Oriol Junqueras ha vuelto a demostrar que es el independentista con más cabeza de toda la cuadra republicana: su petición a ERC de que mantenga la negociación para la investidura con el PSOE demuestra que él sí ha entendido cuál es la estrategia más rentable para sacarle partido a la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, esa que afirma que el presidente de ERC goza de inmunidad como diputado europeo electo desde la proclamación de los resultados de las elecciones del 26 de mayo. La decisión del TJUE, perfectamente previsible, coloca a los independentistas catalanes en una mejor posición para negociar, por eso es bastante inconsecuente la decisión de la dirección de Esquerra, optando por no avanzar en la investidura hasta que se pronuncie la Abogacía del Estado, respaldando la libertad de Junqueras.

Los independentistas catalanes -tanto ERC como la CUP y el partido de Puigdemont y Torrá- han querido convertir el fallo del tribunal de Luxemburgo en algo que no es en absoluto. Han contado para ese trabajo con la complicidad de una clase política española cada día menos preparada para defender al Estado, y también de esa parte de los medios de comunicación que prefieren enzarzarse en la tradicional guerra de descalificaciones y exabruptos, que en una interpretación correcta de los acontecimientos. Es verdad que lo primero suele tener más audiencia que lo segundo, pero también es verdad que seguir alimentando la audiencia acabará por convertir a los medios tradicionales en mera competencia de los proveedores de idioteces presentadas como información que hoy son legión en internet. Porque lo que ha dictaminado Luxemburgo, contra lo que se ha dicho en tertulias y declaraciones, no tiene nada que ver ni con el cumplimiento de la condena impuesta a Junqueras -asunto que se deja a criterio del Tribunal Supremo- ni tampoco sobre la cuestión realmente de fondo, que es si Junqueras cometió o no delitos por los que ahora está preso. Nada de eso ocupa al tribunal Europeo: lo que emitió el TJUE el jueves fue una sentencia, a solicitud precisamente del Supremo Español, para aclarar una cuestión de procedimiento: si Junqueras era o no diputado en el momento en el que fue procesado, y si disponía o carecía de inmunidad parlamentaria. El tribunal europeo ha dado respuesta sólo a esas preguntas, realizadas por el Supremo, amparándose en un sistema de garantías jurídicas, que culmina y refuerza las que define el ordenamiento jurídico español. El fallo en ningún caso sostiene que los hechos por los que Junqueras compareció ante la justicia y por los que fue condenado no sean de delito.

Junqueras sabe que ahora toca, siguiendo la sentencia europea, que el Supremo determine las consecuencias de ese fallo sobre la situación penal de Junqueras, y sobre su estadía carcelaria. Y en ese contexto, mientras el Supremo se toma cinco días para escuchar propuestas y alegaciones, mejor para Esquerra avanzar en la investidura que bloquearla y provocar con ello que Sánchez intente la vía conservadora. Junqueras no es un tonto ni un cobarde, como el envanecido Puigdemont. Es alguien que sabe perfectamente lo que le conviene a la causa de la independencia. Lo que sorprende es que desde el PSOE no se comprenda que si seguir negociando con Esquerra la investidura es lo mejor para los que quieren la independencia, lo razonable sería empezar a trabajar justo en la dirección contraria: convencer al PP y Ciudadanos de que otro camino es necesario.

Y ahora, con el independentismo reforzado, más que nunca.