La comunidad científica también se suma al grito de auxilio para salvar el Amazonas. Hace ya más de 50 años que los científicos alertan de la fragilidad de este ecosistema, constantemente amenazado por la acción humana. Thomas Lovejoy (de la Mason University) y Carlos Nobre (de la Brazilian Academy of Sciences) firmaron el pasado día 20 un editorial en la revista Science Advances para avisar de que estamos ante "el punto de inflexión definitivo para el Amazonas". Los expertos, dedicados durante décadas al estudio de este ecosistema, recalcan que, aunque este último año no haya sido el más duro para la selva, la ola de incendios del pasado verano logró despertar la conciencia sobre la importancia de este paraje natural para todo el continente.

Hacia finales de agosto, mientras en la selva tropical se producían más de 2.500 incendios simultáneos, en Sao Paolo, oscureció a las tres de la tarde. El Instituto Nacional de Meteorología (Inmet) de Brasil anunció que se trataba de uno de los muchos efectos colaterales de una crisis climática que, junto a los incendios, había provocado que cayera la noche. Este incidente, según argumentan Lovejoy y Nobre, "despertó al mundo ante la cruda realidad de que la preciosa Amazonia está al borde de la destrucción funcional y, junto a ella, nosotros también".

Diagnóstico crítico

El aumento de los incendios y de la deforestación están poniendo en riesgo la capacidad de este ecosistema de ejercer de sumidero de carbono (es decir, de almacenar dióxido de carbono para mitigar su presencia en la atmósfera). También peligra su función como reserva de biodiversidad, ya que se trata del bosque tropical más grande del mundo: en su interior alberga al menos el 10 de las especies conocidas del planeta. La fragilidad de este ecosistema, a su vez, está provocando que el ciclo mundial del agua se tambalee. "Todos los países de América del Sur dependen del agua dulce reciclada por la selva amazónica. Este solo es uno de los muchos beneficios que los humanos se arriesgan a perder si destruimos este recurso", recalcan los especialistas en el editorial de la revista.

Los efectos de la crisis climática, la deforestación y los incendios impactan en el Amazonas como un cóctel explosivo. Todo apunta a que el aumento de las temperaturas y la reducción de las lluvias en estas zonas podrían convertir el este y el sur de la selva tropical en una sabana. La herida en los bosques ya empieza a ser visible. Las estaciones secas en las regiones amazónicas son cada vez más calurosas. Las sequías aumentan a un ritmo sin precedentes. La mortalidad de las especies que habitan en climas húmedos se incrementa. Las tasas de deforestación se acercan hasta el 20 en las regiones brasileñas. "Dicho sin rodeos, el Amazonas no solo no puede resistir una mayor deforestación, sino que ahora también debe reconstruirse para que esta selva continúe ejerciendo de conductor del clima continental para el planeta y una parte esencial del ciclo global del carbono, como lo ha hecho durante milenios", argumentan Lovejoy y Nobre. Desde esa tribuna dedicada a política científica, los editores de la revista concluyen que, por suerte, todavía estamos a tiempo de salvar el ecosistema. Tan solo haría falta aplicar los compromisos pactados en el marco del Acuerdo de París. La última oportunidad para el Amazonas pasa por la "reforestación inmediata, activa y ambiciosa" de las regiones hasta ahora más afectadas. Estas zonas (reconvertidas en ranchos de ganado o tierras de cultivo abandonadas) necesitan reconstruirse para que se vuelvan a integrar al ecosistema de forma sostenible. "El punto de inflexión está aquí y ahora", zanjan los expertos.