Al semanario satírico francés Ch arlie Hebdo se le acumulan efemérides de vida y muerte. El martes se cumplieron cinco años del atentado yihadista que estuvo a punto de liquidarlo. En noviembre cumplirá cincuenta años de vida.

El dolor de aquel ataque que dejó 12 muertos y 11 heridos sigue. De mayo a julio será el juicio por los atentados, que removerá a sus víctimas y familiares el recuerdo de un horror profundo. El horror que expresa en todos sus matices El colgajo, la obra de un superviviente, el periodista Philippe Lançon, 500 páginas escritas después de un necesario silencio.

El último número de la revista está dedicado a las nuevas formas de censura. El atentado quiso ser la definitiva, después de haberse convertido Charlie Hebdo en objetivo de los terroristas islamistas por haber reproducido varias caricaturas de Mahoma publicadas por el periódico danés Jyllands-Posten. El Islam no admite imágenes de su profeta.

El 7 de enero de 2015, los hermanos Chérif y Saïd Kouachi invadieron la sede de la revista parisina a la hora del comité de redacción, dispararon implacablemente durante 109 segundos y mataron a 12 personas que formaban la dirección y plantilla. Entre ellos, Stéphane Charbonnier, "Charb"; Jean Cabut, "Cabu"; Georges Wolinski; Bernard Verlhac, "Tignous", y Philippe Honoré, nombres fundamentales en la revista y lápices de la cultura más radical en territorio francés.

Ese fue el inicio de un año de terror inimaginable para Francia. Sin haberse podido recuperar del sobresalto, al día siguiente Amedy Coulibaly, un seguidor del Estado Islámico, asesinó a una policía en las afueras de París y otro día más tarde atacó un supermercado judío y mató a cuatro personas antes de ser abatido.

En febrero, tres militares fueron acuchillados delante de un centro judío en Niza.

En abril, un radical acuchilló a un hombre en Villejuif, afueras de París, y un estudiante de Informática fue detenido tras asesinar a una mujer en un aparcamiento.

En junio, un repartidor decapitó a su jefe y exhibió su cabeza ante una fábrica en Isère.

En agosto, varios pasajeros evitaron una matanza en un tren Ámsterdam-París reduciendo a un radicalizado armado.

La noche del 13 de noviembre, tres comandos aterrorizaron París con tres ataques coordinados: en el Stade de France, en bares y restaurantes del Este parisino y en la sala Bataclan. Dejaron 130 muertos más. El Estado de emergencia, que se mantuvo hasta noviembre de 2017, no evitaron la masacre,

Catorce personas imputadas

Los tres primeros atentados serán juzgados de mayo a julio de este año con catorce personas en el banquillo por haber prestado ayuda logística a los terroristas. El atentado contra Charlie produjo una reacción en toda Europa. Casi un millón de personas recorrió el centro de París en solidaridad en la mayor manifestación desde la liberación de la ciudad de la ocupación nazi en 1945.

A la cabeza de la marcha estuvieron el secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg; la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, y presidentes de una veinteina de países, entre ellos Antonis Samarás (Grecia), Mariano Rajoy (España), David Cameron (Reino Unido) Angela Merkel (Alemania) y Benjamín Netanyahu (Israel), junto al francés François Hollande. Nadie podía haber soñado tanta oficialidad para el semanario irreverente.

Charlie, que renqueaba como empresa también por la crisis de la prensa, vendió 8 millones de ejemplares de su siguiente número, sacado adelante por los supervivientes en la redacción de Liberation.

La más reciente consecuencia del atentado es el libro , "El colgajo", del periodista Philippe Lançon, que decidió en el último minuto ir al consejo de redacción y al que los asesinos dieron por muerto. Con razón. Le faltaba un tercio de la cara, trozos de brazos y sentía como piedras en la boca los 13 dientes de la voladura de su mandíbula.

Para recuperarse de las diecisiete operaciones y los nueve meses de hospital, custodiado por cuatro policías con subfusiles, y luego escribir su libro, necesitó silencio. Poner en orden cuerpo, mente, recuerdos y vida sin ruido de medios de comunicación. Dejó París para evitar la rozadura de la memoria herida con el escenario. Vive en Roma con su pareja.

"Era esencial estar a solas con mi experiencia, entenderla y buscar la forma literaria de restituirla. No podía gastar mi energía en palabras que hubieran sido superficiales", declaró a Borja Hermoso.

Ha llegado a conclusiones de uso general. Una: "Las víctimas no somos vacas sagradas, también cometemos errores y debemos hacerlo". Dos: "No es fácil ser un superviviente; eres alguien dividido entre la felicidad de seguir ahí y la culpabilidad de haberte salvado".