La campaña impulsada en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25-N) pone el foco en el fomento de las masculinidades igualitarias. ¿Por qué surge este llamamiento a la implicación de los hombres?

La cuestión es ser capaces de evolucionar en las estrategias para conseguir una verdadera igualdad. En un principio tuvo lógica que se pusiera el foco en las mujeres, porque somos quienes sufrimos principalmente la desigualdad, pero llega un momento en que tenemos que dejar de hablar de paliar la desigualdad y empezar a fomentar la igualdad. Y eso solo se conseguirá si lo hacemos como sociedad e implicamos a los hombres, porque la desigualdad también atraviesa a los hombres. El foco está muy puesto en las consecuencias más terribles de la desigualdad, que son los asesinatos o las agresiones sexuales, pero si queremos cambiar esa realidad tenemos que empezar a tener un diálogo real entre iguales, en el que aislemos a quienes tienen unas actitudes contrarias a la igualdad. Además, creo que estamos en un momento social en que ya son muchos los hombres molestos con que se les nombre en genérico, y tienen toda la razón del mundo porque, al igual que las mujeres no asumiríamos que somos todas víctimas, no es cierto que todos los hombres sean agresores.

La directora del Instituto Canario de Igualdad, Kika Fumero, anunció la pasada semana que las agresiones sexuales entre menores en Canarias ha aumentado la friolera de un 21%. ¿A qué puede deberse este incremento?

No es una respuesta sencilla de dar, porque ni siquiera disponemos de datos concretos desde el ámbito de la investigación, pero me consta, después de haber escuchado a varias técnicas, que hay una parte muy importante relacionada con cómo las instituciones, la sociedad y, en particular, el sector educativo, ha dejado de hablar de educación afectivo-sexual. En ese sentido, la situación vuelve a ser parecida a cuando yo me eduqué, con la gran diferencia de que ahora tenemos Internet, donde que la búsqueda de un modelo sexual a imitar se encuentra en la pornografía. Los datos cifran que la media de edad de inicio en el consumo de pornografía es a los 8 años, lo que significa que nuestros jóvenes aprenden sobre sexo en la pornografía y la pornografía no es igualitaria, sino que es violenta en sí misma y, luego, se reproducen los modelos. Y en la reproducción de esos modelos, donde en muchos casos se producen relaciones sin el consentimiento de una de las partes, ¿cómo nos vamos a sorprender de que la violencia aumente?

Cuando menciona que hemos dejado de hablar de educación afectivo-sexual, ¿se refiere a que se tomó esa senda pero hemos ido hacia atrás?

En Canarias, en particular, tenemos el megaproyecto Harimaguada, pero el problema es que los sectores de la sociedad que se resisten a hablar de relaciones afectivo-sexuales ponen el foco en el sexo, cuando se trata de hablar, sobre todo, del afecto y el necesario entendimiento. Pero hemos dejado de hablar de esto, lo que debería llevar a plantearnos: ¿Qué miedo le puede tener una sociedad a hablar del afecto? ¿Hacia dónde vamos si no nos ponemos de acuerdo para hablar de cómo repartir algo tan fundamental en nuestras vidas, que nos va a acompañar del principio hasta el final, como las emociones y las relaciones entre las personas? Si tenemos miedo de ponernos de acuerdo en esto, no seamos hipócritas y nos sorprendamos de los datos de violencia, porque estamos dando la cancha. La realidad es que, donde nosotros no ponemos la solución, los privilegios de Internet y sus intereses van a seguir siendo los privilegios del hombre blanco y violento.

¿En qué aspectos le preocupa el auge de la ultraderecha y el alcance de su discurso negacionista sobre la violencia machista?

Lo que me preocupa, a título particular, es que nos soliviante por encima de hacernos pensar en los argumentos que tenemos que dar. Y mi problema, en este caso, sería no saber simplificar igual de bien el mensaje que quiero transmitir a la sociedad canaria, que es que su valor es el de la igualdad, que es lo que nos hace canarios, porque discriminar o cerrar fronteras no es propio de esta comunidad, donde todos tenemos a un pariente o vecino que ha emigrado o al que han violentado. Entonces, nuestro valor como canarios y canarias está en el lado de quien suma. Por supuesto, habrá discursos del odio que calen pero a ese discurso hay que poner datos reales y efectividad en nuestras políticas. Y no permitir que la mofa, la anécdota o el ridículo tenga eco. Creo que este es un momento precioso para revisar cómo nos comunicamos y lanzarle al mundo una alternativa real, porque la alternativa del miedo no hace feliz a nadie.

¿Hasta qué punto cree que es crucial el lenguaje para integrar un discurso igualitario?

