medio de la selección natural, adquirir dos características que le han permitido perfeccionar la infección en humanos. Por un lado, una especie de caballo de Troya que le permite diseminarse con mayor facilidad -sitio de corte polibásico-y una mutación en su proteína "llave" -la proteína de espícula (S)-, que le permite encajar a la perfección con las células humanas.

El Sars-Cov2 produce una proteína que cuenta con ese sitio de corte polibásico, que reconocen las proteínas humanas y las cortan en trozos, pensando que así acabarán con el virus. Pero lo que consiguen es el efecto contrario. Todas esas pequeñas proteínas víricas acaban diseminándose, en lugar de desaparecer. De ahí la alta tasa de contagio del microorganimo.

En el caso de que el virus haya mutado en su reservorio animal, este tendría que tener dos características. Por una parte, que "la población del animal huésped tenga una alta densidad" para lograr que la selección natural proceda eficientemente. Y, al tiempo, ese animal huésped debe tener los mismos genes que los humanos para decodificar los receptores ACE2. El estudio vuelve a resaltar la figura del pangolín como posible huésped puente entre los animales y los humanos, ya que contiene coronavirus muy similares al Sars-Cov2 con prácticamente las mismas mutaciones en su proteína S. No obstante, el estudio vuelve a afirmar que "no hay un coronavirus animal identificado que sea suficiente similar al que produce el Covid-19 como para ser su progenitor directo". Cabe recordar que el Sars de 2003 solo comparte el 80% de su código genético con este nuevo patógeno. La otra teoría que manejan los investigadores es que haya logrado sus características biológicas adaptándose genéticamente, saltando entre los primeros humanos infectados, que no tuvieron síntomas o fueron muy leves, y que, al principio del brote, no sabían si quiera que estaban contagiados y eran reservorios de esta enfermedad.

Los investigadores acaban haciendo hincapié en que existen muchas dificultades para comprobar estas dos teorías, pero asumen que la obtención de secuencias virales de animales puede ser "definitivo" para revelar los orígenes exactos de esta nueva patología. No se debe olvidar que entender detalladamente cómo este virus ha saltado entre especies para infectar a humanos, "puede ayudar a prevenir posibles futuros contagios zoonóticos".