Hagan un pequeño esfuerzo de imaginación sadomasoquista y recuerden a Julio Anguita. El pletórico y mosaico Anguita de las dos orillas que lideró Izquierda Unida (y el PCE) en los años noventa. ¿El camarada Anguita, con su veintena de diputados, habría aceptado la participación en el Gobierno que Pedro Sánchez ha ofrecido a Podemos? Una Vicepresidencia inerte y cuatro ministerios que son coquetones zulos competenciales. Les puede parecer un ejercicio superfluo, pero tiene su interés, porque la mayoría de los encuestados contestaría que no, que Anguita no lo hubiera aceptado. Sánchez ha respetado el compromiso sobre el Ejecutivo que cerró un domingo por la tarde con Pablo Iglesias, pero usando sus prerrogativas como presidente ha diseñado el resto del equipo gubernamental para neutralizar a su socio. Una selva tecnocrática alrededor de un pequeño parterre de activistas. Al menos podrá así cerrar un ojo para dormir. El ojo izquierdo, por supuesto.

Si Iglesias sabía lo que se le venía encima es un ingenuo. Si no lo sabía y Sánchez lo ha enredado de esta manera -también en lo que se refiere a las arteras y calculadas filtraciones sobre los próximos ministros- cabe dudar de la inteligencia política del líder de Podemos. Pero no dirá nada. Podemos está más atado a Sánchez que Sánchez que Podemos. El presidente puede destituir como puede nombrar. Puede rediseñar la estructura del Gobierno. Puede convocar elecciones generales. En cambio, lo único que pueden hacer Iglesias y los suyos es marcharse o quedarse. Se quedarán y, como dice el inminente vicepresidente charloteando en su puré marxistoide "navegaremos sobre las contradicciones". Escuchando a Iglesias siempre recuerdo la cantidad de líderes emancipadores que se acumulaban en la calle Heráclio (Sánchez) a partir de las nueve de la noche.

Aunque no hay un canario entre los ministros siempre podemos tirar de lo mismo. Igual alguno veranea en Canarias, tuvo un novio isleño que le lloró como nadie le ha llorado -los novios isleños están entre los mejores llorones del Estado español- o ha leído las novelas Vázquez Figueroa, y con eso nos hacemos media edición del periódico o un programa de televisión de dos horas. Han conseguido que la (pos)política sea esto y solo cabe felicitarles. De hecho estas estúpidas derechas, que solo saben vociferar como legionarios con almorranas, tampoco han podido reaccionar con un mínimo de eficiencia frente a los nombramientos ministeriales. Están atónitos. Pero si Sánchez hasta va a nombrar ministro al economista que ellos (el PP de Mariano Rajoy) puso al frente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal. ¿Dónde quedan las hordas bolcheviques? Y mientras nos entretenemos en estos juegos de manos, juegos de villanos, pues siguen muriendo inmigrantes intentando llegar a las costas canarias (hombres, mujeres, bebés), con la reapertura del Centro de Internamiento de Fuerteventura como medida estrella. O se conoce -en voz no muy estridente- que las autoridades españolas, con gobiernos conservadores y socialdemócratas, han estado pagando sobornos durante los últimos 25 años en Arabia Saudí. La investigación de una docena de contratos de ventas de armas a los saudíes ha concluido en que fueron desviados más de 100 millones de euros por la empresa estatal española Defex desde 1991 a 2016. Silencio. Ahora lo importante es el nombre del próximo ministro de Cultura. Que le pregunten a Iceta, que escribe haikus.