Las canarias aguantan las situaciones de violencia de género 11 años y 9 meses antes de decidir pedir ayuda, ya sea a través de los servicios y recursos ofertados por la comunidad o interponiendo una denuncia policial. El Archipiélago es la tercera región que más se demora en poder salir de esta situación crítica, tan solo detrás de La Rioja y Aragón.

Así lo determina un último estudio publicado por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, dependiente del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, que advierte de que la violencia de género, a pesar de los avances, sigue siendo, a día de hoy, la principal causa de muerte violenta en las mujeres. Y es que, a pesar de que la tendencia de los últimos años evolucionaba hacia la mejora, este año los números parecen tender a marcar récords históricos. En las Islas, solo este año han muerto a manos de sus parejas siete mujeres, se han recibido 4.717 denuncias y continúan activos 4.090 casos de violencia de género, de los que más de la mitad están recibiendo medidas policiales de protección más allá del seguimiento periódico.

Desde el 1 de enero de 2003, 1.027 mujeres han sido asesinadas como consecuencia de la violencia de género. En lo que va de este año, además, ya se han contabilizado más víctimas mortales que las que se registraron en total anual de 2016 a 2018. Pero, además, comparando las cifras registradas en el mismo periodo de otros años, no se había vivido una situación similar en diez años. Este año ya se han denunciado 4.717 casos de violencia de género en las Islas.

Canarias es una de las comunidades más afectadas por la máxima manifestación de desigualdad. Tan solo este año han sido asesinadas 7 mujeres en las Islas, que se han unido a las 63 muertes que ya arrastraba la comunidad autónoma. Un número que se ha multiplicado con respecto a los últimos años donde Canarias apenas había registrado entre 3 y 4 víctimas al año. Además, este segundo trimestre del año ha marcado un hito en interposición de denuncias (en total 2.471) que no se había vivido desde hace al menos 10 años.

Las causas que bloquean la búsqueda de ayuda profesional son tan diversas como complejas. Además, en muchas ocasiones se interrelacionan. El Ministerio divide estos factores en tres grandes grupos: sociofamiliares y personales, psicológicos y relacionados con el nivel de estudios y económicos.

Más difícil para las mayores

De esta manera, es más común que las mujeres más mayores oculten la situación a las autoridades y a su entorno que las jóvenes. De hecho, el estudio muestra que las mujeres menores de 35 años deciden mucho antes "salir del círculo vicioso de la violencia de género". Otro bloqueo para las mujeres son las cargas familiares. A más hijos, mayores dificultades encuentran para solicitar ayuda externa. Algo que, además, se agrava con la falta de recursos económicos propios. Según el informe, el 23% de las mujeres esgrimió pensar "que no podía salir adelante con las cargas familiares que tenía" como factor de retraso en la toma de decisión.

El hecho de compartir una vida con el agresor, de hecho, es un factor determinante para que las mujeres continúen sufriendo en silencio las continuas vejaciones de su pareja. A las que están casadas, viven con su agresor o han comprado la vivienda a partes iguales también les cuesta mucho más pedir ayuda. El nivel de estudios, la cantidad de información de la que se dispone y la mayor o independencia económica son igualmente factores que determinan el tiempo que se tarda en tomar esta decisión.

Es determinante, asimismo, la exposición continuada a violencia, ya sea intrafamiliar o de otro tipo, porque, a menudo, provoca que sean las propias mujeres las que no consigan reconocerse como víctima. "Cuando una mujer víctima va aumentando el umbral de lo tolerable y va minimizando las situaciones violentas, ya sean físicas o psicológicas, va restando importancia a las mismas por no considerarlas como tal o no tan graves", afirma el informe.

Pero no solo los factores que rodean a la víctima la apartan de esa petición de ayuda, es fundamental, asimismo, en qué estado se encuentra su cabeza. Fruto de una violencia, a menudo invisible, sufrida durante años, la víctima empieza a tener miedo. El miedo de represalias y a la reacción del agresor constituye en la mitad de las mujeres el factor más influyente a la hora de verbalizar o denunciar su situación. Un miedo que quizás no sea tan infundado porque la ruptura de la relación es el factor desencadenante de los asesinatos por violencia de género. Y lo es en mayor medida que cuando esa separación viene precedida de una denuncia. Este hecho corrobora la necesidad de seguir reforzando un "extenso sistema de medidas de protección física de la víctima".

Al miedo se une la negación de la realidad, la vergüenza, la culpa, la pena por el agresor y la baja autoestima, todo reacciones al padecimiento continuo de amenazas, humillaciones, vejaciones, exigencias de obediencia o sumisión, coerción verbal, insultos, aislamiento o cualquier otra limitación de su ámbito de libertad personal, con la intención de controlar y someter a la mujer. Una violencia psicológica que empieza con situaciones anecdóticas y que va aumentando hasta convertirse en una gran apisonadora prácticamente imposible de parar.