Para no perder el equilibrio emocional, De la Rosa aconseja "crear ambiente navideño y propiciar momentos, vivir las tradiciones, flexibilidad en horarios y con los demás, pasar ratos agradables con los que aún están pero que no siempre estarán, hacer fotos de recuerdo y, sobre todo, no obsesionarse con conseguir una celebración perfecta, pues la perfección no existe". Respecto a las personas solas o que sufren, asegura que estos días pueden servir de oportunidad para "reencuentros con amigos ", mientras que a los que detestan la Navidad les aconseja que las conciban como una fecha más y, encima, de corta duración. A los que sí las disfrutan, Martín les pide que tengan empatía o "compasión" con los que no las viven así. "La clave es no juzgar a nadie". A su juicio, lo ideal es pensar en "cómo hacer felices al que se quiere", mientras que los que las sufren "deben aprovechar, en lo posible, para hacer otras cosas que les apetezcan: viajar, por ejemplo. La tristeza navideña viene porque se acentúa la nostalgia y echamos de menos a quien no está. Pensemos en los momentos dichosos que tuvimos a esas personas, no temamos a las lágrimas".

De la Rosa aboga por "respetar que se compre la cantidad que se crea necesaria. Muchos son más felices regalando que recibiendo y, por eso, desprenden generosidad. Sí hay que diferenciar las compras útiles de las inútiles. Comprar por comprar no es sano, aparte de un gasto innecesario. Hay que comprar, no lo que nos gustaría recibir, sino lo que hace ilusión al otro o necesita". Sobre esto, Martín insiste en que las compras también las marca una "enorme presión social y publicitaria, que nos aturde e impide entender que la cantidad puede jugar en contra". Sobre los niños, cree que "el mejor regalo somos nosotros. De ahí la importancia de compartir y, si es posible, al aire libre: juegos de mesa, pelotas, bicis... Otros regalos estupendos son las 'experiencias' (un curso de vela o un viaje), aunque, para mí, el regalo estrella a cualquier edad es un libro (o dos)".