La astrofísica es una ciencia sin fronteras, para la que las barreras han quedado limitadas a aquellas que la imaginación o la tecnología no han dado respuesta. La inmensidad de la oscuridad celeste se presta a ello y así ha quedado reflejado en la intensa colaboración internacional del sector. Porque, y así lo considera Rafael Rebolo, director del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), "demasiadas fronteras en muchos ámbitos solo hacen entorpercer el desarrollo del ser humano". Quizás por eso cada nuevo descubrimiento, cada fotografía borrosa de un objeto celeste nunca antes visto o una precisa representación gráfica evoca una fascinación que rápidamente muta para hacernos sentir pequeños.

En el último lustro, la investigación astrofísica liderada por el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y realizada desde los observatorios canarios - el del Teide y el del Roque de Los Muchachos- ha sentado las bases para modificar varias de las teorías instauradas entre la comunidad científica, ha ayudado a acercar el conocimiento sobre el universo a toda la sociedad y ha colaborado en el avance tecnológico en la mejora de la salud de la población.

Los conocimientos que produce la investigación astrofísica a menudo parecen encontrarse a millones de años luz de la sociedad. Y literalmente lo están, pero eso no quita que vayan a influir en cierto momento en el avance de la humanidad. Entender las condiciones en las que los exoplanetas giran alrededor de enanas blancas es indispensable para que las generaciones futuras puedan prepararse ante el inminente fin de la vida del Sol. Mientras que, vigilar y caracterizar el millón de asteroides que pasean peligrosamente cerca de La Tierra puede ayudar a tomar medidas para prevenir la colisión de una piedra de 50 a 100 metros de diámetro que hoy vaga sin rumbo por la inmensidad del Sistema Solar.

Actualmente, según un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La Laguna (ULL) el sector de la astrofísica en Canarias -el promovido por el IAC- repercute en más de un 3% en el PIB en La Palma y en un 0,4% en Tenerife. Además, proporciona empleos técnicos al 2,3 y el 0,4% de la población de estas islas, respectivamente.

El medio centenar de investigadores con los que cuenta el centro se ha empeñado durante años en hacer fuerte al IAC en el panorama internacional y lograr que sus investigaciones sean fundamentales para el desarrollo de la astrofísica internacional, colocando a Canarias a la vanguardia mundial en el sector. Un empuje que se ha acompañado durante años del pulso de los jóvenes investigadores. Actualmente, acompañan a los más veteranos del centro en la búsqueda de la excelencia 80 investigadores post-doctorales y de otros 70 jóvenes investigadores.

En tan solo un año, las mentes que piensan más allá de la luz estelar han producido 612 publicaciones de alta calidad en relación a una de las cinco grandes líneas de investigación: cosmología y astropartículas, física solar, sistemas exoplanetarios, física de las estrellas y física de las galaxias. Con esta alta cifra de producción científica, el IAC logró aumentar a la mitad su rendimiento con respecto al 2014. Este refuerzo en la investigación ha sido posible, como señala el director, gracias a la contratación de personal permanente. Concretamente, este último lustro, el Instituto ha captado a diez científicos experimentados y ha podido derivar parte de sus cuentas anuales a mantener al personal pre-doctoral y post-doctoral, intentando siempre contar con una plantilla acorde a sus necesidad.

El esfuerzo continuo y la posibilidad de contar con algunos de los telescopios más potentes del mundo, como el Gran Telescopio de Canarias (GTC), se ha materializado en la posibilidad de dar respuesta a aquellas incógnitas que hoy dan quebraderos de cabeza a los astrofísicos de todo el mundo. La materia oscura, el proceso de muerte de las estrellas o los procesos formación de agujeros negros son aspectos que suscitan gran interés a la comunidad científica pero que aún sobrepasan las fronteras del conocimiento sensorial de los seres humanos. El director del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), Rafael Rebolo, no entra sin embargo, a "destacar unas investigaciones frente a otras" porque, como remarca, "todas han aportado resultados extraordinarios en los últimos años".

