Elena (nombre ficticio) necesita ayuda urgente para afrontar su patología: el trastorno límite de la personalidad (TLP). Pero se encuentra en un limbo jurídico y asistencial que lo impide. Lleva ya varios días deambulando por la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Tranvía arriba, tranvía abajo. De la zona de la plaza del Príncipe a Ofra y viceversa. Del hospital de La Candelaria a la plaza de España. Va descalza, habla sola, cruza sin mirar, vengan coches o no, pasa de lado a lado las vías del tren...

La policía detiene a Elena, la traslada a las urgencias de un hospital, normalmente Nuestra Señora de la Candelaria, y a la media hora está otra vez en la calle. Y vuelta a empezar. Es fácil de imaginar, y mucho más difícil de vivir, el sufrimiento de una madre, Silvia, que además suele ser el centro de la ira de Elena. Porque este tipo de personas se revuelven con ira contra los más cercanos y suelen ser una balsa de aceite con los extraños. Así, sin más motivo aparente

Silvia hace pública la historia de su hija a través de EL DÍA porque "necesita ayuda y con rapidez, antes de que sea tarde, porque cada día que pasa aumenta el peligro". Elena es veinteañera y, por lo tanto, mayor de edad. Simplemente, no quiere medicarse y nadie la puede, en principio, obligar a ello. Primer y serio problema.

Elena reside en el área metropolitana, que recorre de manera habitual. Sobre todo, apunta su madre, "suele estar por el entorno del Pancho Camurria y el Albergue. Si hay cama en este, donde los profesionales la han intentado ayudar, pernocta allí. Si no, duerme en la calle".

Elena, insiste Silvia, "no puede estar en casa ni convivir con nadie porque la enfermedad va a más, no se toma las medicinas y su actitud es agresiva también. Su deterioro físico y psicológico es progresivo. Pero en progresión geométrica". Añade: "Mi hija es una indigente y hace pocos días han muerto dos en la calle. Tengo pánico de que ella sea la siguiente en la lista".

Desde el pasado mes de junio, afirma su madre, "Elena da vueltas por las calles sin rumbo fijo. Duerme donde puede. Si no es posible en el albergue, por ejemplo en los cajeros automáticos, donde sea. Desde la policía y el 112 nos dicen que están cansados de recibir llamadas y llevarla a urgencias. Casi cada noche. Porque está en un limbo legal y asistencial".

Elena necesitaría, apunta su madre, "un tiempo de ingreso para definir un diagnóstico. Ahora está muy poco tiempo y la echan. Luego resulta fundamental contar con un centro de día donde sea atendida de forma adecuada. A corto plazo lo ideal sería una orden judicial que permita medicarla para que pueda llegar a tener un comportamiento normalizado".

Silvia mantiene, pese a todo, la esperanza: "Sé que su caso ha llegado a instancias políticas, administrativas y judiciales, pero los trámites van despacio y corre prisa porque ella es vulnerable en todos los sentidos, una víctima propiciatoria para cualquiera".

Es la llamada desesperada de una madre que necesita ayuda para su hija "más pronto que tarde" .