Creyentes, agnósticos y hasta ateos cambian mentalmente en estos días, aunque sea con intensidades diferentes. La vorágine comercial por los regalos, que muchos presentan como simple consumismo, los excesos gastronómicos y el cambio de año nos llevan a plantearnos deseos, giros o reimpulsos en nuestras vidas que, en muchos casos, se disipan al poco. Los psicólogos Tamara de la Rosa y Leocadio Martín ahondan en cómo afrontamos estas semanas de Navidad, Reyes y nuevo año (incluso estreno de década) y subrayan que lo ideal es no desear en una fecha concreta lo que se puede lograr o buscar en el día a día de los doce meses.

Martín se muestra tajante y tiene claro que acumular los deseos en estas fechas es un error, aunque entiende que muchos no lo puedan evitar por "la presión social y cultural. En lo individual, lo asumimos como un repaso de lo que no hemos hecho, en lugar de plantearnos lo que sí hemos conseguido en el año". Según señala, que la mayoría de esas metas no se cumpla resulta normal en el corto o medio plazo porque "no son fruto de un planeamiento riguroso, sino de impulsos que se acumulan en estos días y que nos hacen pensar que podemos conseguir, mágicamente, lo que lleva esfuerzo, tesón y perseverancia".

Deseos habituales como adelgazar, dejar de fumar, ir al gimnasio o aprender un idioma suelen cumplir esa máxima, según apunta, de que "ya los retomaremos tras año nuevo porque nos autoconvencemos. Nos ponemos mil excusas para traspasar límites de consumo que nos harán sentir culpables tras las fiestas. Esta tregua es como una borrachera de la que no parece que anticipemos la resaca que nos produce", asegura en declaraciones a este periódico.

De la Rosa, por su parte, considera que "vivir con ilusiones nunca resultará negativo. Marcarse retos y objetivos nunca está de más. De hecho, es necesario si queremos vivir con entusiasmo. Todo lo que signifique mejorar la calidad de vida de una persona es un buen reto para cualquiera, pero, por supuesto, no hay que esperar al mes de enero para empezar. Cualquier mes, semana y día del año resulta perfecto para comenzar a cambiar lo que nos insatisface".

Según explica, "cuando comenzamos un año nuevo, mentalmente abrimos un nuevo ciclo y lo asociamos a un nuevo comienzo o, mejor dicho, a la oportunidad de comenzar de nuevo, pero esta vez con el pie derecho y con la suficiente fuerza y voluntad para conseguir lo que supuestamente en el resto del año no hemos podido".

Esta psicóloga remarca que "empezar un año nuevo nos sirve como motivación. Esa fuerza interna que nos ayuda a hacer borrón y reinventarnos. Lo importante no es comenzar el año con retos, sino mantenerlos. Para ello, debemos definirlos bien y dividirlos en pequeños retos a corto plazo para evitar la fatiga y que aumente la probabilidad de abandono. Debemos utilizar estrategias para evitar abandonar lo que realmente queremos lograr. Tenemos que proponer objetivos ambiciosos pero alcanzables", matiza.

Martín tampoco ve mal desear cambios que puedan ser beneficiosos. Eso sí, también insiste en "ordenarlos, incluso jerarquizarlos, y organizarlos de forma realista durante 2020". En su caso, reconoce que para cualquiera resulta "inevitable tener propósitos a fin de año, si bien año a año he ido sustituyéndolos por el balance. Ver lo que uno ha logrado y recordar lo que nos ha costado es un buen antídoto. Para mí, por ejemplo, este 2019 ha sido muy especial, con la publicación de mi libro La felicidad: qué ayuda y qué no".

De la Rosa, por el contrario, dice que se concentra más en "el hacer" que en desear. "Eso es lo que aconsejo. Es cierto que todo empieza con un pensamiento, pero, si ese deseo lo dejamos tan solo en el plano mental, nunca llegará a convertirse en real. Por eso es tan importante no solo tener claro el qué, sino buscar el cómo".

Esta especialista avisa también sobre algunas situaciones que se dan con las cenas y celebraciones familiares. "Esperar que en Navidad sea todo maravilloso es ideal, pero no real. Lo que no podemos pretender es que familiares que no tienen buena relación durante todo el año, la tengan ahora. Lo que si podríamos intentar es mantener el respeto y enterrar el hacha de guerra durante unas horas. Existen millones de cosas en las que focalizar las comidas navideñas. Disfrutar del resto de la compañía, de la comida y de las cosas que si funcionan. Es el mejor regalo que uno puede hacerle al resto de la familia, aparte de a nosotros mismos. Solo así conseguirán un almuerzo o cena en armonía, sin que nadie se sienta incómodo y donde predomine la alegría o el bienestar. Discutir de malos modos no solo genera mal ambiente, sino relaciones llenas de toxicidad que acaban pasando factura".

Su colega señala que solemos ser conscientes de que esos malos momentos pueden darse. Por eso, "bajamos nuestras expectativas, pensamos en los más pequeños y lo más mayores, olvidamos nuestro ego y nos centramos en la enorme suerte que tenemos de estar con la familia. Podemos dar un cambio a situaciones incómodas o indeseables que no aportan nada en fechas de reencuentros".

Cómo mantener el equilibrio emocional en estas fechas

Para no perder el equilibrio emocional, De la Rosa aconseja "crear ambiente navideño y propiciar momentos, vivir las tradiciones, flexibilidad en horarios y con los demás, pasar ratos agradables con los que aún están pero que no siempre estarán, hacer fotos de recuerdo y, sobre todo, no obsesionarse con conseguir una celebración perfecta, pues la perfección no existe". Respecto a las personas solas o que sufren, asegura que estos días pueden servir de oportunidad para "reencuentros con amigos ", mientras que a los que detestan la Navidad les aconseja que las conciban como una fecha más y, encima, de corta duración. A los que sí las disfrutan, Martín les pide que tengan empatía o "compasión" con los que no las viven así. "La clave es no juzgar a nadie". A su juicio, lo ideal es pensar en "cómo hacer felices al que se quiere", mientras que los que las sufren "deben aprovechar, en lo posible, para hacer otras cosas que les apetezcan: viajar, por ejemplo. La tristeza navideña viene porque se acentúa la nostalgia y echamos de menos a quien no está. Pensemos en los momentos dichosos que tuvimos a esas personas, no temamos a las lágrimas".

Excesos con las compras

De la Rosa aboga por "respetar que se compre la cantidad que se crea necesaria. Muchos son más felices regalando que recibiendo y, por eso, desprenden generosidad. Sí hay que diferenciar las compras útiles de las inútiles. Comprar por comprar no es sano, aparte de un gasto innecesario. Hay que comprar, no lo que nos gustaría recibir, sino lo que hace ilusión al otro o necesita". Sobre esto, Martín insiste en que las compras también las marca una "enorme presión social y publicitaria, que nos aturde e impide entender que la cantidad puede jugar en contra". Sobre los niños, cree que "el mejor regalo somos nosotros. De ahí la importancia de compartir y, si es posible, al aire libre: juegos de mesa, pelotas, bicis... Otros regalos estupendos son las 'experiencias' (un curso de vela o un viaje), aunque, para mí, el regalo estrella a cualquier edad es un libro (o dos)".