El té, la bebida más popular del mundo, se ve como aliado de la salud y el café, sin causa científica, como enemigo

El té es la bebida más popular del mundo. Son hojas de camelia, el mismo género que las que estos días florecen mostrando sus atractivos órganos sexuales. Camellia sinensis es la del té. Procede del Himalaya y se extiende por China, Corea y Japón. De allí, o de Filipinas, la trajo el jesuita Georg Joseph Kamel, quien la hizo llegar a Linneo. Este magnífico taxónomo, que logró clasificar miles de plantas con un sistema sencillo y casi siempre veraz, le dio, en su honor, el nombre de Camellia. La ornamental es Camellia japónica también camellia sasanqua. Hay muchos híbridos. La creación de nuevas camelias es una afición muy lucrativa a la que se dedicó en sus años finales el golpista general Armada.

Las camelias pertenecen a la familia de las theaceas. Son plantas que contienen polifenoles: flavonoles, flavonas y proantocianinas, potentes antioxidantes. Además, Camellia sinensis y otras camelias contienen además otros antioxidantes y antiproliferativos como ácido gálico y catequinas. Quizá una consecuencia no buscada de la selección secular para lograr el enriquecimiento con las cualidades que la hicieron famosa: la cafeína. Efectivamente, la cafeína -y sus precursores teobromina y teofilina- solo se encuentran en estas especies. No busquen teína, no existe. La cafeína puede tener una concentración de hasta el 4%. El grano de café 3%. Otra cosa es lo que se extrae.

Ha habido mucha discusión sobre los efectos perjudiciales del café, por la capacidad excitante que tiene la cafeína. Los estudios observacionales no han podido comprobar que los que toman mucho café tengan más riesgo cardiovascular. Incluso puede proteger: los que consumen hasta 3 o 5 cafés al día, la mayoría café colado, tienen un 15% menos riesgo cardiovascular que los que no consumen. Si ya han sufrido una enfermedad cardiovascular, el café no incrementa el riesgo. Ni a los hipertensos controlados. La costumbre de prohibir el café no tiene base científica, como no la tiene prohibir el marisco a los gotosos: sí si se consume con alcohol, por el propio efecto sobre el ácido úrico de esta droga.

Así como el café se ve como un enemigo, un querido enemigo, el té se ve como un aliado: hay una percepción de que los bebedores de té son más sanos, incluso más amables con la naturaleza. Los estudios que examinan el té buscan demostrar sus beneficios. En China el té se denomina cháua que, trasladado a India, fue chai y los ingleses entendieron como tea con una "t" cerca de la "ch". En Inglaterra tomar té se convirtió en una ceremonia que tiene resonancias orientales. Pero los ingleses prefirieron el té tostado mientras en oriente es más popular el verde. Sin leche. Hay una diferencia entre ambos: el negro está más procesado para incrementar su sabor y conservarlo más tiempo; el del verde se pierde en un año. El té negro es mejor producto comercial. Pero no está claro que retenga los potenciales efectos para la salud porque al ennegrecerlo se oxida.

En China un grupo de investigación logró que más de 100.000 personas aceptaran ser entrevistadas en profundidad sobre hábitos y enfermedades. Corría el año 1999. Durante las subsiguientes anualidades recogieron todos los acontecimientos cardiovasculares: muertes, infartos, ictus?Ya han ocurrido 5.479 muertes, de ellas 1.477 son cardiovasculares; y 3.688, casos de esta enfermedad. Números importantes que permiten examinar estratificadamente: dentros de los fumadores, los que beben y no beben té; o dentro de los hipertensos y fumadores, o de los sedentarios, hipertensos y fumadores, etcétera. Es lo que se denomina ajuste: si todos son, o no son, fumadores, a ese factor no se le puede atribuir el resultado.

Curioso respecto al tabaco, en este estudio los hombres eran el doble de fumadores si bebían té. También más bebedores. Así que, al menos en China, beber té no es un hábito que señale a los que tienen una vida más sana. Ni a los que van a vivir más años. En el análisis crudo, beber más té no confiere beneficios. Es por el tabaco y el alcohol. Cuando se ajusta por edad y sexo ya aparece su buscada capacidad protectora que se hace más patente cuando en la fórmula se arrojan el resto de los factores riesgo cardiovascular. Lo que me parece más interesante de este estudio es que en el subgrupo, de varios miles, en que examinaron cambios de hábitos, aquellos que desde el principio hasta el final siguieron siendo bebedores de té fueron los más beneficiados frente a los que cambiaron y los no nunca bebedores. Respecto a éstos, la mortalidad cardiovascular disminuye en el 54%, la incidencia en el 40% y lo más espectacular, casi nunca visto en estudios centrados en un riesgo: la mortalidad general disminuye 30%. Una reserva para nosotros: solo el 10% de los bebedores de té usaron té negro. Este estudio no ayuda a saber si esta modalidad es protectora. Todo indica que es más saludable el verde,