Los tres principales aeropuertos de Canarias acabaron ayer cerrando sin que nadie pudiera hacer nada para evitarlo. La intensa calima sobrevenida logró detener las operaciones aeroportuarias y, consecuentemente, dejó a cientos de personas atrapadas bajo un manto de polvo en suspensión. En Tenerife Sur, cerca de las siete de la tarde, esta situación se manifestó en una larga cola de pasajeros que llevaban más de una hora esperando por una respuesta y una solución por parte del personal de Binter. No obstante, la mayoría de afectados había estado encerrado en el aeropuerto desde cerca de las 14:00 horas, con un bocadillo de apenas seis euros en el estómago y la percepción de que esa noche, desde luego, no iban a poder coger un avión.

Parte de ellos había viajado en el vuelo de las 12:00 horas desde Gambia y soñaban, después de varios días de travesía, con volver a sus casas. Una comodidad para la que primero, al menos, tenían que aterrizar en Gran Canaria. Pero no fue así. Al primer retraso de una hora, le siguieron otras cinco, que, junto a las noticias del cierre del aeropuerto de la isla vecina dejaban entrever la inminente cancelación. Este desvío desde Gambia hasta Tenerife Sur no fue recibido igual por todos los pasajeros. Algunos, incluso, se congratulaban, pues Tenerife era realmente su último destino. Pero otros, como Antonio Hage, habían ido a Gambia de vacaciones y esperaban poder llegar a Gran Canaria para empezar a luchar por la búsqueda de un empleo.

La situación en algunos casos concretos llegó a ser muy complicada. Es la historia de la malagueña Sandra Díaz que había aprovechado una visita a sus amigos tinerfeños para realizar juntos un viaje en grupo para descubrir Gambia. Al regreso, debía pasar por Gran Canaria para, posteriormente, coger un vuelo que le llevaría hasta Málaga. "Aquí muy bien con Binter, me han dado un hotel y otro vuelo", explicó la afectada, que sin embargo, denunció que desde las compañías que debían trasladarla hasta Málaga -Vueling o Iberia- ni siquiera le cogían el teléfono. "No sé si voy a tener que pagar otro billete mañana (hoy)", reclamó.

Pero que puedan viajar hoy tampoco está claro y ya ayer muchos veían con desánimo las previsiones. "La calima no se quita en un día", insistió Francisco Remedios. El grancanario había llegado a Tenerife por la mañana para realizar un trabajo. Se iba a marchar en el vuelo de las 15:25 horas, pero nunca pudo hacerlo. "Lo más fácil sería poner un vuelo por la noche, que es cuando más se dispersa la calima", reclamó el afectado, que había llegado al aeropuerto a las dos de la tarde para facturar su maleta. De hecho, cerca de las 20:00 horas, aún no sabía si quiera dónde estaba su equipaje.

Quizás era la primera vez que le retrasaban un vuelo a la pequeña y pizpireta Ana Baxter, por eso, a pesar del cansancio, no escondía su emoción por vivir esa primera experiencia. "Nos retrasaron una hora el vuelo por la calima", comentó la pequeña que, junto a su madre, quería coger ese avión hasta Gran Canaria para poder llegar a Fuerteventura y empezar sus vacaciones. Joan Baxter, su madre, más sosegada y visiblemente agotada por la situación explicó como primero las habían metido a ellas, y a otros tantos pasajeros, en un avión unos "15 o 20 minutos". "Voy a pedir cambiar mi vuelo, la niña y yo estamos cansadas ya", explicó y confirmó que Binter les había ofrecido una noche de hotel para intentar paliar los daños ocasionados.

Trabajando a destajo

De hecho, los responsables de la aerolínea estuvieron trabajando a destajo para tratar de dar información a los pasajeros, aunque para algunos, no era suficiente. "No nos dicen nada", reclamó Francisco Remedios, algo que también constató Joan Baxter. Pero la situación cambio en unos minutos, a eso de las 19:30 horas, cuando el personal de Binter salió de su pequeño despacho para dar explicaciones a los enfadados y agotados afectados.

"Binter se va a hacer responsable del problema aunque sea una cuestión meteorológica", afirmó una de las azafatas. Así, además del bono de seis euros que se les expidió a los pasajeros para que pudieran comer en alguno de los establecimientos del aeropuerto al mediodía, les proporcionó una noche de hotel y les reubicó en uno de los vuelos que, en principio, si la calima se lo permite, saldrán hoy.

Horas después, cada uno de los pasajeros afectados pudo acudir a un hotel que le permitió descansar de la larga y extraña jornada. Cuando la pequeña Ana Baxter trataba de explicar desde su inocente punto de vista la situación vivida afirmando que no pudo "ir a Gran Canaria porque había calima", no pudo entender que hablaba de una situación sin precedentes para las Islas que ni ella ni ningún canario podrá olvidar nunca.