Cristobal Hernández ha consagrado su vida al Carnaval. Así lo demuestra cuando abre la puerta de su vivienda, la antigua sede de la murga de los Chiripitifláuticos. Una pequeña casa terrera a la que tuvo que trasladarse cuando le amputaron la pierna izquierda y empezó a ver la vida desde una silla de ruedas.

De eso hace ya cinco años, pero a día de hoy no "ha visto ni un duro" de la prestación por dependencia que le corresponde a tenor de su grado de discapacidad. Además, en estos momentos se encuentra imbuido en nuevos trámites burocráticos para que le reconozcan un grado mayor de discapacidad -actualmente cuenta con un 78%- que le permita acceder a unas prestaciones más acordes a sus necesidades. "No sé ni cuánto me tienen que dar", afirma Hernández, que señala que, cada vez que acude a la sede de la Oficina de información especializada de la Consejería de Derechos Sociales, Igualdad, Diversidad y Juventud, le dan largas. "Siempre que voy me despachan con un ya veremos", alega Hernández, que denuncia que la situación de la dependencia en Canarias está "muy atrasada".

Esa pequeña ayuda podría ayudarle a él y a su pareja a hacer frente, al menos, a la limpieza de su vivienda con ayuda externa. "Yo estoy en silla de ruedas y mi pareja está fastidiada de la cadera", explica Hernández que afirma que las labores de la limpieza las hacen una vez a la semana a duras penas. En estos años Hernández se ha topado con todo tipo de situaciones impensables para una persona que no tiene discapacidad. "A los políticos les daría una silla de ruedas para que vean las aceras y las calles de esta ciudad para que se den cuenta de que no están adaptadas", insiste el afectado.

"Nos ayudaría mucho que nos pusieran más facilidades", afirma el afectado. En lugar de eso, lo único que encuentra en su día a día son "muchas barreras" a las que, sin duda, se añaden las administrativas.