"No ha sido fácil"

No obstante, como señala Rebolo, llegar hasta aquí "no ha sido fácil". Todas estas mejoras han podido acometerse gracias a un aumento presupuestario del 35% desde 2016, que, sin embargo, no es suficiente. "Aún no hemos recuperado el presupuesto base del centro antes de la crisis", señala el director, que hace hincapié para mantener la excelencia de un centro experimental de las características del IAC, es necesario ampliar el capital. Hoy además, la burocracia inunda los despachos de los investigadores obligándoles a perder parte del tiempo de trabajo de campo en papeleo interminable. Por ello, Rebolo considera que la estabilización de administrativos, junto a los ingenieros, debe ser una pieza clave en el futuro del centro para los próximos años.

A ello se le suma el Instituto de Astrofísica de Canarias precisa de "los últimos avances tecnológicos", unos equipamientos, a menudo "costosos y difíciles de conseguir". "El IAC lucha continuamente por evitar carencia" ya que podrían "arrastrar limitaciones" en la capacidad investigadora del centro. En este sentido, Rebolo destaca que hay áreas en las que Canarias lidera la investigación astrofísica internacional gracias, por ejemplo, a la adquisición del telescopio más grande para el rango visible de infrarrojo, pero es consciente de que "en otras áreas necesitamos mejorar y no perder el tren tecnológico".

La producción científica que surge del uso de los telescopios instalados en las Islas es fundamental para evitar que la Tierra quede desamparada ante un hecho cosmológico sin precedentes, como puede ser la caída de un meteorito como el que aniquiló a los dinosaurios. "La magnitud de los desastres ecológicos y humanitarios" en los que puede derivar una gran colisión o el enfriamiento del sol es inimaginable, como afirma Rebolo. Por eso, se muestra preocupado por aquellas voces que se oponen a la construcción de telescopios más potentes para los observatorios de Canarias. "Por primera vez a lo largo de este siglo, la humanidad estará en condiciones de evitar estos desastres", siempre y cuando, "no se obstruya el avance de la ciencia".

De hecho, el Astrofísico ha estado los últimos años pugnando por conseguir atraer a sus Observatorios los telescopios más potentes del mundo. En esta lista se encuentran el Telescopio Solar Europeo (EST), el telescopio robótico de cuatro metros, la red de Telescopios Cherenkov (CTA) de 23 metros o el famoso Telescopio de Treinta Metros (TMT). Este última, es la gran apuesta del IAC que continúa haciendo labores de difusión sobre cómo podría influir en la sociedad canaria y en la investigación astrofísica en el caso de que, finalmente, el Consorcio Internacional decidiera instalarlo en La Palma y no Hawái.

Estos desarrollos tecnológicos serán fundamentales para poder dar respuesta a los retos científicos a los que se enfrentará la astrofísica en la próxima década, en la que, a ojos del director del IAC, prevalecerá la búsqueda de existencia de vida en otros planetas, la constatación experimental de los muchos fenómenos que predice la teoría la relatividad general y la búsqueda de una respuesta a la existencia de la materia oscura. "En ese periodo de tiempo los estudios de otros planetas como la Tierra serán rutinarios, se analizarán millones de estrellas y galaxias para tratar de comprender la distribución de los agujeros negros en el Universo y trataremos de comprender cómo se forman, cómo evolucionan y qué le pasa a la materia cuando se acerca a un agujero negro", afirma Rebolo, desde lo que insiste, es su visión personal y subjetiva.

Inteligencia artificial, potencia de observación y mejora tecnológica lograrán en las próximas décadas que el cosmos sea un poco menos extraño y distante. Un conocimiento que generará, sin duda, una falsa sensación de supremacía humana que, como en otras ocasiones, se verá reducida a cenizas en el momento en el que vuelvan a asaltar miles de preguntas sobre nuestro papel en la inmensidad del universo.