Gracias a la movilización social, la tortuga marina ha logrado sortear (pero no totalmente) las amenazas tradicionales a las que se ha enfrentado durante las últimas décadas, especialmente la captura accidental por artes de pesca, que redujo sus poblaciones de forma importante. Sin embargo, se enfrenta ahora a una nueva amenaza, mucho más preocupante y de carácter global: el cambio climático. Este fenómeno, junto con la proliferación de plásticos, complican el futuro de una especie emblemática en las costas españolas. Las especies más abundantes en España son tres: la tortuga boba (Caretta caretta), la tortuga verde (Chelonia mydas) y la tortuga laúd (Dermochelys coriacea), si bien la primera es la más numerosa, con diferencia.

El calentamiento global afecta a través de varios frentes, pero el que más ha llamado la atención de los científicos es la proliferación de excesivos ejemplares hembra y pocos machos, lo que comprometería la reproducción de la especie y, por tanto, su futuro. Ello es así porque, como afirma el biólogo marino Manu San Félix, "la temperatura de la arena donde ponen sus huevos determina el sexo con el que nacerán las crías". En las tortugas marinas, la diferenciación sexual no se produce en el momento de la fecundación, sino en función de los grados a los que está la arena del nido donde se depositan los huevos. Y si esa temperatura aumenta, subirá la proporción de hembras. Si baja, predominan los machos.

Por otra parte, durante los últimos veranos se está viendo cada vez con mayor frecuencia cómo esta especie pone sus huevos en playas del Mediterráneo español (Cataluña, Comunidad Valenciana, Ibiza...), cosa que antes solo sucedía muy raramente. Como afirma el veterinario del Consorcio de Recuperación de Fauna de las Islas Baleares (Cofib) Víctor Colomar, ello puede ser debido al aumento en algunas décimas de grado de la temperatura en los lugares donde desova habitualmente, lo que las lleva a desviarse a lugares algo más frescos. Otros expertos, en cambio, sostienen que estos desoves en España "siempre han sucedido, lo que pasa es que ahora hay más gente en las playas para presenciarlo", como señala San Félix.

Sea como sea, lo cierto es que la simple subida del nivel del mar amenaza directamente el hábitat y los lugares de desove. A las dificultades ya existentes para encontrar playas adecuadas para que las tortugas pongan sus huevos (por la creciente urbanización y masificación turística), la subida del mar es un reto añadido. Y, además, la creciente intensidad de las tormentas y otros eventos extremos inunda los nidos y destruye sus hábitats. La forma en que la especie podrá adaptarse en el futuro a estas nuevas circunstancias constituye todavía un misterio.

Pero, además, el derretimiento de los casquetes polares puede llegar a reducir las corrientes marinas por las que viajan las tortugas desde sus lejanos hogares americanos hasta las costas españolas, advierten los científicos, que observan atentamente la dinámica de los mares.

El biólogo Manuel Merchán, presidente de la Asociación Chelonia, una entidad sin ánimo de lucro que lucha por reducir la captura accidental de tortugas marinas, explica que en los últimos años "se ha reducido mucho el impacto de los pesqueros palangreros", que eran los que, involuntariamente, enganchaban con sus anzuelos a miles de ejemplares cada año. Manu San Félix señala que en 1992 se capturaban por este motivo entre 15.000 y 20.000 ejemplares anuales solo en la zona del sur de Baleares. Estas cifras "han bajado en picado ahora, gracias a que se ha trabajado mucho en este tema", señalan. Pese a todo, la pesca sigue siendo un grave problema para la especie en la actualidad.

El presidente de Chelonia destaca que "lo que se observa en las necropsias que se practican es la gran presencia de plástico en los cuerpos de las tortugas". Merchán afirma que este es el nuevo campo de batalla. Y es que las tortugas ingieren deliberadamente el plástico al confundirlas con los organismos de que se alimenta, que suelen ser gelatinosos y traslúcidos, como es el caso de las medusas.

La entidad internacional World Wildlife Fund (WWF) calcula que todos los años se lanzan al mar ocho millones de toneladas de plástico, "lo cual constituye una verdadera trampa para los animales". También lo son las redes abandonadas en el fondo del mar, que siguen capturando peces y tortugas durante décadas, pero ya sin ningún fin. Algunas administraciones, como el Gobierno de Baleares, dedican fondos anuales a retirar estas trampas mortales del fondo del mar. Es una de las medidas necesarias para frenar la destrucción de la fauna marina.