El cisma que podría haber separado el sistema solar dejó a un lado los planetas terrestres, como la Tierra o Marte; y al otro, los conocidos como jovianos, entre los que están Júpiter y Saturno. Según los investigadores, en la actualidad la Gran Divisoria no se parece a la estructura original, sino que es un "tramo de espacio vacío" que se encuentra cerca de Júpiter, más allá de lo que los astrónomos llaman el cinturón de asteroides. En la parte que se acerca más hacia el Sol desde esa línea, la mayoría de planetas tienden a tener una abundancia relativamente baja de moléculas orgánicos, mientras que en la parte del sistema que se dirige hacia Júpiter y más allá casi todo está compuesto de hecho de materiales ricos en carbón.

"La explicación más probable para esa diferencia composicional es que emergió desde una estructura intrínseca de este disco de gas y polvo", señaló el profesor de la Universidad de Colorado en Boulder (EE UU) Stephen Mojzsis. Al igual que en las montañas terrestres una gran fractura drena el agua hacia un lado o hacia otro, explicó Mojzsis, las diferencias de presión provocadas por ese anillo habrían sido las encargadas de separar los materiales en el sistema solar. Muchos científicos suponían que Júpiter era el responsable de esta dicotomía, ya que el planeta es tan grande que podría haber actuado como una barrera gravitacional al prevenir que los guijarros y el polvo llegados de fuera del sistema solar se dirigieran hacia el Sol. Sin embargo, Mojzis y sus compañeros descubrieron que, aunque Júpiter es grande, probablemente nunca lo fue tanto en su formación como para prevenir bloquear por completo el flujo de material rocoso.

Asimismo, advirtieron de que esta barrera en el espacio no era perfecta, de forma que materiales volátiles ricos en carbón la podrían haber traspasado y llegar hasta nuestro planeta, aportando agua y materiales orgánicos.

Otro hallazgo del IAC

También en la publicación Nature Astronomy se destaca un trabajo de la Universidad de Birminghan (Reino Unido), donde científicos internacionales, con participación del Instituto de Astrofísica de Canarias, han descubierto una antigua colisión de nuestra galaxia, la Vía Láctea, con otra de menor tamaño llamada Gaia-Enceladus. Los científicos han estudiado una única estrella en la constelación de Indus, la cual han podido datar a través sus oscilaciones naturales.

El proceso, conocido como astrosismología, reveló que la estrella nació en los primeros momentos de la Vía Láctea, pero su colisión con Gaia-Enceladus alteró su movimiento en nuestra galaxia. Este equipo adoptó un enfoque novedoso al aplicar la caracterización forense de una simple estrella antigua y brillante llamada Indi, visible desde el hemisferio sur, como sonda de la historia de la Vía Láctea. Las estrellas llevan "registros fosilizados" de sus historias y, por lo tanto, de los entornos en los que se formaron. Los científicos utilizaron datos de satélites y telescopios terrestres para desentrañar esta información de Indi.

Explicación del IAC

Antonio Jiménez, astrofísico del IAC y coautor del artículo, asegura que "los seres humanos siempre hemos estado interesados en comprender los eventos pasados para comprender el presente y su evolución". "El resultado de la coordinación de diferentes técnicas astrofísicas como la espectroscopía (abundancias químicas), la astrometría (posición y cinemática) y la astrosismología (determinación de la edad) en el estudio de Indi nos brinda un nuevo conocimiento del pasado de nuestra galaxia. La astrosismología, que nació como sismología solar y cuyo propósito era conocer el interior del Sol, evolucionó hacia el conocimiento del interior del resto de las estrellas y ahora también colabora de forma fundamental en el conocimiento de nuestra Vía Láctea", matiza.

Estas se pudieron detectar en los datos proporcionados por el Satélite de Sondeo de Exoplanetas en Tránsito (TESS en inglés) lanzado por la NASA en 2018 y los recogidos por la sonda espacial Gaia de la Agencia Espacial Europea. Según los autores, el programa de la NASA será útil para reunir nuevos conocimientos sobre las estrellas cercanas a la Vía Láctea.

Savita Mathur, investigadora Ramón y Cajal del Instituto de Astrofísica de Canarias y una de las autoras del artículo sobre el descubrimiento de una antigua colisión de nuestra galaxia, la Vía Láctea, con otra de menor tamaño llamada Gaia-Enceladus, aseguró ayer que "un evento como la colisión de Gaia-Encelado es algo que puede suceder varias veces durante la historia de una galaxia, desplazando a muchas estrellas de su posición original y afectando a la evolución de la galaxia. Poder determinar la fecha de tal evento es crucial para comprender cómo sucedió y su impacto en la evolución de la Vía Láctea". Lucía González, estudiante de Doctorado del IAC y de la Universidad de La Laguna que también firma el trabajo, añadió que "a través del estudio de los modos de oscilación de la estrella Indi se ha podido estimar su edad con la mayor precisión obtenida hasta el momento, lo que nos permite conocer mejor qué es lo que ocurrió en el evento Gaia-Encelado".