Era el año 2014 cuando el telescopio espacial Hubble, inmerso en su exploración de los confines de nuestro sistema Solar, localizó un peculiar objeto en el cinturón de Kuiper, situado más allá de Neptuno. Por aquel entonces, la misión New Horizons andaba estudiando las peculiaridades de Plutón, querido y polémico planeta enano. Pero, tras acabar de recopilar datos sobre el planeta enano, la NASA anunció que su siguiente destino sería indagar sobre el preliminar hallazgo. Los terrícolas tuvimos que esperar hasta el 1 de enero del 2019 para que la sonda anunciara que había logrado sobrevolar el cuerpo celeste. Un año más tarde, los investigadores responsables de procesar toda esta información espacial anuncian que por fin disponemos de la aproximación más detallada del objeto bautizado ahora como Arrakoth y anteriormente como Ultima Thule. O 486958, para los científicos. Estamos ante la información más detallada obtenida hasta la fecha del objeto más lejano y primitivo visitado por una nave espacial.

Esta nueva 'fotografía en alta resolución' de Arrakoth, anunciada a bombo y platillo en la revista Science y en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), supone un hito en la exploración espacial. La pormenorizada imagen se basa en 10 veces más datos que las anteriores. Y su análisis desvela algunos de los misterios que hasta ahora rodeaban al objeto transneptuniano. Su peculiar forma, que recuerda a la de un cacahuete gigante, se debería a la unión de dos cuerpos previamente independientes. No hay evidencia de que este proceso implicara una colisión violenta, por lo que se supone que el acoplamiento tuvo que ser suave. Los datos, de hecho, apuntan a la velocidad del impacto tuvo que ser de tan solo unos pocos metros por segundo.

Mundo primitivo

Los datos también sugieren la posible edad de Arrokoth, que rondaría los 4 mil millones de años. Es probable que su nacimiento se produjera tras el colapso de una nebulosa. Su superficie, según apuntan los nuevos estudios, es más lisa de lo que se creía, algo que indica que el objeto ha permanecido relativamente bien preservado desde su formación. Un análisis de su color y temperatura también desvela que se trata de un objeto rojo y frío, cubierto de metanol y moléculas orgánicas todavía no identificadas. Los investigadores no descartan que el objeto contenga muestras de agua (o hielo), aunque por el momento permanezcan ocultas a la vista.

Una vez obtenida esta nueva mirada sobre este intrigante objeto celeste, la pregunta es: ¿y ahora qué? David C. Jewitt, investigador de ciencias espaciales de la Universidad de California, comenta que este solo es el primer paso. "Si lo hemos conseguido una vez, estamos seguros de que es factible y deseable seguir explorando el exterior del Sistema Solar", comenta el científico en un artículo complementario a los recién publicado estudios. El reto para las siguientes misiones, argumenta, será huir de las fuerzas gravitacionales para permanecer más tiempo en el cinturón de Kuiper. La tecnología está preparada. Solo faltaría el compromiso institucional para seguir explorando los confines del cosmos.