Una emotiva ceremonia en la Casa Mesa de La Laguna, sede de la Fundación de Patronato de Nava, contribuye desde Canarias a conmemorar la liberación del campo de concentración nazi de Auschwitz, donde fueron asesinados más de un millón de personas -casi un millón judíos, 64.000 polacos y 21.000 gitanos-. El encuentro de este año, que repite escenario respecto al anterior, cuenta con la presencia de Patricia Weitz, hija de Violeta Friedman, superviviente del Holocausto. La cita culmina su intensa semana en Aguere.

El acto lo organiza el Centro Sefarad-Israel del Ministerio de Asuntos Exteriores de España en el único espacio, según argumentan sus representantes, con capacidad para albergar a las más de cien personas que se dan cita. Las disertaciones se suceden. Entre otros, desglosan sus discursos la propia Patricia Weitz; el obispo de la Diócesis. Bernardo Álvarez -recuerda su experiencia sobre el Holocausto, la de un profesor que le abrió esta misión de conciencia al mundo; el exrector de la Universidad de La Laguna, José Gómez Soliño, y miembros de la comunidad judía. Las palabras dan paso luego al núcleo central de la conmemoración.

Durante el acto hay un recuerdo especial para la treintena de víctimas canarias, republicanos y socialistas, que también sufrieron la barbarie nazi, en este caso en el campo de Mauthausen. Fueron encendidas 6 velas, como es tradicional, por todas las víctimas del Holocausto. Una por los millones de hombres, mujeres y niños asesinados en los campos de exterminio; por los seis millones de judíos que murieron en las cámaras de gas y los hornos crematorios.

Otro cirio recuerda de manera concreta a los dos millones de niños que perdieron la vida en aquella barbarie, única en la historia de la Humanidad, aunque haya habido otros genocidios. Ninguno con estas dimensiones.

La tercera vela queda para los otros colectivos que sufrieron esta atrocidad hasta completar diez millones de víctimas. Desde los gitanos a los republicanos españoles pasando por las personas discapacitadas o los homosexuales. Un tributo en honor y memoria de los miembros de las diferentes minorías que fueron atacadas por el terror nazi,

Las otras tres velas tienen todavía un motivo más simbólico si cabe. En primer lugar para que aquel horror no vuelva a ocurrir. Además otra como recuerdo a los supervivientes y los que perdieron al vida haciendo frente a la segregación, los héroes anónimos de la resistencia espiritual. Y, por último, a aquellos que reconstruyeron sus vidas después, y por ende la de todo el pueblo hebreo, asumieron la responsabilidad del liderazgo y lucharon para convertir en realidad el Estado de Israel.

Acordes de violoncelo

No faltan las notas de la música clásica, acordes de violoncelo con un toque de melancolía, algo lógico por ser la ceremonia que es. Llenan de emoción a los presentes. En la memoria siempre presentes las víctimas del genocidio llevado a cabo por la Alemania nazi desde el ascenso al poder de Adolf Hitler en 1933 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. La lectura de un par de poemas dejan marcas. Como el del exrector Soliño sobre la invasión árabe en la Península. Reflexiona: "Si se cambian los nombres valdría igual para esto". Ceremonia íntima y de recogimiento en la que cualquiera no está invitado a compartir este inmenso dolor.

Respeto, contención y una frase escuchada que adquiere todo su sentido en este momento: "Tenemos que regularnos a nosotros mismos para que la oscuridad que a veces sale de nuestro interior no se acerque a la superficie". Esa oscuridad daña a la persona y a la humanidad toda.