Junto a su hija Marta ha publicado Papá, ¡cuenta mis dibujos!, una colección de 14 cuentos infantiles a través de la experiencia compartida con los dibujos de su niña. Anteriormente había publicado Infierno, cielo y, en la tierra, un traje verde, con el que pretendía hacer un recorrido desde su ingreso en la Guardia Civil, mostrando la cara amarga y como antagonismo a la vez la cómica de su profesión, sin dejar de lado sus pensamientos y sentimientos más profundos, tratando de hacer más humano el traje verde, dejando ver que tras él se esconde una sensibilidad.

¿Qué supone para usted el reconocimiento de la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología y Humanidades de Valencia?

Para ser franco yo soy un escritor que detestaba la literatura en sus años de estudiante. La curiosidad me mostró el camino y comencé a amar los libros. El olor de las páginas; cómo bailan las letras para formar historias. Durante una larga convalecencia, por casualidad me desperté dentro del último vagón de un tren pleno de literatura.

¿Cuál fue ese vagón?

El que me llevó a la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología y Humanidades de Valencia. En lo personal el reconocimiento supuso un logro inimaginable. Mis textos se han tenido en cuenta. Las colaboraciones como corresponsal han sido valoradas muy positivamente. En términos literarios desde luego un importante mérito según mi editora. Mi próxima colaboración para una revista es una entrevista a la ganadora del premio Internacional Virginia Wolf 2018.

¿Qué ha supuesto la literatura para usted y cómo la compagina con la actividad profesional?

Para mí la literatura ha supuesto un renacer como ser humano; ser más humilde; menos materialista. La literatura me ha curado de la ansiedad. Me ha permitido conocer, aprender e incluso hacer amistad con grandes escritores: Luisa Ballesteros, Jacobo Machover, Porfirio Mamani, Gabriel Said y otros muchos; también conocer a Giovanna Benedetti, académica de la lengua en Panamá. He formado parte de encuentros internacionales de literatura. He conocido a promotores de la cultura internacional. La literatura me permite en la actualidad encuadrarme como coordinador de un Encuentro Internacional de Literatura Iberoamericana que se celebra cada año en París, fundado por una comprometida promotora de la cultura: Flor María Gambirasio. ¿Que más puedo pedir? Utilizo días libres y vacaciones para realizar estas actividades literarias.

¿Qué se puede hacer desde la literatura en la lucha contra la violencia de género?

Se puede dar voz a las víctimas. Voz en forma de palabras de esas silenciosas víctimas que sufren la violencia; que no son capaces de expresarse porque el miedo paraliza. Escribo columnas en prensa internacional y revistas; son textos extraídos de mis libros. Hablo de golpes e insultos; amenazas que han recibido víctimas que he conocido directa o indirectamente, maltratadas por el mero hecho de ser mujeres. Escribo sobre mi madre,que fue la primera víctima de la violencia de género que conocí y de nuestra cárcel doméstica.

El libro 'Papá ¡cuenta mis dibujos!', muy valorado por docentes nacionales e internacionales, ha sido un punto de inflexión en su carrera, ¿por qué literatura infantil y de la mano de su hija como ilustradora?

Sí, ha sido un punto de inflexión: Papá ¡cuenta mis dibujos! nos está abriendo un camino dentro del difícil día a día del escritor e ilustrador novel. El primer y único síntoma es que nuestro proyecto ha encontrado él solito su propio camino. Los colegios nos han abierto sus puertas. Nuestro libro se utiliza en valores en más de 80 centros, entre públicos, concertados y privados a lo largo del territorio nacional. Una gran alegría fue el saber que en un centro docente bilingüe de París, habían utilizado nuestro libro durante unas jornadas culturales. Todo esto explica una segunda edición con un prólogo nuevo en el que se hace mención a ese reconocimiento por parte de los docentes. Y continuará de colegio en colegio durante este 2020.

¿Cómo arrancó el proyecto?

Llegué a la literatura infantil por casualidad, jugando con mi hija a que ella hiciera un dibujo y yo me inventaría un cuento. Por la noche me esperaba despierta para que le leyera el cuento que me había inventado. Marta me daba el visto bueno. Nuestro libro habla de valores como la colaboración, la igualdad, la no violencia contra las personas, la no violencia contra los animales, la protección de la naturaleza, etc..

¿Qué enseñanzas ofrece el libro que publica?

Al final de cada cuento hay una pregunta. Los peques responden. He podido comprobar en los coles que he visitado (que son muchos), que las niñas y niños saben lo que hay que hacer en todo momento: ayudar a un compañero que sufre acoso, no maltratar a los animales, cuidar el mar, no tirar basura, no consumir plásticos, etc? Los valores de los niños son puros.

Recorrer el Camino de Santiago también ha funcionado como una píldora de felicidad en etapas que estaba alejado del Instituto Armado. ¿Fue así? ¿Qué encontró en ese proyecto?

Sí, el camino me ha ayudado mucho. Ha sido para mí una terapia de exposición. La pérdida voluntaria de la zona de confort y la superación de la ansiedad que esa pérdida suponía. El camino entremezclado con la literatura, han ayudado a mi recuperación. He encontrado en los Caminos de Santiago amigos, literatura y paz. Escribo las diferentes etapas de los Caminos de Santiago para prensa y revistas tanto nacionales como internacionales.

¿Cuál es el legado para los niños de hoy en una sociedad donde la violencia de género va en aumento?

El mejor legado (espero que lo vean mis hijas), sería haber conseguido la igualdad absoluta, así las futuras generaciones no tendrían que hablar de igualdad. El mejor legado sería cero asesinatos.

¿Qué se puede hacer contra esa lacra social?

Fomentar la igualdad absoluta, pues es el antídoto contra la violencia de género.