En 1610, René Descartes tenía catorce años y estudiaba en el colegio jesuita de La Flèche. Ese mismo año, un jesuita frustrado asesinaba al Rey de Francia Henry IV poniendo las bases de una cruenta guerra de religión que pronto se desarrollaría en Europa. También en 1610 Galileo descubría, con la ayuda de un elemental telescopio, cosas inauditas en los cielos que iban a confirmar sus creencias copernicanas: montañas en la Luna, satélites en Júpiter, fases crecientes y decrecientes en Venus, como si de la Luna se tratara. Creyó saber con aquellas experiencias de los sentidos algo que ya sabía con la especulación matemática: Que la teoría copernicana, el heliocentrismo, no era solo uno más de los modelos que "salvaban las apariencias" celestes, sino que era la explicación real, física, del Mundo, esto es, del hoy llamado sistema solar.

Cuando el joven y enfermizo René Descartes, René le Poitevin, dibujaba triángulos en su lecho tibio y confortable del colegio de la Flèche, quedaba maravillado por la impecable sucesión de razonamientos que conducían a la demostración de propiedades como aquella: "Las tres alturas de un triángulo se cortan en un punto, el ortocentro". Le maravillaba sobre todo que aquella propiedad fuese válida para los infinitos triángulos que considerarse pudiesen. Certidumbre e Infinitud, frente a lo Finito e Incierto que lo rodeaba. La belleza de la Geometría iba a marcar el resto de su vida.

Bien es verdad que para la demostración de aquellos teoremas era necesaria la intuición, una profunda visión espacial y una "idea feliz", que no siempre se encontraba. Más adelante, con la invención de la Geometría Analítica que algebriza la Geometría asociando a cada punto del plano una pareja de números, él mismo conseguiría "democratizar" la Geometría, no haciendo ya necesaria la idea feliz. Ahora bastaba el Cálculo, seguramente largo y trabajoso, y el Método. Ciertamente, esa geometría euclídea necesitaba de unos principios axiomáticos evidentes y apropiados, y Descartes admiraba la sabia elección de ellos que hiciera Euclides (poco sospechaba que muchos años después se establecerían otras geometrías, no euclídeas, tan "ciertas" como aquella, cambiando los axiomas, aunque diesen resultados alejados de nuestro sentido común)

¿Y si esa certeza de la Geometría se pudiese conseguir también para la Física, para las Ciencias de la Naturaleza?

Descartes, IMPRESIONADO POSITIVAMENTE por la belleza y certidumbre de las demostraciones geométricas y de los teoremas de Euclides y Arquímedes, IMPRESIONADO NEGATIVAMENTE por "las cien interpretaciones" que de una misma cosa podían hacerse y se hacían en aquel mundo renacentista que le tocó vivir ya en sus postrimerías, va a dar un NO AL RELATIVISMO y un SÍ A LA RACIONALIDAD y a "la interpretación única" como ciertamente daba la Matemática.

¿Sería posible aplicar la Matemática a la Física, en contra del dictamen aristotélico? ¿Estaría escrito el libro de la Naturaleza en lenguaje matemático como osadamente había anunciado Galileo?

El 10 de Noviembre de 1619, en una pensión alemana, junto a una estufa que irradiaba un calor protector, Descartes tiene un sueño en el que se le revela un Método Maravilloso, con el que con la ayuda de Dios y el sabio uso de las Matemáticas podrá resolver cualquier problema por difícil que este fuese.

Diez años después, Descartes con 33 años escribirá, osadamente, a su amigo el padre Mersenne:

"He decidido explicar todos los fenómenos de la Naturaleza, es decir, toda la Física"

¡Y AHORA SÍ QUE LE HARÁ FALTA DIOS Y AYUDA!