Parafraseando la canción que se entona al Cristo de la Buena Muerte cada Jueves Santo a las puertas de la iglesia de La Concepción, de Luis de Montis, delegado comercial en la provincial tinerfeña de la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado (Selae), se podría decir que es el novio de la suerte. Natural de un pueblo de Córdoba y ciudadano del mundo, prefirió disfrutar de su luna de miel con el (bono) kilométrico para el tren que le regaló su padre para sortear el respeto al avión de haber venido entonces a Canarias. Sin embargo, el destino, o el azar, le trajo el 6 de abril de 1989, fecha oficial de la toma de posesión de su puesto: conocer la provincia tinerfeña al completo por puntos de venta de lotería. Ahora vuela a La Palma o El Hierro y no se entera. Luis de Montis comenzó a trabajar de botones en un hotel de Madrid, llegó a compaginarlo como camarero hasta que un sábado acudió a buscar a su novia al Patronato de Apuestas Mutuas Deportivas Benéficas y el jefe le dijo que por qué no se incorporaba a trabajar unas horitas.

¿Cómo ha evolucionado en las Islas la venta de Lotería estos 30 años?

Cuando llegué aquí todavía estábamos con el sello. Fuimos de las últimas delegaciones que tuvimos la validadora, un artilugio en el que se ponía el boleto, se le daba a un botón y automáticamente se sellaba. Fue un avance. Después de un año, fuimos de las primeras delegaciones en tener el terminal, y el primero fue en La Palma.

¿Tiene buena suerte la provincia?

Aquí va a tocar. Está claro. No sé si será el primero o el segundo, el tercero, los cuartos o los quintos; ojalá fuera el primero.

¿Por qué tiene esa certeza?

Porque vendemos mucho resguardo mejorado. A una administración se le consigna un número: puede ser al completo, los 1.700 décimos -170 series-, pero con el terminal se sacan continuamente números distintos.

¿Se puede elegir el número?

Puedes sacar el que quieras en cualquier punto de venta si está dentro de la reserva.

¿Aunque esté consignado en una administración de la Península?

No. Si el número que buscas está consignado en cualquier administración no lo puedes comprar en terminal. Los que no están consignados si los puedes conseguir en terminal; incluso puede estar consignado y quedar alguna serie libre.

¿Es supersticioso?

No. De hecho juego muy poco y además siempre digo que esto es un juego, y hay que tener suerte para que te toque un premio grande. El que juega para ganar un premio no le va bien. Esto es un juego y los juegos son bonitos._Estamos jugando desde pequeños, pero no hay que ir más allá, y uno debe jugar lo que realmente puede. Hay a quien le ha tocado dos veces; a alguno a quien le ha tocado muchas (se ríe).

¿Algún consejo a la hora de jugar?

Si no juegas no te toca, pero no se puede jugar más de lo que se puede.

¿Es una advertencia ante el peligro de la ludopatía?

No cabe duda que el ludópata jugará a nuestro juego también, pero la Lotería no crea ludopatía.

¿La Lotería no crea adicción?

No, la adicción viene por la inmediatez del premio. Ocurre con la máquina tragaperras, que inmediatamente te da el premio y te crea esa adicción, igual pasa en el bingo.

¿No siente desconsuelo cuando reparte el cartel de los premios?

No. Siento mucha alegría por ver la alegría de la gente. Se lo garantizo. En absoluto, no soy adicto a esto ni a nada... bueno, al amor sí.

¿Es religioso?

Sí (señala mostrando un pequeño crucifijo que tiene sobre su mesa).

¿Hay litigio entre suerte y religión?

La suerte es una palabra que nosotros hemos puesto como consecuencia de que alguien tiene suerte, y es verdad, y la religión es algo que tienes que sentir. El hombre religioso tiene un algo añadido: la creencia que posteriormente va a haber algo mejor.Tengo esa creencia.

¿A qué número jugaría?

A ninguno y a cualquiera. Tengo dos números para la Lotería de Navidad. He ido tres o cuatro veces al Bingo y siempre he ganado más de lo que he jugado. Me sorprendo cuando veo a gente con muchos cartones en la mesa; no sé cómo tienen capacidad para atenderlos, y encima si luego ves que no sacan nada. Eso es ludopatía, y encima no da felicidad.

