Mónica García de Yzaguirre es magistrada de la Sección III de la Audiencia de Santa Cruz de Tenerife. Desde niña respiró en su familia la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres, aunque todavía ese concepto fuera inconcebible para la mayoría de la ciudadanía en los últimos años de la dictadura de Franco. Su padre, Álvaro García Meseguer, escribió un libro sobre lenguaje y discriminación sexual en 1977. Su madre, Pilar de Yzaguirre, creó una asociación feminista integrada por hombres y mujeres, sin que hubiera acabado el régimen. Con esos valores, los planteamientos de Mónica no son fruto de la conveniencia de lo políticamente correcto ni de una moda, sino de unos valores inculcados desde la infancia.

Como integrante de la Comisión de Igualdad de la Asociación Judicial Francisco de Vitoria, opina que "para acabar con el machismo lo importante es la educación". "La sociedad en la que vivimos todavía es machista culturalmente; tiene unos estereotipos entre varones y mujeres", apunta, por lo que si no se cambia esa cultura, en general, "aunque las leyes ya sean igualitarias, no nos damos cuenta de que incorporamos esos sesgos de forma inconsciente por toda esa carga" de conocimiento adquirido. Advierte de que no se trata solo de "lo que vivimos en nuestra familia, nuestro colegio, nuestra ciudad, sino, incluso, en las redes sociales, en internet; el mundo es muy grande y hay muchos países que tienen una situación real de desigualdad legal y hay prácticas terribles contra las mujeres".

Aboga por hacer un esfuerzo consciente de eliminación de "todos esos prejuicios aprendidos, tanto de varones como de mujeres". Cuando estudió Derecho no sabía qué hacer o a qué profesión dedicarse. Una vez que terminó la licenciatura y ya era madre, se propuso prepararse la oposición a juez. En cuarto de carrera hizo las prácticas en un despacho que dirigía Cristina Alberdi, que por aquella época (1985) fue nombrada vocal del Consejo General del Poder Judicial y años después llegó a ser ministra en el último gobierno de Felipe González. "Esa fue la persona que me trajo la idea de poder preparar la oposición", señala. Alberdi y su madre lucharon en los últimos años del Franquismo desde el mismo colectivo para, entre otras cosas, cambiar las leyes que impedían a las mujeres administrar sus bienes si estaban casadas.

El trabajo en el ámbito civil de la Audiencia Provincial le gusta, pues se basa en el estudio, la redacción, con un enfoque muy técnico y con un tribunal colegiado (tres magistrados), que decide sobre los recursos, tras debatir y consensuar cada uno. En la Sección III solo hay mujeres y el ambiente es excepcional, según García de Yzaguirre.

¿La han infravalorado en su trabajo por ser mujer? "En la Judicatura, el acceso por libre oposición es bastante igualitario, no influye que seas varón o mujer", explica. En sus primeros años como jueza, en Colmenar Viejo (Madrid), cuando llegaba al levantamiento de un cadáver con el secretario judicial, "creían siempre que el juez era el hombre". "Pero siempre en el trato hay cosas, detalles, como que el presidente de un Tribunal Superior de Justicia te haga un comentario sobre tu aspecto físico, cosa que no se lo hace a un compañero, o que te trate con un diminutivo", comenta. Evoca que, hace muchos años, un vocal del CGPJ presidió una reunión en Tenerife con jueces de la provincia y el presidente del Tribunal Superior de Justicia. Dicho vocal afirmó que " fulanita de tal, una de las pocas mujeres que tiene cabeza...". Mónica se levantó y le dijo que eso era ofensivo y que lo tenía que retirar. "Pues todavía hubo algunas compañeras que dijeron que no se ofendían", refiere. Lamenta que aún existe esa carga de comentario de "barra de bar, de desprecio o de paternalismo".

Expresa que sí existe un "techo de cristal" para puestos que son de libre designación. Ella nunca se ha postulado, por lo que no puede decir que lo haya sufrido, pero sí lo percibe después de tantos años.

Sobre si la han infravalorado en su trabajo, "en una Audiencia Provincial, sí; no aquí en Tenerife, pero sí en otros destinos". Por ejemplo, un compañero "que te interrumpe continuamente, pero no al otro magistrado varón", señala. Y lo atribuye a la cultura que ha vivido cada persona desde su infancia, en su casa. Cree que para una mujer "lo más difícil es conciliar, es decir, haber compatible el trabajo con la maternidad y tener una progresión profesional". Y que eso condiciona que a juezas y magistradas no se las tenga en cuenta para puestos de responsabilidad. En su promoción a la Judicatura, hace 30 años, más del 40% eran mujeres; un porcentaje que no tiene equivalencia en puestos de libre designación. Aclara que se trata de lograr la igualdad con los hombres, pero no de relegar a estos. Cree que el feminismo no tiene colores políticos ni fronteras.