La historia de los vibradores se remonta a la era victoriana y el psicólogo Sigmund Freud tiene mucho que ver con ello. La llamada "histeria femenina" se asociaba con un amplio abanico de síntomas, que incluían desfallecimientos, insomnio, retención de fluidos, pesadez abdominal, espasmos musculares, respiración entrecortada, irritabilidad, fuertes dolores de cabeza, pérdida de apetito y "tendencia a causar problemas". El tratamiento se basaba en hacer un masaje constante a la mujer en su vagina, para lo que más tarde se inventó el primer vibrador mecánico. A finales del siglo XIX, la difusión de la electricidad en el hogar facilitó la llegada del vibrador a los mercados. El tratamiento empezó a ser más barato en la intimidad del propio hogar, así que la adquisición del vibrador se empezó a democratizar. De hecho, llegó a las casas mucho antes que otros dispositivos "esenciales": nueve años antes que el aspirador y diez años antes que la plancha eléctrica. Freud, respecto a esta patología, llegó a afirmar que lo que la provocaba era un hecho traumático que había sido reprimido en el inconsciente, pero seguía aflorando en forma de ataques que carecían de explicación. Fueron los primeros pasos de lo que hoy se conoce como psicoanálisis. Y muchos años después de la "histeria femenina", ha tenido que ser, también un vibrador el que abra el camino hacia la desaparición de todas las concepciones erróneas que se asociaron entonces al uso de este producto.