El cambio de tendencia de los fumadores, quienes cada vez en mayor número sustituyen el tradicional cigarro de combustión por alternativas menos dañinas para la salud como el cigarro calentado o los cigarrillos electrónicos, supondrá a corto plazo la reducción de la incidencia del cáncer de pulmón en todo el mundo. Pues estos nuevos dispositivos reducen las sustancias tóxicas que ingieren los consumidores hasta en un 90%, según afirmaron varios expertos en un congreso independiente celebrado en París, centrado en la reducción de daños en enfermedades no transmisibles (ENT), también conocidas como patologías crónicas. Asimismo, subrayaron que dejar de fumar aumenta la esperanza de vida en tres años, por lo que, alentados por los beneficios que les aportaría abandonar ese hábito, siete de cada diez fumadores reconoce que quiere dejar los cigarillos. Aunque solo el 5% logra hacerlo sin ayuda y, además, muchos recaen, tal y como reveló el profesor de enfermedades pulmonares de la Universidad de El Cairo y presidente de la Sociedad de Neumología de Egipto, Tarik Safwat, durante su intervención en el simposio médico.

Por su parte, el neumólogo y presidente del Departamento de Organización y Economía del Sistema de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública de Polonia, Andrzej M. Fal, apuntó que el 80% de las muertes prematuras en el planeta están relacionadas directa o indirectamente con las ENT. Y, además, en los países desarrollados estas enfermedades crónicas suponen entre el 90 y 96% de las patologías, por lo que el especialista alentó a las administraciones “a buscar una manera de luchar contra ellas, porque se trata de un problema global”. Tal señaló que, en la actualidad, los principales riesgos para la salud de las personas son el tabaco, que provoca 7,2 millones de muertes al año; la contaminación del aire, a la que se le atribuyen 6,8 millones de fallecimientos anuales; la dieta poco saludable y alta en sal, con 4,1 millones de muertes cada año; el alcohol, que causa la defunción de 3,3 millones de personas anualmente; y la vida sedentaria, que se asocia cada año a 1,6 millones de muertes. Y aseguró que la intervención contra estos cinco factores de riesgo podría salvar más de cinco millones de vida cada año, detallando que, por cada dólar invertido en la profilaxis de las ENT, las administraciones públicas recibirían un retorno de siete dólares en una década.

El mismo experto explicó que el envejecimiento de la población supone que sean las personas mayores quienes más padezcan enfermedades crónicas. Nada menos que entre dos y tres ENT de media a partir de los 65 años, con un coste económico para las arcas públicas que triplica el gasto que genera a la sanidad una persona joven. En este sentido, Fal alertó de que esta puede ser también una causa del empobrecimiento de algunos países, ya que deben destinar un alto porcentaje de recursos e inversión al tratamiento de estas patologías. Por ello, considera imprescindible que los estados inviertan en sanidad, fomenten la reducción del riesgo en aquellas personas que no quieren abandonar malas costumbres como, por ejemplo, fumar, y “es importante educar a la ciudadanía para que modifiquen su estilo de vida, porque más de 50% de la salud de las personas tiene que ver con los hábitos”, sostuvo Fal durante su ponencia en la capital francesa. Aunque también resaltó, a modo de anécdota negativa, que el conocimiento de los daños que genera el tabaco no influye en el descenso del consumo, pues si 29,1% de la población mundial es fumadora y, de estos, el 18,1% son jóvenes, el 34,4% son personas relacionadas con el sector sanitario y, por tanto, perfectas conocedoras del mal que causa.

A pesar de los esfuerzos que hacen las autoridades para concienciar sobre los efectos negativos de los hábitos pocos saludables, los estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) apuntan que en 2040 estas practicas nocivas seguirán incrementando y las enfermedades no transmisibles se convertirán en las más importantes del sistema de salud. Por esta razón, trabajar en la disminución de los efectos dañinos que genera el tabaco tendría un importante impacto en la población, ya que se trata de la principal causa de muerte en el mundo por un motivo asociado a una conducta modificable de la persona afectada. En este sentido, Andrzej M. Fal dio a conocer un estudio del Servicio Público de Salud de Polonia que refiere que las alternativas modernas al cigarro de combustión, reducen hasta un 90% la toxicidad en sus consumidores. El informe destaca que entre las opciones que más reducen la toxicidad están los parches, seguidos de productos orales y sprays nasales, cigarrillos electrónicos, el snus -un tipo de tabaco que se coloca debajo del labio, muy popular en países como Suecia-, y el tabaco sin humo. Por contra, los productos que mayor toxicidad aportan a las personas son los cigarros convencionales, las pipas, los puros y las pipas de agua.

