La ciudad, el espacio urbano, se concibe como un gran depósito de la memoria. A propósito, el historiador Peter Burke señala que los monumentos no sólo guardan la historia de personajes y acontecimientos, sino que también influyen y, lo hacen de una manera determinante, en la forma en la que se perciben esos hechos y personajes. Se convierten así en un vehículo de transmisión ideológica. La discriminación de género, por tanto, puede manifestarse de una manera estetizada.

Una ciudad como Santa Cruz de Tenerife no es ajena a este enunciado y pone de manifiesto la escasez, cuando no prácticamente la inexistencia, de esculturas públicas con rostros de mujer.

Las imágenes femeninas, identificadas de manera individual, suelen ser invisibles en relación con las de los hombres y en el caso de Santa Cruz no inmortalizan a escritoras, cantantes, actrices, políticas o científicas. La brecha esculpida también existe.

Valgan como ejemplo dos representaciones petrificadas. De una parte, el busto de Leonor Pérez, nacida en Santa Cruz de Tenerife y madre del Libertador José Martí

Otra de las imágenes reconocibles es la dedicada a Dácil Vilar Borges, situado en la plaza Primero de Mayo (junto a la Recova), elaborado en piedra artificial de color ocre sobre un pedestal de piedra de cantería roja, obra del escultor Juan Carlos Albadalejo y que honra la memoria de una incansable luchadora social.

Los homenajes a la mujer trabajadora tienden a representar acciones localizadas temporalmente en tiempos pasados que, sobre todo, buscan la excitación de lo nostálgico, la idealización de algo ya desaparecido. Forman parte de esa cultura vernácula, popular y populista, que apela a los sentimientos más básicos.

En este modelo se inscriben representaciones como La Lechera canaria, una escultura en fundición de bronce de Guzmán Compán y Zamorano (2001)La Lechera canaria, ubicada a la entrada de la popular Recova santacrucera. De idéntico corte conceptual es La aguadora, situada en las inmediaciones del La aguadorateatro Guimerá, que integra conjunto con la fuente ornamental de piedra que hay tras ella, recordando cuando la gente se abastecía de agua en las fuentes públicas. Por esa razón, la escultura representa a una mujer portando un cántaro sobre su cabeza.

En otro plano se encuentran aquellas esculturas que encarnan, desde un concepto alegórico, ideas abstractas como libertad, justicia, patria; sentimientos como el amor, la maternidad y la fertilidad, la caridad o la prudencia, además de la estética de la belleza femenina: hermosa, delicada e ideal, frente a los hombres representados de modo autoritario, sabio, grandilocuente y protector.

A menudo, las estatuas femeninas representan musas, diosas o personajes ficticios, y Santa Cruz de Tenerife también reproduce esos estereotipos genéricos.

Acaso el ejemplo más evidente lo represente la obra llamada La Fecundidad Esta generosa figura femenina sedente, desnuda y pensativa, esculpida en piedra arenisca de Almorquí, es obra del artista Francisco Borges Salas y forma parte de la fuente y monumento central del parque García Sanabria. La señora sufrió los rigores de la censura y, por inmoral, fue retirada a los depósitos, hasta que regresó a su lugar original.

También en el parque García Sanabria está emplazado un grupo de esculturas que representan a las estaciones, obras en mármol donadas a la ciudad por Francesco Génova en 1962, o El Triunfo de La Candelaria, en la plaza del mismo nombre, una virgen que remata la cruz de mármol.

La desigualdad visual persiste en el tiempo y una sociedad democrática exige la construcción social de una identidad cultural respetuosa con la pluralidad.