La Universidad de La Laguna conmemora el 12 de diciembre, en el lugar exacto del Edificio Central donde cayó mortalmente herido, el 42 aniversario del fallecimiento del estudiante grancanario Javier Fernández Quesada. Su asesinato, tras la entrada en el Campus de la Guardia Civil, cerró un ciclo de dos años convulsos entre el tardofranquismo y la transición democrática. Un período histórico marcado por cuatro sucesos trágicos ocurridos entre septiembre de 1975 y diciembre de 1977. Las similitudes entre los casos pasan por ese momento histórico, así como por la intervención violenta de los cuerpos de seguridad del estado. Además, con el tiempo ha quedado la sensación de no haber sido resueltos en cuanto a la responsabilidad y siguen rodeados aún de cierto halo de misterio y desconocimiento. Hay, por contra, bastantes diferencias. No se trata aquí de un análisis exhaustivo ni mucho menos lanzar conclusiones. Solo de esbozar un período de la historia de las islas jalonado por estos hechos. Para quienes los vivieron, un recuerdo en el sentido que sea, y para los que no, una manera de despertar la curiosidad. Nada más.

Franco aún vivía en el momento de los dos primeros asesinatos pero su régimen tenía las horas contadas. Por eso el búnker franquista se enrocó como nunca para volver a parecerse en la brutalidad de la represión a los primeros años posteriores a la Guerra Civil. Lo hizo a través de leyes especiales que legitimaban el uso de las armas frente a quienes fueran contra el sistema. O lo pareciera.

Al otro lado, una sociedad emergente con ansias de libertad y ganas de afrontar la lucha colectiva por conseguir mejoras laborales en unos casos o el avance de la ideología nacionalista e independentista, en otros.

El de Corona Padilla y el de Antonio González son los casos menos conocidos y su repercusión mediática y social fue escasa, al contrario que los otros dos. Este reportaje sigue de forma libre la línea de investigación del profesor Domingo Gari en su artículo Tanatopolítica bajo el franquismo y la transición, publicado en la revista de Hispania Nova. También se han utilizado otros textos como el de la investigadora granadina Rosa Burgos y su compendio histórico El sumario Fernández Quesada en el que explica el antes, durante y después del asesinato del estudiante grancanario.

Antonio Corona Padilla. Antonio Corona, sin militancia política, cabuquero en las galerías de agua, encontró la muerte en una carretera del sur de Tenerife el 26 de octubre de 1975. Había ido a pescar con otras dos personas desde su pueblo, La Matanza. Tenía dinamita para llevar a cabo una forma de pesca habitual entonces en las zonas costeras de Canarias. Se asustó al ver un vehículo de la Guardia Civil, que paró el coche en que iba con otras dos personas, y lanzó los cartuchos por la ventana. En el forcejeo posterior recibe un disparo a quemarropa y muere. Sus compañeros huyen a la carreras. No era un activista, solo se puso nervioso, pero entonces se disparaba a matar. La versión oficial de aquellos días a su familia era habitual y recurrente: "Un accidente después de un disparo al aire". Sin más.

Antonio González Ramos. Tres días después de los hechos anteriores, el 29 de octubre de 1975, en un ambiente casi de guerra más o menos soterrada en el país, ocurre el segundo asesinato. También hubo dinamita por medio en un cúmulo de casualidades. Antonio González, militante comunista y trabajador de Philip Morris -despedido por reclamar un convenio colectivo a finales de 1974- tras retornar de Alemania, a donde había emigrado, deja propaganda subversiva en la vivienda de un vecino de Tacoronte. Un episodio banal con un hijo de este deriva la investigación policial hacia allí. En la casa se encuentra dinamita y el nombre de Antonio González aparece tras un interrogatorio. Van a buscar a este sindicalista de Comisiones Obreras y miembro activo del incipiente movimiento vecinal lagunero. Lo detienen y la versión oficial es que "se arrojó del coche en marcha y murió". La investigación posterior demuestra que fue torturado por el entonces inspector-jefe de la llamada Brigada Política Social, José Matute, con otro oficial de la policía implicado. Ambos se benefician de la Ley de Amnistía del 15 de octubre de 1977. Caso resuelto. O tal vez no.