¿Es conformista?

En la vida hay que tratar de luchar para estar lo mejor posible, por tus hijos, por el bienestar, para que la gente esté cada vez mejor. Tratar de ser rico no da la felicidad; ayudar a la gente sí da felicidad. Intentar que la gente tenga ilusión con que le toque la lotería con un número compartido da felicidad.

¿Ayuda en ese sentido la Lotería?

Sí, a nosotros nos toca siempre. Aparte de al que le ha tocado la Lotería de una forma directa, indirectamente nos toca a todos porque la parte que no se reparte para los juegos y los costes de la administración van a los presupuestos del Estado y minora los impuestos que te pueden subir. Esa es la realidad aunque unos no lo sientan. De hecho, la Lotería se creó como consecuencia de aumentar los Presupuestos del Estado hace 208 años.

¿Cómo van las ventas este año?

Estamos muy por encima de las ventas de resguardos (por terminal) respecto al año pasado y también se vende más lotería preimpresa (décimo tradicional).

¿Se vende más por terminal?

Estamos vendiendo muchísimo por terminal, pero todavía se vende más el décimo tradicional de la Fábrica de la Moneda.

¿Se vende más porque se permite elegir el número?

El hecho de que puedas elegir un número es importante. Ahora toca mucho con el terminal. Ya no es como antes que caía el premio en una administración, sino que toca a más puntos de ventas, más repartido. El año pasado salimos el 22 de diciembre para entregar carteles con 54 premios. Digo que va a tocar aquí porque estamos vendiendo muchísimo por resguardo, el equivalente a un 36,9% más respecto al sorteo de Navidad del pasado año, y en impreso se ha vendido, por ahora, un 3,57 %; en total, un 12%, que no coincidirá con las cifras finales.

¿Ya se han superado las ventas del año pasado?

No, todavía no. El año pasado se superaron las ventas de cincuenta y tantos millones y todavía vamos por treinta y pico. Vendemos mucho como provincia. Tenemos un gasto medio de Lotería de Navidad por habitante de 54 euros, frente a los 60 euros de media nacional.

¿Se vende lo suficiente?

Yo creo que vendemos lo suficiente: un décimo vale 20 euros; se juega una media de dos décimos en la provincia tinerfeña, como yo (se ríe).

¿Han aumentado las administraciones de lotería?

Se mantiene el número de administraciones, unas 70. Se compra más lotería que antes, pero hay que recordar que ha variado mucho. Inicialmente los receptores mixtos solo vendían Quinielas y las Administraciones, lotería en exclusiva. En 1985 se crea el Organismo Nacional de Loterías y Apuestas del Estado y en ese año se crea la Lotería Primitiva, que se ofrece vender a las dos redes: administraciones y receptores, luego llegaron la Bonoloto, el Euromillón, los Caballos...

¿Cuál es su número bonito?

El que salga (se ríe). Hay que tener imaginación para vender. Un amigo ponía en un cartel: el bueno, el feo y el malo, y debajo asignaba números. ¡Volaban! Cuando tengo cursos y la gente dice que no se vende, los animo a echar mano de la imaginación._Se pueden hacer muchas cosas y quien no lo hace está perdiendo clientes. Hay que salir a vender, a repartir alegría y luego obtenemos más beneficios (se ríe).

¿Hay algún número favorito?

Los terminales más pedidos, tanto en la provincia tinerfeña como en toda España, son el 13, 69 y 15. Luego se pide la fecha de los cumpleaños de los hijos, de las bodas...

¿Alguna anécdota en sus 30 años como delegado de Loterías?

El ganador de una Bonoloto vino a la delegación porque durante sus vacaciones en Tenerife compró una lotería que resultó agraciada con 20 millones de pesetas. Se quedaban en un hotel de Candelaria e iban rumbo a Las Teresitas en cholas. Ya en la delegación se comprobó que era el ganador y cuando fuimos a extender el cheque no tenían el carné. Le invité a que coger un taxi y traer la documentación, pero declinó la idea porque era mucho gasto y estaba en paro. Le repliqué: ¿Está enterado de que le han tocado 20 millones? El hombre no se hacía a la idea, cogió el taxi y volvió. La suerte nos puede visitar pero algo hay que jugar.