En este encuentro de expertos, Peter Harper, exdirector de Oncología del Hospital Guy’s King’s and St Thomas de Londres, reconoció que “las malas decisiones sobre el estilo de vida son un problema de salud pública”, si bien admite que los médicos deben aceptar que los ciudadanos “tienen libertad” para tomarlas. En el caso del tabaco, ante la complejidad de que una gran parte de los fumadores abandone este hábito perjudicial, este especialista considera “vital” centrarse en la reducción del riesgo. “Si no podemos evitar el comportamiento, hay que buscar una manera de reducir sus efectos negativos, porque el tratamiento de las enfermedades que generan tienen un alto coste para los gobiernos”, advirtió el oncólogo.

Este concepto de “reducción de riesgos” surgió en los años 80 en relación al consumo de drogas, cuando Margaret Thatcher ocupaba el cargo de primera ministra del Reino Unido e impulsó la creación de unas salas seguras en las que los drogadictos podían acceder a jeringuillas esterilizadas y así evitar que las intercambiaran unos con otros, con el consiguiente riesgo de contagio de enfermedades. “Pasamos de ser el peor territorio de Europa en infecciones y septicemias, a registrar los mejores datos”, recordó Harper, quien lamentó que estos espacios no sigan activos en su país.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año 41 millones de muertes están provocadas por comportamientos de riesgo y, de ellas, el 16% son prematuras. Además, otras cifras preocupantes apuntan que el 80% de los casos de cáncer de pulmón se dan en fumadores y el 8% de los consumidores de tabaco desarrollan esta enfermedad. “Si utilizamos la ciencia para predecir situaciones de riesgo como terremotos o tormentas, por qué no la empleamos para cambiar costumbres, reducir el riesgo y hacer que la gente escoja alternativas menos dañinas para conservar la vida”, se cuestiona Harper, quien se mostró en desacuerdo con la OMS en su estrategia de lucha contra el tabaco, que se centra exclusivamente en la recomendación de tratamientos farmacológicos con supervisión médica. Sin embargo, según este experto, “los pacientes con el hábito de fumar consideran que son responsables de su cáncer y el 64% de los fumadores diagnosticados con un cáncer continúan fumando porque es un momento muy estresante”.

El consumo de tabaco no cesa su incremento en todo el planeta, lo que evidencia que “lo que se ha hecho hasta ahora no ha funcionado”, sostiene Tarik Safwat, quien alerta de que las muertes por tabaco en los países en desarrollo se triplicará en los próximos años. Ante esta previsión, el neumólogo se pregunta “por qué el sector sanitario debe rechazar la innovación en el tabaco” e igual que la sociedad ha implantado los frenos, los cinturones o el airbag en los vehículos, “por qué no se aceptan los sustitutivos de los cigarros como los chicles de nicotina, los parches o los inhaladores que son eficaces para los fumadores que lo quieren dejar y no son capaces de conseguirlo sin ayuda”. En este sentido, destacó que el tabaco es una adicción nociva, pero existen estudios de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) que demuestran que productos como los cigarrillos electrónicos, que no queman el tabaco sino que lo calientan, “reducen los componentes cancerígenos hasta en un 90%” y prevén que, a largo plazo, “ayudarán a reducir las enfermedades crónicas relacionadas”. Colocar el cigarrillo en la boca realmente es un hábito, por lo que “sería perfecto si el paciente pudiera dejar de fumar con aparatos de sustitución”, defiende Safwat. Y si bien los estudios realizados por diferentes organismos públicos no son todavía determinantes, puesto que la comercialización del cigarro calentado comenzó en el año 2016, sí apuntan una mejoría.

Cigarrillos electrónicos

Por su parte, Laura Rosen, profesora de Promoción de la Salud en la Universidad de Tel Aviv y experta en Salud Pública, reconoció que aún no existen estudios sobre los efectos a largo plazo de los cigarrillos electrónicos y otras alternativas sin combustión, pero sí “se espera menos incidencia de cánceres que con el tabaco convencional”. Con todo, Rosen recordó que la nicotina también está presente en el tabaco de los cigarros electrónicos y tiene efectos negativos sobre la salud cardiovascular de los consumidores. Aunque señaló que en una comparación del nivel de toxicidad entre los cigarros de combustión y los cigarros calentados, los segundos son menos dañinos, aunque siguen siendo nocivos.

Igualmente, Rosen alertó de que mil millones de personas morirán en este siglo a causa del consumo de tabaco, un hábito que muchos tratan de abandonar con ayuda de tratamientos farmacológicos para dejar de fumar que suponen un negocio millonario para la industria farmacéutica. Aunque en el 80% de los casos no resultan eficaces porque los fumadores vuelven a recaer. Por ello Rosen apuesta por alternativas de reducción de daño, como el tabaco calentado, que además considera que “pueden ayudar a dejar de fumar”.