Los miedos, la vergüenza y el temor a la desunión familiar. Esos sentimientos se convirtieron en obstáculos para que una adolescente diera el paso de denunciar una agresión sexual. Al final, se atrevió a hacerlo y señaló como presunto autor al marido de una tía, el mismo individuo, de nacionalidad filipina, que abusó sexualmente de ella y una hermana suya cuando ambas eran niñas en su país de origen. La vida de la joven no ha vuelto a ser la misma desde el 1 de abril del 2016, ya que, según explicó una amiga suya, "se apagó". Ayer se celebró el juicio por este suceso en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Las lágrimas y la amargura de la afectada durante su declaración dejaron bien a las claras que queda mucho tiempo para que supere este terrible episodio de su existencia, más allá de si el acusado acaba condenado o no, e independientemente de los años que pueda pasar en la cárcel o no. La Fiscalía solicita ocho años de prisión y la acusación particular reclama 12 años, así como otros 10 de libertad vigilada cuando cumpla dicha pena privativa de libertad y una indemnización de más de 12.000 euros. La abogada defensora pide la libre absolución por falta de pruebas.

La tarde de los hechos, la chica había quedado con una amiga en el Parque de La Granja, en la capital tinerfeña, para ir a comprarle un regalo a su madre en la zona comercial del centro de la ciudad. Pero nunca llegó a esa cita. Según relató a la Policía Nacional y ayer a tres magistrados de la Sección Segunda, recibió una llamada de su tío político para que supuestamente fuera a recoger "algo" para su madre. La perjudicada explicó que, cuando acudía a la casa de su tía, siempre procuraba ir cuando hubiera otras personas en la misma, ya que tenía miedo de quedarse a solas con el individuo que había abusado de ella en su infancia.

La víctima reconoció ayer que, cuando decidió ir al edificio donde ocurrió el hecho, pensó que en dicho domicilio estaba su tía o sus primos, así como que le iban a entregar verduras para su madre, ya que su tía se dedicaba a vender productos hortalizas. Afirmó que tocó en el portero automático, accedió al portal y después pulsó botón del timbre del piso.

Contó que, nada más abrir, su tío político salió y, sin mediar palabra, el propinó un codazo fuerte en el pecho que la dejó sin respiración. Después la arrastró por la escalera hasta un rellano, donde le bajó el pantalón y la ropa interior hasta los tobillos. Primero le metió dedos en la vagina y, después, la tiró al suelo y le introdujo el pene. La entonces menor manifestó que se quedó paralizada, ya que recordó el momento en que su tío político abusó de ella cuando era una niña, al hacerle tocamientos por debajo de la ropa. La afectada explicó que, desde ese momento, dejó de ir a clase, entre otras cosas, porque sus primas (hijas del acusado) la insultaban y la humillaban en el instituto. Al principio, no tuvo valor para decírselo a su madre. Horas después de los hechos, se lo expuso por teléfono a una amiga y esta la aconsejó para que pidiera ayuda a su tutor en el centro educativo. Este y el director llamaron a sus padres para relatarles que su hija había sido agredida sexualmente por una persona "ajena" al instituto. Y, después, en la casa familiar de la perjudicada, fue la amiga la que le dijo a los padres que el presunto autor había sido el mencionado individuo.

Su hermana la acompañó un día a la Comisaría de la Policía Nacional en Tres de Mayo, pero estaba tan bloqueada, que los agentes de la Oficina de Denuncias, un hombre y una mujer, no lograron que articulara una palabra sobre lo que había ocurrido. Ante esa situación, la denuncia fue presentada al día siguiente.

La víctima reconoció que tenía miedo a causar problemas en su familia y que se sentía culpable y avergonzada de decirle a su madre lo que había ocurrido. La joven relató al Tribunal, entre lágrimas, que su vida "ha ido a peor" y que "antes era diferente". Ese particular descenso a los infiernos fue corroborado por su madre, su hermana y su amiga. La progenitora aclaró que nunca supo lo que su hija había sufrido de pequeña en Filipinas con su tío político ni tampoco apreció las reticencias de la víctima para relacionarse con el mismo. Aclaró que, desde que ocurrió el hecho, "no tiene ganas de nada, ya no estaba alegre, no quiso seguir estudiando, estaba triste".

La esposa del acusado, el hijo y la hija, su yerno y su nuera afirmaron que, a partir de las 20:00 horas del día de los hechos, el presunto autor estuvo en el piso familiar, no salió del mismo para nada y nadie tocó ni en el portero automático ni en el timbre del domicilio. La acusación particular, dirigida por el abogado Alfredo Gómez Álvarez, recordó que el acusado pagó en Filipinas 150.000 euros para que una menor le quitara una denuncia por agresión sexual. La mujer del individuo afirmó que tenía constancia de ese hecho. Pero el procesado aclaró que en ese momento su mujer estaba en Tenerife, y él comenzó otra relación en Filipinas con una adolescente, por lo que los contactos sexuales fueron consentidos. Y ese dinero lo tuvo que pagar para acabar con dicho noviazgo.