Para pilotar un avión moderno son muchas las técnicas utilizadas, pero el principio de sustentación principal, es decir, ser capaces de "crear una fuerza en sentido contrario de la gravedad superior a ella", es lo que hace que tal artefacto vuele. Esta fuerza de elevación es debida, esencialmente, a la velocidad del avión, a la estructura externa del mismo (principalmente la forma y perfil de sus alas y cola) y a un principio básico de la Física, conocido como Tercera Ley de Newton. Sí, esa ley es debida a ese famosísimo y gran pensador, matemático y físico del siglo XVII, y garantiza que "toda fuerza ejercida en un sentido y dirección sobre un objeto produce una igual en sentido contrario". Al desplazarse un avión con un poco de inclinación en sus alas (no más de 15 grados), las partículas de aire que chocan irremediablemente contra el fuselaje del mismo golpean en particular contra las alas, a igual velocidad que la del aparato, rebotando en dirección a la tierra. Esa fuerza genera una igual y en sentido contrario que permite volar al avión. La Matemática es la ciencia que modeliza esta situación con fórmulas donde la sustentación del avión, en condiciones normalizadas, depende de su velocidad, de las características del aparato (como la superficie de sus alas) y de la densidad del fluido que lo sustenta, en este caso el aire. Este último hecho ocasiona que, fuera de la atmósfera o en cuerpos celestes sin atmósfera y gravedad muy baja, como la Luna, este principio de sustentación no pueda ser aplicado.