La historia de cómo un nuevo virus procedente de una remota región china ha llegado a Canarias certifica la fuerza que ha adquirido la globalización y revela, una vez más, el papel que desempeña el azar. El mundo está cada día más interconectado, y los negocios, los intercambios comerciales y el turismo mueven cada día a millones de personas en todos los rincones del planeta. En estos flujos de personas y bienes participan también, como polizones inevitables y muchas veces inadvertidos, las enfermedades.

En apenas dos semanas, el coronavirus de Wuhan recorrió más de 15.000 kilómetros hasta desembarcar -literalmente, pues su portador llegó en ferry- en La Gomera. El turista alemán que se ha convertido en el primer paciente confirmado del virus chino en España fue contagiado en su país por un compatriota al que una ciudadana china había transmitido la infección.

La mujer procedente del país asiático no vivía en Wuhan, sino en Shanghái, a unos 840 kilómetros de distancia. Sin embargo, poco antes de viajar a Alemania para impartir un curso en una empresa del estado de Baviera, recibió la visita de sus padres, residentes en la ciudad donde se ha originado el brote del nuevo coronavirus. Fue en ese encuentro familiar en el que, presumiblemente, se produjo el contagio de la mujer. Ya en el land del sur de Alemania -separada por alrededor de 8.700 kilómetros de Shanghái-, la súbdita china ofreció un curso de formación a los trabajadores de una empresa. Cuatro de ellos se contagiaron entonces. A su vez, el ciudadano germano que terminaría viajando a Canarias fue infectado durante una visita al domicilio de uno de los primeros cuatro contagiados, que en ese momento no manifestaba los síntomas.

Junto a sus cinco compañeros, el hombre tomó un avión el día 28 rumbo al aeropuerto de Tenerife Sur, 5.800 kilómetros de distancia. Tras tomar el barco en el cercano puerto de Los Cristianos, el grupo arribó a San Sebastián de La Gomera. Allí alquilaron un coche para dirigirse a Hermigua, a unos 20 kilómetros, a donde llegaron por la noche. El vehículo, un Opel Astra, todavía se encuentra aparcado junto a la vivienda vacacional que arrendaron los seis alemanes para pasar unas vacaciones en la Isla que, según vecinos que tuvieron alguna relación con ellos, estarían dedicadas al senderismo, la naturaleza y la gastronomía.

Los testigos refieren que la mayoría de los miembros del grupo son jóvenes, alrededor de la treintena, salvo uno de ellos que parece superar los cincuenta años. Este último es el que permanece aislado en el alojamiento turístico, dado que no ha presentado síntomas en ningún momento, a diferencia del resto.

La casa que alquilaron forma parte de un grupo de chalés de dos plantas situados en la Carretera General del Norte de La Gomera. La vivienda es la única del conjunto que tiene uso turístico, y se asoma al Valle de Hermigua, uno de los enclaves más pintorescos de la Isla Colombina. Pero sus ocupantes no tuvieron mucho tiempo de disfrutar del entorno, aunque sí hicieron alguna salida. Pasadas las 10:30 horas del día siguiente -miércoles 29- aparecía la primera ambulancia del operativo desplegado por Sanidad después de recibir la comunicación del Ministerio de que dos de los viajeros podían estar infectados con el coronavirus de Wuhan. Dos fueron, precisamente, las personas trasladadas al Hospital Nuestra Señora de Guadalupe, en San Sebastián. Había transcurrido una hora y media cuando la ambulancia regresó a recoger a otros tres, mientras que el sexto permanecía en la casa.

Los movimientos despertaron la expectación de los residentes en la zona, que poco después conocieron, a través de los medios de comunicación, las causas del despliegue. La dueña de la vivienda, también alemana, permanece en contacto permanente con la embajada y con los familiares de los afectados.