Creo que es fundamental, porque todos aprendemos imitando y lo primero que imitamos es el lenguaje. Si ponemos desde la base una forma de comunicarnos que integre otras realidades y donde yo me sienta integrada en el lenguaje de las otras, la empatía se hace realidad. En el lenguaje yo tengo que entender el cabreo de quienes no se sienten representados por los partidos democráticos. Y mi lenguaje no puede ser insultarles, de la misma forma que yo exigiré que cuando se hable de mi realidad, no se me insulte. En este sentido, necesitamos que, por ejemplo, el Presidente del Gobierno también sea ejemplar en el lenguaje y, cuando también los consejeros y consejeras hablen a nuestra comunidad canaria, lo hagan en la diversidad que son, y que les representen.

En esta línea, ¿en qué medidas concretas aspira a aterrizar esta consejería para fomentar y desarrollar políticas igualitarias?

El gran reto que nos planteamos es una estrategia de igualdad para cambiar el marco cultural en Canarias, que enmarcamos a 16 años. Esta semana presentamos una Estrategia Canaria de Transición Igualitaria que se desplegará hasta 2035 y que garantiza por fin la verdadera transversalidad de la que tanto hemos hablado en Igualdad. Creo que teníamos que dar un paso más allá de la ley, porque contamos con un marco jurídico y reglamentario suficiente para tratar la igualdad, pero no teníamos el compromiso de los políticos y políticas que representan a este gobierno. El objetivo es que, desde todas las áreas -Sanidad, Justicia, Educación, Igualdad, Deportes, Empleo, etcétera- pensemos y actuemos para promocionar la igualdad en Canarias.

¿En qué van a consistir las líneas iniciales para implementar esta estrategia de igualdad?

Los primeros años se basan necesariamente en la creación de una estructura que tome como referencia los valores culturales canarios para, a partir de ahí, crear equipos de investigación en las dos universidades en torno a distintas áreas, como la antropología, la sociología, la cultura o el deporte. Necesitamos datos reales sobre cómo vivimos la igualdad y la desigualdad en Canarias, pero para saberlo necesitamos generar nuevas categorías de análisis, no solo registrando los datos de mujeres asesinadas, sino estableciendo rangos de edades, de jóvenes a mayores, y áreas específicas, para cifrar cómo nos está atravesando la igualdad en la cultura o en el deporte, por ejemplo. Para eso necesitamos generar categorías de análisis, que luego el Instituto Canario de Estadística (ISTAC) puede evaluar anualmente en el territorio y, a partir de ahí, desarrollar herramientas determinadas que impacten en los rangos y áreas.

¿Cómo se plantean garantizar esta transversalidad entre departamentos con el fin de incidir en todo el entramado social?

La idea es trasladar esta estrategia a cabildos, ayuntamientos y entidades, porque el mundo asociativo ya hace mucho, así que es hora de ponernos las pilas desde este lado y cumplir con los compromisos mínimos para fomentar, en definitiva, una Canarias libre de violencia, pero nunca vamos a llegar a eso si no empezamos a hablar de igualdad, porque no podemos seguir uniendo igualdad y violencia. Además, hemos firmado el compromiso de llevar al Parlamento ese análisis sobre el estado de la igualdad en Canarias cada dos años, porque vamos a tener los datos reales a través de esas categorías de análisis para su evaluación en común desde cada posición ideológica, porque necesitamos que cada cual haga su mirada particular.

¿Hasta qué punto es ambicioso el reto de crear una nueva estructura sociocultural desde el plano institucional?

Pues igual ni nos hacen falta 16 años para conseguirlo. Yo estoy convencida de que podemos marcar una diferencia que sume en igualdad. Evidentemente, todo tiene un proceso y tenemos que entender que 21 de siglos de patriarcado no los íbamos a cambiar en una democracia. Pero ya hay un sector de la sociedad que piensa que la igualdad nos repercute a todos y todas. Por eso es el momento. Ahora tenemos que generar las herramientas para que lo hagamos todos juntos. Además, ya se ha hecho antes: el movimiento ecologista logró que el cambio climático pasara de ser un tema científico a una emergencia social en apenas 20 años, pasando de ser una preocupación del 16% de la sociedad al 92% hoy en día. Eso es un cambio en el marco cultural. Y sucedió en la lucha LGTBI, que en España pasó de una minoría que aprobaba algo parecido a una pareja de hecho entre personas del mismo sexo en 2002 a más del 90% en 2019. ¿Cuál es la enorme diferencia? Que todo eso se hizo desde la sociedad civil, y esto lo vamos a impulsar ahora desde el marco del gobierno.