La mal llamada gripe española mató entre 40 y 100 millones de personas en todo el mundo hace 102 años. Se desarrolló con toda su virulencia entre 1918 y 1919, justo al final de la I Guerra Mundial, en la que solo murieron nueve millones de seres humanos. Las cifras permiten comparar y entender la importancia de la pandemia. Canarias se salvó por su aislamiento y, como consecuencia, por las cuarentenas impuestas a todo lo que entrara desde fuera, personas o mercancías. El tráfico marítimo fue restringido y por eso la gripe llegó con retraso a las islas, donde las condiciones climatológicas atenuaron posteriormente sus efectos. La epidemia no tuvo de española más que el nombre, Pasó así a la historia porque, al ser un país neutral y no estar sometido a la censura de guerra, la prensa nacional de la época la trató con mayor trascendencia que la del resto de Europa y del mundo.

Canarias y también Baleares se mantuvieron al margen de la primera oleada de la gripe, entre mayo y junio de 1918, por la enorme reducción de los flujos marítimos asociada al cierre de los mercados europeos y a la amenaza de los submarinos alemanes.

El segundo repunte de la epidemia, mucho más virulento, llegó entre agosto y diciembre. Mientras hubo provincias con tasas de mortalidad de 127 por cada 10.000 habitantes en Canarias -provincia única hasta 1927- no pasaron de 5,4.

En esta segunda fase, el Archipiélago balear ya tuvo una mortandad similar a la de la Península mientras el canario mantuvo sus índices muy bajos.

Los expertos lanzan la hipótesis de que el motivo fueron "las condiciones meteorológicas determinadas y las características de la población isleña". Ambos factores, apuntan todas las teorías, "limitaron la transmisión y la gravedad del virus pandémico".

Debió llamarse americana

En realidad la gripe debió tener el apellido de americana pues surgió en suelo estadounidense, según las fuentes a consecuencia de las condiciones de hacinamiento de algunos campamentos militares. Luego, sus tropas en la Gran Guerra la trasladaron al continente europeo. Para evitar su propagación, además de fármacos y medicamentos, fueron claves la promoción de una buena higiene personal, el aislamiento de los afectados, la cuarentena y el cierre de lugares públicos. Si bien estos métodos ayudaron a contener la enfermedad en algunos casos, los costos sociales y económicos fueron muy elevados. Mucho menos en proporción en Canarias.

Alfonso Ferrer, investigador, hace referencia en su blog a episodios que demuestran como los puertos, un factor clave en la dispersión del virus, fueron estrictamente controlados. Igual que los cuarteles. Canarias tenía una experiencia histórica, y la aplicó con la gripe española, en frenar las epidemias con el más eficaz y a veces único sistema posible: las cuarentenas.