El cultivo de marihuana se ha disparado desde el 2015, especialmente en un corredor mediterráneo que comprende desde Málaga hasta Catalunya. Y el incremento está determinando la aparición de nuevas normas en el negocio. Estas son algunas de las más destacadas, contrastadas en la experiencia de operaciones de la Guardia Civil.

E Dentro y fuera. Cultivar en una edificación o el campo. El cultivo bajo techo les es más productivo a los narcotraficantes, pues una buena temperatura y luz potente dan más cosechas y más cogollos por planta. Pero los vecinos y el consumo de luz delatan el cultivo. Por eso no pocos prefieren el invernadero. Si cultiva dentro, su sitio propicio será una urbanización fantasma de la burbuja inmobiliaria.

E En alto. Si el marihuanero escoge el invernadero, elegirá uno accesible por un solo camino y en alto. Así es más fácil la vigilancia, defensa o huída ante ataques de otros narcos o el asedio policial.

E Barbecho. "El narco zonifica el invernadero", explican fuentes policiales, para tener siempre terreno de reserva y producción continua. Para ocultar las plantas, cultivará tomates delante, junto a la puerta.

E La necesidad obliga. Empresarios de agricultura intensiva suelen entramparse para conseguir terreno en el que plantar. Si el año ha sido malo y vienen los pagos, cederán a la tentación de la marihuana: por ejemplo, verán como solución alquilar los terrenos a un marihuanero. A los dos les conviene: "El autóctono no se pringa con el cultivo, alquila", explica un experto guardia civil. Y al inquilino le viene mejor alquilar que comprar: al no tener la finca a su nombre, apantalla su cultivo ante posibles indagaciones.

E Discreción. En las escuchas, la Guardia Civil detecta un lenguaje cada vez más críptico. Para las redes grandes, la localización de plantaciones es ya materia de omertá. Para no desvelar a otro narco la ubicación de su plantación, el cultivador negociará y entregará cogollos en un punto alejado.

E En red. Los cultivos domésticos, por pequeños que sean, son susceptibles de federarse. Un chico planta en casa, como otros en el barrio. Y estos venden todo a un líder: es menos arriesgado que trapichear en la calle. Por la misma razón, varios líderes venden a su vez a otro más arriba en la pirámide.

E Escala. El kilo de marihuana en cogollos plastificados y puestos en Europa vale 3.000 euros de media. Un vigilante de plantación (24 horas de guardia en pésimas condiciones) cobrará 1.000 euros al mes. El plantador artesanal sacará 2.000 euros al mes con venta estable. Un precio en transacciones entre redes detectado en la Operación Extinde de la Guardia Civil (en enero pasado): los narcos polacos de Alicante bajaban a Murcia a comprar marihuana al por mayor a otros plantadores a entre 1.000 y 1.500 euros el kilo.

E Defecto de forma. Los abogados de los narcos de la maría "trabajan como si tuvieran una plantilla", relatan fuentes de la fiscalía. Se repite una doble pauta de la defensa: siempre hay dinero para pagar la fianza, y casi siempre atacan la instrucción denunciando la violación de derechos del narco en las escuchas policiales, para derribar todo lo que pruebe que plantaba para traficar. Además, se ataca por sistema la credibilidad del análisis de THC que encarga el juzgado.