Con una sonrisa de oreja a oreja, el alemán Peter Shulman muestra su recién expedida alta hospitalaria a las afueras del H10 Costa Adeje Palace. "Soy libre y estoy limpio", afirma sin esconder su emoción justo después de tomarse la temperatura por última vez. Ese control médico se ha convertido en parte de su día a día, pues lo ha seguido cada día a las ocho de la mañana y a las seis de la tarde como un reloj. Ayer se despidió y se fundió en un abrazo con los que se han convertido en sus médicos de cabecera y sus enfermeros, también con el personal del Servicio de Urgencias Canario (SUC), de la seguridad del hotel, del recepcionista del alojamiento, de los psicólogos, de los animadores y, especialmente, del director, Jesús Oramas, que durante estos días ha logrado que esa gran familia sintiera realmente "el calor de un hogar".

Justo después de asegurarse de que no tenía fiebre, Shulman salió con sus otros tres compañeros a emprender la actividad que había venido a hacer desde el principio: recorrer la isla en bicicleta. Y así, liberados y tranquilos, cogieron sus bicicletas y se perdieron en el horizonte para llegar hasta el Teide donde empezaron verdaderamente su entrenamiento para la Marcha cicloturista Mallorca 312.

Un viaje que no empezó bien

Shulman y sus acompañantes fueron parte de los pocos más de 200 turistas que continuaban confinados en el H10 Costa Adeje Palace ayer, tras cumplirse los 14 días de cuarentena que el juez había dictado como medida de aislamiento por el segundo caso positivo de coronavirus Covid-19 en Canarias, registrado el 24 de febrero. Como explicó otro ciclista del grupo de Shullman, Peter Hoffman, su viaje no había empezado bien. Nada más llegar, el domingo 23, se encontraron con la peor calima a la que se ha enfrentado Canarias en los últimos 30 años en cuanto a reducción de visibilidad, lo que les hizo perder ese día "encerrados en la habitación". El lunes aún había un polvo en suspensión, así que decidieron volver a postergar la salida, con tan mala suerte que esa misma noche se les informó de que el hotel "estaba en cuarentena".

El shock de la noticia fue similar para el gallego Juan Pérez y su mujer que, como los ciclistas, habían empezado su confinamiento mucho antes debido a la calima. "Imagina estar tres días dentro de la habitación con un niño de cinco años", explica Pérez que señala que nunca habían tenido que hacer un uso tan significativo de la creatividad. Han hecho falta "globos, guerras de almohadas" y actividades de todo tipo para contener la incansable energía del pequeño Alex que, en su última día de estancia, corretea por el hotel como si fuera su casa y dedica una sonrisa a todo el personal como si se tratara de parte su familia. Porque realmente es lo que han logrado ser. Durante estos días 14 días, las casi 1.000 personas confinadas en el hotel se han convertido en una de las familias más grandes de toda Canarias. Lo que, a su vez, ha permitido que las características paredes aranjadas hayan contemplado todo tipo de historias en las que no han faltado ni risas ni lágrimas. Para el director del alojamiento, Jesús Oramas, le es imposible elegir uno entre todos esos intensos momentos vividos en tan solo dos semanas. Embarazadas que veían con preocupación sus posibilidades de viajar, una mujer inglesa que tuvo que enfrentarse a la muerte de su marido a distancia, la celebración del aniversario de los dos médicos de familia que han estado al pie del cañón o los muchos mensajes de apoyo y ánimo que los pequeños huéspedes decidían mandar cada día a los trabajadores. Tan intensa ha sido la experiencia que entre los propios clientes se ha creado un vínculo y una unión inusitada, incluso "entre huéspedes que ni siquiera vivían en el mismo país", explica la directora médica del dispositivo, Clara Gironés.

"Al principio fue una experiencia un poco dura", relata Enrique Cea, de nacionalidad vasca que acudió a Tenerife junto a su mujer, Begoña Zubeldia el 21 de febrero, un día antes de que una gran nube de polvo en suspensión asolara Canarias. Estos huéspedes coinciden con el resto en que los primeros días del aislamiento, sin apenas información, la situación dentro del hotel se convirtió en un compendio de "alarma" y "psicosis".

Primeros días de caos

En ello coincide también la familia gallega que volvía en la tarde de ayer a su hogar y asegura que la sensación que ha imperado en el hotel ha sido de absoluta normalidad, especialmente después de los primeros dos días de "caos". Porque cuando los médicos, enfermeros y psicólogos empezaron a resolver las dudas que había generado la situación, "la gente en general se quedó muy tranquila". "Al principio había mucho miedo", afirma la decana del Colegio Oficial de Psicólogos de Santa Cruz de Tenerife, Carmen Linares, que ha sido la encargada de gestionar la respuesta profesional para "normalizar la situación". "Sabíamos que, por ejemplo en los niños, esto se podía convertir en una experiencia traumática", señala Linares que explica con ellos se llevaron a cabo actividades que les hará recordar el aislamiento como un gran juego. Esos primeros días, lo que imperaba entre los pasillos del hotel eran "bulos y noticias falsas", como señala María Eugenia Herrera, una de las enfermeras encargadas de mantener el hotel a salvo, que insiste en que justamente esa desinformación fue la que provocó más "ansiedad" entre los huéspedes y la que obstaculizó en muchas ocasiones su trabajo.

Desde el primer día de aislamiento, el 24 de febrero, el SUC instaló dos grandes carpa a las afueras de la entrada del alojamiento para poder atender a las 900 personas que se encontraban dentro del hotel -entre huéspedes y trabajadores-. Este singular espacio de trabajo ha permitido a los sanitarios "cumplir las expectativas", como explica el facultativo Anthony Gallo. Él y María Victoria Machín han sido los encargados de evaluar a los pacientes, atender las incidencias y hacer un seguimiento exhaustivo a los casos especiales en pacientes "especiales delicados de salud". Ninguno de los dos había descansado hasta ayer, pero no escondían su satisfacción por un trabajo bien hecho en el que han logrado "controlar y que no se propagara" el Covid-19. "Si lo tuviera que definir en pocas palabras, diría que esta experiencia ha sido un ejemplo de trabajo en equipo, arduo trabajo y mucha satisfacción", explica Machín.

Ese aire de normalidad y tranquilidad que se respira en el hotel ahora incluso resulta dicotómico si se compara con la situación que se está instaurando en el resto de España. "Son profesionales", remarca la turista vasca, Begoña Zulbedia, que insiste junto a su marido en que "hay que darles un gran reconocimiento". De ello se ha encargado todos estos días la dirección del hotel, y ayer no fue menos. El director se reunió poco a poco con todos los miembros del gran equipo que ha tratado de mantener la normalidad en el espacio procurando que fuera un espacio seguro y hogareño. "Estamos muy orgullosos de ustedes y Canarias también debería estarlo".