Los científicos del Instituto Sloan Kettering de Nueva York, liderado por el oncólogo español Joan Massagué, han descubierto que la capacidad de los cánceres para hacer metástasis depende de su capacidad para cooptar las vías naturales de reparación de heridas, lo que abre una vía para su posible tratamiento. El adelanto científico, publicado en la revista Nature Cancer y que ha sido comunicado también por el propio Sloan Kettering Cancer Center, proporcionan un marco novedoso para pensar sobre la metástasis y cómo tratarla.

De entrada hay que recordar que la metástasis, que es la propagación del cáncer a otras regiones del cuerpo, es responsable del 90 % de las muertes por cáncer. Sin embargo, no se sabe mucho sobre lo que hace que las células cancerosas sean capaces de hacer metástasis. Ahora, este estudio de investigadores del Sloan Kettering Institute concluye que las células iniciadoras de metástasis emplean un truco para propagarse: cooptan las capacidades naturales de curación de heridas del cuerpo.

30 años de investigación

"Ahora entendemos la metástasis como la regeneración del tejido equivocado [el tumor] en el lugar equivocado, los órganos vitales distantes", aseguró Joan Massagué , director del Instituto Sloan Kettering y el director de la investigación sobre un asunto en el que lleva 30 años investigando. Anteriormente había indicios de que los cánceres podrían utilizar vías de curación de heridas para apoyar su crecimiento. En la década de 1980, el investigador Harold Dvorak denominó a los tumores "heridas que no sanan". Pero los nuevos hallazgos presentan la primera imagen detallada de cómo funciona este proceso en el nivel de células y moléculas.

Aunque la metástasis es mortal, no es algo que las células cancerosas puedan hacer fácilmente. Para propagarse, las células cancerosas deben separarse con éxito de sus vecinas, atravesar las capas de tejido que las separan de la circulación, nadar o arrastrarse a una nueva ubicación en el cuerpo a través de la sangre o el líquido linfático, salir de estos vasos, luego echar raíces y comenzar a crecer en el nueva ubicación. En cada paso de este proceso, la mayoría de las células cancerosas sueltas mueren. Menos del 1% de todas las células cancerosas que se desprenden de un tumor finalmente formarán metástasis medibles.

Comportamiento del cáncer

"Una vez que las células cancerosas aprenden a sobrevivir al estrés de en un ambiente extraño, es muy difícil deshacerse de ellas", explicó Karuna Ganesh, médico-científica del Programa de Farmacología Molecular de SKI y una de las autoras del artículo. "Son una entidad completamente diferente del tumor en el que comenzaron". Ganesh y sus colegas querían entender qué permite a algunas células sobrevivir a este viaje estresante. Se centraron en una molécula llamada L1CAM, que estudios previos del laboratorio de Massagué habían demostrado que es necesaria para que numerosos tipos de células cancerosas hagan metástasis con éxito en los órganos.

Los tejidos sanos normales no suelen producir L1CAM, pero los cánceres avanzados sí lo hacen. Lo que desencadena exactamente la L1CAM ha sido hasta ahora un misterio. Al observar los tejidos tumorales humanos con un microscopio, fue claro para los investigadores que dividir las células con L1CAM era más común en áreas donde se rompía una capa epitelial, es decir, herida. Esto llevó a los científicos a preguntarse si se requiere L1CAM para la reparación normal de heridas, como ocurre en el intestino después de la colitis. Usando un modelo de colitis en ratones, descubrieron que, de hecho, este era el caso. En definitiva, el avance concreta que las metástasis no se derivan de mutaciones genéticas sino por una reprogramación de las células que les permite regenerar creando metástasis.

El oncólogo Joan Massagué i Solé (Barcelona, 1953) es uno de los investigadores más prestigiosos en el área de la metástasis del cáncer. Se licenció en farmacia por la Universidad de Barcelona y en 1978, al poco de doctorarse en Bioquímica por la misma universidad, decidió trasladarse a Estados Unidos, un país que a la sazón ofrecía muchas más oportunidades para la investigación, e inició su trayectoria profesional en la Universidad de Brown, en Rhode Island. Fue precisamente allí donde realizó su primer descubrimiento: la estructura del receptor de la insulina.

Carrera de prestigio

Posteriormente ejerció la docencia como profesor de bioquímica en la Universidad de Massachusetts y en 1989 asumió la dirección del Programa de Biología y Genética del Cáncer del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York, ciudad donde reside y donde ha desarrollado la mayor parte de sus investigaciones científicas.