Bartolomé García Lorenzo. Otra vez la versión oficial y la realidad se contraponen. El 22 de septiembre de 1976 este joven es ametrallado en su casa por un grupo de policías que supuestamente lo confunden con Ángel Cabrera, el Rubio , el hombre más buscado de Canarias en aquellos momentos después del secuestro del empresario tabaquero Eufemiano Fuentes. Bartolomé muere el 24 a causa de las múltiples heridas. Después de su entierro el día 25 se desata una ira colectiva nunca vista antes en las Islas. Con la unión de obreros y estudiantes Tenerife se paraliza el 27 en una huelga general llena de episodios de guerrilla urbana. Es más, el propio Ministerio del Interior califica lo ocurrido entre el 23 y el 29 de septiembre como e xplosión popular. La brutal represión, el cansancio y la falta de articulación política van haciendo decaer la tensión entre una calma tensa que dura bastantes días hasta la definitiva normalización. Los policías implicados son condenados en teoría a dos años de prisión por el error, pero todos siguen en sus puestos e incluso llegan a ascender posteriormente en sus carreras.

Javier Fernández Quesada. Tres grandes conflictos obreros convergen en Tenerife hacia el 12 de diciembre de 1977, día señalado para la huelga general: el del transporte (guaguas interurbanas), el del tabaco y el del frío industrial. Apoyan los sindicatos nacionalistas como, entre otros, la Confederación Canaria del Trabajo (CCT) o el Sindicato Obrero Canario (SOC), germen de la actual Intersindical Canaria (su cuidado blog ha sido fundamental para el apoyo gráfico de estas líneas). Se suman los estudiantes de la Universidad de La Laguna. Y es el campus universitario el escenario de la cuarta muerte. A raíz de la batalla por impedir el corte de las carreteras a la altura de la Cruz de Piedra. El estudiante grancanario Javier Fernández Quesada cae muerto tras una serie de disparos indiscriminados de las fuerzas del orden. Era entonces gobernador civil Luis Mardones y hubo toda clase de bulos para justificar lo ocurrido, desde francotiradores hasta terroristas del FRAP. Al final casi se culpa ala víctima por estar allí y en aquel momento. La represión fue durísima con brigadas especiales llegadas desde la Penínmsula que tomaron Santa Cruz y La Laguna. Algunas frases resumen bien qué pasó esos días. La de Domingo Gari: "Actuaron como un cuerpo expedicionario colonial". O las de Rosa Burgos recogidas por testigos y dichas por los agentes: "Indígena, se acabaron tus días" o "Hijos de p..., canarios, hemos venido a enjaularlos". Aquello pasó, los ánimos se templaron y un par de días después los trabajadores del tabaco y el transporte firmaban convenios beneficiosos para ellos. Pero esa es otra historia.

Estos cuatro relatos trágicos han pasado a la historia de Canarias. A la de verdad, la de las personas y los colectivos, no la de las fechas. Su recuerdo, aparte de en las familias, ha quedado en la sociedad de las Islas. Más o menos borroso, pero ahí está.

La frase manida dice que los pueblos que repiten su historia están condenados a repetirla. Lo que pasó entre finales de 1975 y diciembre de 1977 debe servir para no repetirlo. La mano dura de un régimen en retirada le llevó a usar el terrorismo de Estado o las ejecuciones extrajudiciales para responder a una sociedad en ebullición. Tanto desde la acción directa y a sangre fría como en la brutal represión. Javier, Bartolomé o los dos Antonios son ejemplos de asesinados por el sistema.

Antonio González

29-X-1975. La Laguna

Trabajador del tabaco, el único con militancia política, primero en el PCE y luego en el PUCC. Un cúmulo de casualidades que jugaron en contra terminó con su muerte, torturado por el inspector jefe José Matute.

Bartolomé García

22-IX-1976. Santa Cruz de Tenerife

Este joven estudiante de 21 años no tenía otra militancia política que la de tantos canarios que ansiaban libertad. Vecino de un barrio obrero y popular como Somosierra fue ametrallado en su propia casa.

Javier F. Quesada

12-XII-1977. Las Palmas

Reconocido como víctima de la dictadura, este estudiante de Biología de la ULL encontró la muerte en forma de balas, acribillado por los disparos de la Guardia Civil tras su acceso al campus universitario.