Como médico, investigadora y docente, Marta García Bustinduy dedica la mayor parte de su tiempo a su carrera profesional. Atendiendo al cuidado de la piel, García se ha consagrado su vida a la medicina a pleno rendimiento, implicándose cada año de los programas de protección del cuidado del órgano más grande del cuerpo y ganándose un crédito en una profesión en la que, cuando accedió, la mayor parte de compañeros eran hombres. Aunque realmente no era esta la ocupación con la que soñaba , pues confiesa que en un principio optó por la biología, no hizo falta una historia "romántica" vocacional para que su trabajo consiguiera cautivarla durante largas horas.

En esa búsqueda de la estabilidad y el ascenso académico, llegó un momento en el que la dermatóloga tuvo que plantearse largo y tendido parar su carrera para poder ser madre. Se prolongó tanto el camino que no fue hasta que cumplió los 40 cuando por fin logró reunir los ingredientes necesarios para dar a luz a un niño que hoy ya es adolescente. Se lanzó así a un abismo que muchas otras mujeres ven como el fin del progreso en su carrera: la maternidad. "Me costó mucho estabilizarme, encontrar pareja y ser capaz de ser mamá", explica la dermatóloga, que señala que todos estos factores "condicionan mucho" a posteriori. Y es que, como recuerda la médico, "es más saludable ser una madre joven".

Aunque dar a luz fue un reto, otro aún más arduo lo encontró al criarlo. "Las trabajadoras vivimos la maternidad gracias a los abuelos", una circunstancia que, para García, demuestra que "casi ningún sector laboral tiene en cuenta con seriedad la conciliación". "El que mi hijo se ponga malo y yo lo tenga que soltar en casa de mi madre con 39,5 de fiebre porque a mi nadie me suspende la consulta ni me da clase en la universidad, eso sí me condiciona", afirma.

Gracias a la ayuda externa, hoy se congratula de haber podido criar y educar a su hijo, y además, haberlo hecho en la igualdad. Es un chico de 14 años al que desde su niñez le han inculcado que hombres y mujeres son iguales, que todos tienen "las mismas capacidades y obligaciones y que el sexo no condiciona". Una educación que, por el contrario, ella no tuvo la suerte de recibir. Su padre "era muy abierto", como afirma, pero recuerda perfectamente el fastidio que suponía que le mandara a buscar un vaso de agua para su hermano porque tenía sed. Esa es una de las muchas razones que García menciona cuando se refiere a la crianza de su pequeño. "Lo que más podemos aportar en casa es que vea una familia que comparte las tareas", indica al tiempo que aboga por mostrar a niños y niñas por igual que son capaces de hacer de todo.

García es consciente de que la situación ha cambiado desde que era niña, estudiante y recién empleada. "En la orla de mi padre había dos mujeres de 40 estudiantes, ahora mismo ya tenemos graduaciones de medicina donde el 75% de las egresadas son mujeres", recuerda.

La medicina es uno de los sectores que, gracias a haber adquirido una concepción de "carrera de masas", ha logrado interiorizar en mayor medida la igualdad. Sin embargo -aunque de forma menos habitual- aún se viven situaciones machistas entre las paredes de un hospital. Y no precisamente entre compañeros. "Hay pacientes, especialmente los más mayores, que se dirigen primero a mi residente por ser hombre, a pesar de ser yo más mayor", explica la médico. Una realidad lastrada por la concepción tradicional interiorizada por buena parte de la sociedad en lo que la medicina se refiere en la que el hombre es el médico y la mujer es la enfermera.

De ahí que la médico haga hincapié en que, para generar un verdadero cambio de paradigma social, se debe incidir en el sector educativo. "No tengo claro que mi hijo reciba una educación en la igualdad", concluye la dermatóloga, que cree que la igualdad debe ser transversal a todas las asignaturas de la escuela y no considera necesario tomar tantas medidas de discriminación positiva hacia las niñas. Para esta dermatóloga la clave está en tratarlos "a todos por igual".

En esta línea, y haciendo referencia a movimientos como el del 8 de Marzo, considera que la pelea "no es salir a gritar a la calle" porque el problema va más allá y requiere "un análisis más profundo". "No me parece que haya habido avances en los últimos años", lamenta la médico, quien, de nuevo, incide en que la base para un cambio de este calibre solo está en la educación. De hecho, García hace hincapié en la preocupación que le genera que "muchas cosas vayan hacia atrás", especialmente en los jóvenes. Entre los 14 y 15 años, afirma, ha habido un importante repunte tanto las enfermedades de transmisión sexual y los embarazos no deseados y, como ratifica, esta situación también, en el fondo, es otra forma de "desigualdad".