"La ciencia es cosa de chicas, pero no de mujeres aún". Amanda Sierra, profesora de investigación Ikerbasque, en el Centro Vasco Achucarro de Neurociencia, define con esta frase el estado en el que se encuentra actualmente la mujer dentro del competitivo mundo de la ciencia. Años después de la incorporación de la mujer a la universidad, la sociedad no ha conseguido que la investigación goce de la paridad que se le espera atendiendo a las cifras de mujeres que culminan sus estudios superiores: el 61% de los alumnos egresados en las universidades canarias son mujeres, según datos del Istac. Esta situación, que se abordará hoy en los diferentes actos conmemorativos del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, es especialmente preocupante en los cargos de responsabilidad, donde se dan situaciones como la de las cátedras, una exigencia investigadora que solo está al alcance de dos de cada diez mujeres en España. A tenor de unos datos que mostraban un abismo en el acceso a la universidad entre hombres y mujeres -especialmente en carreras científico técnicas-, en los últimos años las políticas científicas han estado orientadas a aumentar la vocación en este sector de la población.

Estas acciones han mejorado las cifras en las primeras fases de la carrera en ciencia, pero "la vocación científica es solo la punta del iceberg" por lo que aún sigue existiendo "un cuello de botella" en la investigación que, como señala la doctora en filología e investigadora de la Universidad de La Laguna (ULL), Dolores Serrano-Niza, discrimina a las mujeres bajo tres preceptos: la falta de estabilidad, los sueldos bajos y la maternidad.

"Nuestros sueldos son verdaderamente bajos y la estabilidad depende de que se continúe financiando tu proyecto", explica Serrano, a lo que se une que la mayoría de mujeres se encuentra en edad fértil en el momento álgido de su investigación y se ve obligada a pararla y a perder parte de su capacidad para continuarla a posteriori. Estos tres hándicaps son los que han propiciado en mayor medida la existencia de un insalvable techo de cristal erigido con materiales de tal dureza que hasta el momento ha resultado imposible quebrar.

La investigación es una carrera de fondo a la que las mujeres no han sido invitadas. De hecho, fueron ellas las que decidieron entrar "sin permiso" en el entramado de la ciencia cuando al fin se les dio la oportunidad de acceder a la universidad. Pero la sociedad no estaba lista para que todas esas personas que hacían labores invisibilizadas e impagadas hasta el momento -como el cuidado de los mayores o de los niños- tuvieran un camino en la vida que exigía una dedicación prácticamente exclusiva. Y la sociedad sigue sin estar lista.

En Canarias, esta brecha entre hombres y mujeres en la investigación es palpable en todos los grupos de edad, pero es especialmente importante entre los mayores de 65 donde solo el 19% de las investigadoras son mujeres. La tendencia mejora levemente entre las investigadoras de menos edad, pero, en ningún caso, al igual que a nivel nacional, se llega a la paridad.

De hecho, según la Unesco, menos del 30% de las mujeres estudiantes a nivel mundial escogen formación superior dentro de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y matemáticas. Esta brecha de género también se muestra en las dos universidades canarias, pese a la mayoría femenina en los matriculados (60% en Las Palmas de Gran Canaria y 57% en La Laguna), como señaló la consejera de Economía, Conocimiento y Empleo del Gobierno canario, Elena Máñez.

Las razones son diversas, pero como resume Serrano, "nos econtramos en un espacio que aún no es nuestro y que hemos tomado prestado". Un entorno que no está preparado para adaptarse a aquellas tareas que se relegaban a las mujeres, como la maternidad. "La realidad es que nos queda mucho camino y es ahora cuando empezamos a ser conscientes de los años de retraso que acumulamos", sentencia Teresa Giráldez, doctora en Bioquímica e investigadora de la ULL. "Tenemos que renunciar a una barbaridad de cosas por la investigación, por eso muchas acaban resignándose y abandonando", señala Serrano y lo ejemplifica afirmando que las investigadoras suelen "rehusar a acceder a cientos de cargos por tener que elegir entre la familia o el puesto". Una situación que, como indica, "no ocurre entre los hombres".