Quizás lo más difícil en un centro hospitalario sea la espera. Un aspecto que, además, en los últimos años ha monopolizado el debate sanitario tanto en el ámbito político como en el social. Esperamos a ser atendidos, por un diagnóstico, por que llegue la rara medicación que mejorará los síntomas de esa enfermedad. En el HUC, a 31 de junio, 8.181 canarios esperaban por ser operados, 36.464 por una consulta especializada y casi 9.000 por una prueba que les permitiera avanzar en su diagnóstico. Para poder hacer frente a los 61 ingresos diarios, a más de 81.000 urgencias anuales y a 1.600 consultas hospitalarias, es necesario un equipo humano preparado para poder resolver cualquier eventualidad que surja.

Y los 4.960 profesionales que integran la plantilla del centro lo tienen que hacer en un tiempo récord, tratando de evitar que el paciente pueda sentir esas consecuencias en sus carnes. Y, a pesar de lo que se suele relacionar con un hospital, esta cifra no solo se refiere a los facultativos y enfermeros, que suponen menos de la mitad del total de trabajadores del centro (45,5%). Cuando amanece en el Hospital Universitario de Canarias (HUC), su corazón empieza a bombear sangre en grandes cantidades, y es gracias a la labor de más de 1.300 auxiliares de enfermería, 240 técnicos especialistas y otros tantos cocineros, limpiadores, telefonistas, peluqueros, albañiles, mecánicos o pintores. Con mayores o menores responsabilidades, todos ellos se encargan de preservar la salud de 455.316 canarios, es decir, el 46,86% de los habitantes de la provincia de Santa Cruz de Tenerife.

Ejemplo de esta capacidad resolutiva está en las incidencias informáticas. Al día se suceden una media de 84 problemas informáticos que pueden ser el inicio de un colapso de las historias clínicas, obstaculizar la dispensación de fármacos o interrumpir la comunicación entre los facultativos especializados y los de Atención Primaria. Sin embargo, los 30 profesionales que integran el servicio de informática son capaces de resolver el 78% de ellas en menos de una hora, evitando el perjuicio directo a los pacientes. Ubicados en los sótanos del centro hospitalario, los informáticos viven en una pequeña isla, aislados del ajetreo constante de bisturís, gasas y camillas. Y es que, al igual que un microchip en un transistor, los informáticos del hospital son el engranaje tan necesario como oculto para el centro.

Su presencia fue esencial, por ejemplo, durante el apagón energético que sufrió Tenerife el 29 de septiembre. "Se cayó todo el sistema de historia clínica, pero pusimos en marcha el plan de emergencias y los médicos podían acceder a un repositorio que se había guardado automáticamente dos minutos antes de la caída", explica la responsable de la unidad, Pilar Fernández de Rota. Ellos son los responsables de hacer más efectiva la dispensación de fármacos, de llevar a cabo la implantación de un control para evaluar la posible desnutrición de los pacientes ingresados o de la próxima digitalización de la historia clínica y en el servicio de Urgencias. Y gracias a su labor invisible ningún paciente suele caer en la cuenta de que se encuentra ahí.