Entre el 28 y el 29 de noviembre de 2005, hace ya 14 años, Canarias vivió uno de sus momentos de más tensión con el paso de la tomenta tropical Delta. Durante aquellas 48 horas el viento llegó a oscilar entre los 140 kilómetros por hora y los 250 kilómetros por hora que se llegaron a registrar en el Teide. Las fuertes rachas causaron importantes destrozos, principalmente en las Islas más occidentales. Tenerife fue, no obstante, la más perjudicada.

Caos y oscuridad resumen lo vivido entonces por los canarios, pero con especial sensibilidad lo vivieron los tinerfeños, que tan solo 3 años antes, en concreto el 31 de marzo de 2002, habían sido testigos de una importante riada que ocasionó 8 muertos, 12 desaparecidos y decenas de heridos.

El Delta, que afectó tanto a Canarias como a Madeira, dio comienzo en el golfo de Guinea, y, al contrario de lo que cabía esperar por el comportamiento de otras tormentas, giró hacia el norte, manteniéndose estática cerca de las Azores, antes de dirigirse al este. Este inesperado cambio de dirección pilló a la propia Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que dio la alerta de la llegada de rachas fuertes de viento a mediodía de aquel día 28, apenas unas horas antes de que comenzaran los primeros estragos. Por su parte, el Gobierno de Canarias pedía a los ciudadanos regresar a sus casas y evitar los desplazamientos, ante la entrada de lo que se llegaron a denominar "vientos huracanados".

Aunque la tormenta parecía no querer llegar, pocas horas después dieron comienzo los zumbidos atronadores, ramas volando, coches tambanleándose en las vías... Los centros comerciales, aeropuertos y hospitales se convirtieron en improvisados espacios para dar cobijo a las decenas de personas que se vieron atrapadas por el temporal. Horas después Tenerife quedó sumida en el caos. Las fuertes rachas rompieron o tiraron al suelo hasta 30 torretas eléctricas, algunas de ellas incluso cayeron sobre viviendas y carreteras, y arrancaron de raíz árboles de gran tamaño. Prácticamente toda la Isla se quedó sin suministro eléctrico, un inconveniente que se alargó en algunos puntos durante 7 días, mientras otros, más afortunados, recuperaron la luz en unas pocas horas.

El Delta se cobró la vida de un hombre en Fuerteventura y seis inmigrantes subsaharianos que naufragaron en una patera a 200 kilómetros al sur de Gran Canaria. Además, también hubo que lamentar numerosos daños materiales. Tras el paso de la tormenta, algunos edificios quedaron "desnudos", pues las planchas o muros que componían sus fachadas, y las tejas de algunas casas, o bien salieron volando o se rompieron por el impacto de torretas o árboles. La incertidumbre vivida durante la noche del 28 al 29 de noviembre, se transformó a la mañana siguiente en tristeza. El paisaje que dejó la tormenta fue desolador. Cámara en mano, numerosos tinerfeños salieron de sus casas para hacer una valoración y retratar el dantesco escenario. Invernaderos prácticamente desparecidos y plantaciones perdidas (sobre todo en Güímar), naves destrozadas en los polígonos industriales de norte y sur de la isla, 150 contenedores afectados en el puerto de Snata Cruz de Tenerife y un remolcados hundido tras ser embestido por el JJ Sister. El Cabildo de Tenerife llegó a cifrar las pérdidas en 108 millones de euros.

Las clases en los centros escolares quedaron suspendidas, al igual que en la Universidad de La Laguna (ULL), que sufrió importantes desperfectos en el Campus de Guajara, con la caída de árboles y planchas. Los desperfectos en el caso de los colegios e institutos se repararon con rapides, excepto en ocho de ellos, en los que los trabajos de limpieza y reforma se prolongaron algunos días más.

Tenerife tardó tiempo en recuperarse tras esta tormenta tropical. Los daños materiales fueron reparados en plazos más o menos cortos, por ejemplo, algunas de las torres caídas en la Isla durante aquellas horas fueron reemplazadas un año y medio después. 14 años después parece como si nada de aquello hubiera pasado, sin embargo, los que vivieron en primera persona esta tormenta aseguran que no la olvidan, porque aquel 28 y 29 de noviembre Canarias vivió uno de los episodios meteorológicos más convulsos de los que se tiene constancia en su historia.