En su centro de investigación, Omaira García, se mete dentro de su pecera -como llaman sus compañeros a una habitación acristalada- y monitorea diariamente los niveles de gases contaminantes de la atmósfera. En la azotea del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña está completamente aislada del mundo y no puede evitar relacionar esta tranquilidad con la que vive cada día en su trabajo. Porque gracias a encontrarse en una "élite académica" ha podido evitar situaciones machistas con las que sí se encuentra cuando rompe esa "burbuja" de su entorno laboral. La científica recaba datos para una red internacional con los que corrobora tendencias como la recuperación de la capa de ozono en la latitud canaria, algo que sus predecesoras habrían visto como todo un hito. Especialmente porque en su ciencia ha ganado una visibilidad con la que gran parte de las mujeres científicas no han podido gozar.

Afortunadamente, su caso es cada vez más común pero considera que para llegar a la igualdad plena en su sector "aún deben pasar una o dos generaciones". García se refiere al grueso techo de cristal que se encuentra en la carrera científica. Apenas el 21% de las cátedras -el escalón más alto de la investigación- en España la ostentan mujeres y para García esta situación tiene su origen en la maternidad. "Cuando te dedicas a la investigación, echas muchas horas, haces horas fuera de casa, vas a congresos y haces estancias en el extranjero", y en esa frenética actividad, las mujeres son más proclives a "asumir una carga extra de manera natural".

Se refiere a los cuidados, pero también a las tareas del hogar que, finalmente, las mujeres han asumido como parte de un rol "y tenemos que aprender a soltarlo", como señala la investigadora. García insiste además en que ese cambio tiene que proceder directamente de la mujer, ya que los hombres no lo van a asumir de manera natural "porque a ningún rey le gusta ser destronado". Y esta diferencia de roles paterno y materno, en su profesión se ve en que "hay gente que sale de un congreso y se va a correr, y hay gente que sale de un congreso y se va a hacer un potaje".

Pero también en cómo se enfrentan las mujeres a ese techo resquebrajado. "Cuando las mujeres llegan a un puesto de dirección tienden a asumir el rol de los hombres y a comportarse como ellos", señala García, que considera que, ante todo, para poder romper del todo el cristal, "tenemos que llegar ahí y comportarnos como mujeres". Y en este sentido, la científica considera que, para cambiar la situación, se debe incidir más en la educación. No obstante, para García, mientras que en la infancia "se está trabajando muy bien", existe una distorsión importante en la adolescencia, algo que también relaciona con el crecimiento de la violencia machista entre los jóvenes. En ese intervalo de edades, los adolescentes se desvinculan prácticamente al 90% del ambiente familiar y empiezan a desarrollar su capacidad de raciocinio a través de influencias externas sociales, lo que para Omaira García tiene poco más de una vía de actuación: "controlar la información a la que acceden y desarrollar políticas más activas de igualdad". La investigadora también considera que "está bien que se esté visibilizando" a la mujer a través de iniciativas como el 8M, aunque considera que en algún momento la situación se debe estabilizar. "Es como una campana de Gauss, ahora estamos subiendo y visibilizarlo, pero la meta es que no tengamos que seguir haciéndolo".